Cuando corrí la primera edición de esta carrera en 2012 pensé que correría todas y cada una de las ediciones, ya que esta carrera resulta muy emotiva para mí; sin embargo, después de esa primera edición por unas causas u otras no pude volver a correr hasta el año pasado y este año afortunadamente he vuelto a poder hacerlo.
Me acerqué con una amiga hasta esta localidad toledana y aparqué el coche junto al convento, sitio donde pasé cuatro cursos de mi vida, de quinto a octavo. Fue aparcar y me volvieron los recuerdos a borbotones.
Recordaba cuando llegué el primer día y mis padres me dejaron en la puerta del convento, era septiembre de 1976 y ya ha llovido desde entonces, ¡nada menos que 42 años! Tengo sobre todo buenos recuerdos porque los malos se olvidan, aunque debo decir que acabé algo quemado de esos cuatro años y cuando por fin acabé octavo pensé que ese sitio era un lugar horroroso y que no volvería por allí ni loco. Y es cierto que no he vuelto al convento, pero ahora lo recuerdo con cariño. Aún me acuerdo de algunos curas que estaban allí cuando estudié, como el P. Julio que fue tutor de los internos, el P. Benjamín, que también fue tutor de los internos en mi último año, el P. Marcos, el P. Máximo, el P. Pedro, el P. Luis, el P. Luis Cerrato, el P. Ángel Zaratiegui y Fray Amancio. Seguramente había más, pero mi memoria no da para tanto. También recuerdo a algunos profesores que no eran curas, como Carlos Catalán, nuestro profesor de quinto, Pedro Mena, profesor de Matemáticas o don Tarsicio, profesor de Gimnasia con el que estuve desde sexto de Básica ¡hasta tercero de Bachiller!
Con el convento a mi espalda
Iba pensando en eso y en muchas cosas que me venían a la cabeza mientras iba hacia la plaza a recoger el dorsal. Estaba ubicada la mesa donde repartían los dorsales en la entrada del Ayuntamiento y la entrega fue rápida. Después de la recogida salimos a la plaza donde pudimos contemplar la Iglesia de Nuestra Señora de la Paz que lucía espléndida, mostrando las piedras de la fachada que han estado ocultas durante mucho tiempo y ahora han salido a la luz. La plaza Mayor también estaba bonita con la iglesia, el palacio de los condes de Montalbán, los soportales que sujetan las casas. Me encantó, ha ganado mucho en los últimos años.
Buscaba en la plaza a mi amigo Luis, pero no lo encontré, así que decidimos prepararnos, dejar la mochila en el guardarropa y calentar un poco. Fue un breve calentamiento donde examinamos las calles por donde discurre la carrera en su salida. Al volver a la plaza, faltando diez minutos encontré a Luis y con él estuvimos hablando hasta que faltaba un minuto para comenzar la prueba que nos fuimos hacia la salida.
Es una carrera dura por lo que salí guardando un poco. Vi que delante de mí iba una chica llamada Cristina, que debía ser de la Puebla de Montalbán porque era jaleada por multitud de gente en diversos puntos del recorrido y curiosamente íbamos a un ritmo parecido. Nos fuimos adelantando unas cuantas veces. Yo sacaba algo de ventaja en la subida y ella me adelantaba en la bajada. En la segunda vuelta, casi acabando la bajada, faltando más o menos un kilómetro me adelantó y fue en ese preciso instante cuando sentí un pinchazo en el gemelo o quizás en el sóleo de la pierna derecha. Estando a un kilómetro de la meta no lo iba a dejar, así que bajé el ritmo y sólo apreté cuando entrando en meta vi que dos tipos iban querían sobrepasarme en los últimos metros y eso no lo iba a permitir.
Pasada la línea de meta miré el crono y vi que marcaba 34:10, mejor tiempo que el año pasado. Entonces pensé que si el año pasado había sido cuarto con un tiempo peor a lo mejor este año…
Me quité el chip y fui por el circuito hacia atrás para buscar a la amiga que había venido conmigo hasta allí. Cuando la vi, la animé y al llegar a la meta descubrió que había sido la ganadora de su categoría. Tremenda esta chica.
Después de beber una botella de agua y comer un plátano me acerqué al puesto de cronometraje de Evedeport para ver mi clasificación y me decepcioné un tanto porque había llegado el séptimo de mi categoría. Otra vez será.
Con mi buen amigo Luis estuve de cháchara mientras se entregaban los trofeos. Luego seguimos parloteando pero ya sentados y con un botellín en la mano. Pasamos un rato muy agradable.