Ya estoy de vuelta después de disputar esta mañana la VII edición de la carrera del aceite. Esta carrera se celebra en Los Navalmorales, provincia de Toledo.
Antes de la crónica, un poco de historia. Resulta que hasta 1835 Los Navalmorales eran dos localidades independientes: Navalmoral de Pusa y Navalmoral de Toledo. Ambos municipios se encontraban separados físicamente por el arroyo de El Lugar o de La Fuente. El 23 de septiembre de 1833 se reunieron ambos ayuntamientos para decidir su unión y en el citado año de 1835 se llevó a cabo y de ahí surgió el nombre actual del pueblo.
Esto viene a cuento porque mientras Navalmoral de Pusa está situado sobre una zona más o menos llana, Navalmoral de Toledo está en la ladera de un cerro. Y como podrá imaginar el avezado lector la carrera transcurrió por el ahora barrio de Navalmoral de Toledo, en un circuito bastante duro al que había que dar dos vueltas y donde prácticamente no más de 200 metros serían llanos.
Lo único positivo es que aunque la distancia a recorrer figuraba como 5 km, en realidad sería de 4,7 km, por lo que cuando uno quería darse cuenta, ya estaba en meta. Eso sí, al ir a tope, llegaba uno con los pulmones en la boca.
En la línea de salida, no creo que hubiese más de 200 corredores, que esperaban impacientes el comienzo de la carrera. Ésta se retrasó cinco minutos para que los que se apuntaron en el último momento pudieran tomar la salida. Aunque había poca gente, se veía que había nivel y es que los 25 litros de aceite que se llevaba el primero atrajo la atención de curtidos corredores que se iban a partir la cara por tan preciado premio.
La jugada consistía en ir a tope desde el primer metro y eso fue lo que hice. Salí a muerte y sufrí de lo lindo, tanto en las cuestas arriba como en las cuestas abajo. Además las bajadas se complicaban bastante porque el suelo estaba totalmente mojado y era fácil irse al suelo. De hecho, antes de la carrera, una chica de las categorías inferiores estaba en la ambulancia con un bonito esguince. Y eso me asustó, ¡vaya si me asustó!
En la bajada más pronunciada de la primera vuelta me pasó la que a la postre fue la ganadora de la carrera. La que iba en segunda posición me iba respirando en el cogote, tratando de no alejarse demasiado de la primera. La segunda hizo lo propio en la bajada de a siguiente vuelta, sin embargo, traté de seguir su estela. En el último hectómetro eché toda la carne en el asador y conseguí sobrepasar a mi compañera de desventuras.
Miré el cronómetro y comprobé, asombrado, que marcaba 17:27. Si hubiese sido de cinco kilómetros, la marca hubiese sido asombrosa para mí, pero también me resulta una buenísima marca si la distancia real fuese de 4,7 km, que por ahí andaría. Me temo que siempre me quedaré con la intriga de cual es la distancia real.
Después de darlo vueltas y viendo los tiempos, creo que la distancia debe de estar entre 4,6 y 4,7 por lo que daremos por bueno una distancia de 4,65 km. Eso implica que sale un ritmo de 3:45/km y unos puntos de Purdy de 508,02 lo cual indica que es la segunda carrera en la que consigo sobrepasar esa barrera de los 500 puntos.
En la página de resultados pude ver que el puesto que ocupé es el 40 de 149 participantes y noveno de mi categoría. Pensaba que habría hecho sobre el treinta, pero no me quejo.
Antes de salir para Los Navalmorales pasé por la báscula. Pensé que se iba a notar la cena de Nochebuena, pero la disminución del peso ha seguido en su línea. Marcaba 69,5 kg la báscula.