Después del txotx

Entre la visita a la sidrería y el cambio de hora, me levanté más tarde de lo normal, pero nunca es tarde para un buen entrenamiento y si ayer la salida era para «preparar» el cuerpo para el txotx, hoy tocaba rebajar el exceso provocado por el evento.

El día amaneció soleado y debo decir que pasé calor durante el entrenamiento. Afortunadamente, había zonas sombreadas que amortiguaban el efecto de las altas temperaturas.

Hoy tocaba el sendero blanquiazul y resultó bastante más duro que el del día anterior, con subidas más largas y bajadas también más largas y bastante empinadas. Mis pies sufrieron de lo lindo en esas bajadas debido a la uña negra que tengo en el dedo gordo del pie derecho y el ojo de gallo que tengo en el meñique del otro pie. En este penoso estado en el que se encuentran mis pinreles, no parece lo más adecuado este tipo de circuitos.

Perfil sendero blanquiazul

En total realicé 19 km en 1h45 y llegué bastante cansado. No sólo por el duro circuito sino también por no haber dormido en condiciones y ¡hasta creo que me afectó el cambio de hora! Y es que no sabe uno que excusas poner…

Aparte de correr en plena naturaleza, en estos dos días he visto una fauna bastante diversa por esos caminos: perros, gatos, caballos, burros, gallinas, un avestruz y ¡¡¡hasta un erizo!!!

Total kilómetros recorridos esta semana: 57,5 km, unos cuantos menos que la semana pasada que fue una de las más largas.

Txotx

Este fin de semana he estado en Hernani a beber sidra. No solamente a beber sidra, se supone que era una visita cultural. De hecho, aparte de de Hernani he visitado Zarauz, Guetaria (impresionante la iglesia de San Salvador), Donostia (impresionantes pinchos) y Hondarribia, precioso -preciosísimo diría yo- pueblo en la frontera con Francia.

El título viene a colación porque en las sidrerías de esta zona se puede ir a degustar esta bebida a una bodega. En la bodega hay diversas kupelas o barricas donde se almacena la sidra y el sidrero abre la kupela al grito de ¡txotx! Entonces, la gente se aproxima a la barrica, coloca el vaso al final del chorro y de esta forma escancia tan preciado líquido. Se supone que cada kupela tiene un sabor distinto y la gracia es ir probando de todas para ver cual sabe mejor.

Pero no todo consiste en beber sidra. Para que los efluvios alcohólicos no se te suban a la cabeza en la sidrería te ofrecen una opípara cena, que es en caso de la sidrería Zelaia donde fuimos consistía en chorizo a la sidra, tortilla de bacalao, bacalao con pimientos, chuletón y postre. El postre tampoco era poca cosa: queso, nueces, dulce de manzana y tejas y cigarrillos de Tolosa.

Sabiendo lo que me esperaba por la noche, me levanté temprano, me puse las zapatillas y tomé la primera carretera que salía de Hernani con el ánimo de gastar unas calorías que iba a recuperar por la noche con creces. Curiosamente, antes de salir de la población encontré un cartel donde se veían un par de senderos que se podían hacer por los alrededores. Uno estaba marcado con señales verde y blanca y el otro azul y blanca. Opté por los colores del Betis.

Enseguida el camino se torna cuesta arriba, luego cuesta abajo, otra vez cuesta arriba, … Y así todo el rato. Llegado al kilómetro cuatro, perdí la referencia verdiblanca y bajé por una rampa muy empinada y muy mal de piso, por lo que tuve que bajar con muchísima precaución. Al terminar la bajada empalmé con un camino que me llevó a un polígono industrial junto al río Urumea donde pude disfrutar de algo más de tres kilómetros llanos. Luego la vuelta, pues otra vez subir y bajar.

Llegué a Hernani después de 14,4 km y 1h18 pensando que había hecho un circuito duro, pero no sabía lo que me esperaba al día siguiente por el otro sendero.