En el mes de diciembre participé en la maratón de Málaga y aunque es una carrera con recorrido llano, los últimos cuatro kilómetros se me hicieron terriblemente duros. Al llegar a meta estuve hablando con un par de compañeros y llegamos a la conclusión que había que hacer más kilómetros a la semana para no sufrir en los últimos kilómetros. Y aprendí la lección. Si para Málaga la semana de más kilometraje fue de 76 km esta vez he hecho un pico de 78 km a tres semanas de la carrera. Y parece que se ha notado 😉
Bueno, sin coñas, aunque esta vez he hecho menos kilómetros, creo que haber hecho varios días algunas series y algún cambio de ritmo me ha venido mejor que hacer muchos kilómetros a la semana. Pienso que hay que hacer kilómetros, pero sin pasarse.
Y ahora llega el ladrillo.
A las siete menos diez habíamos quedado con Emilio para ir en su coche a la salida. Aparecimos a la hora prevista Miguel y un servidor, fuimos a recoger a Quique y después pasamos a por Joaquín. A eso de las siete y veinte estábamos en la calle Felipe IV aparcando el coche. Desde allí fuimos hacia la línea de salida, acordándonos de las madres de los organizadores y de su genial idea de poner el ropero en la línea de meta. Allí me encontré con Pedro que estaba pesaroso por la reciente muerte de su padre. Aunque tenía la cabeza en otras cosas, había pensado en correr esta carrera como homenaje a su padre, igual que Quique, que se había propuesto bajar de tres horas por el mismo motivo.
Emilio, que iba a llevar el globo de las 3h45, se fue pitando hacia la salida, donde tenían que entregarle el globo. El resto de pradolongueros nos hicimos una foto para inmortalizar el momento. Durante el paseíto hacia la salida, me encontré con un viejo conocido que llevaba tiempo sin ver y también me encontré con un antiguo compañero de estudios. Juntos corrimos la maratón de 1999 y trece años después hemos vuelto a repetir experiencia.
Pradolongueros en la maratón de Madrid 2012
Tenía previsto correr con Miguel y Joaquín, pero como se añadió mi antiguo compañero formamos un cuarteto con intenciones de hacer aproximadamente 3h20 y si fuese posible llegar a 3h15, pues miel sobre hojuelas. La táctica de este año era un poco distinta a estos últimos maratones, ya que decidí olvidarme del cronómetro y correr por sensaciones, y es que estar pendiente del cronómetro, como otras veces, produce un poco de ansiedad. Además, no dar excesiva importancia a la marca que pudiera realizar, me llevó a afrontar esta maratón muy tranquilo. De hecho estaba en la línea de salida como si de un entrenamiento se tratase.
Colocado en el corral que nos habían asignado, junto a los que iban a ser mis compañeros de aventuras en esta carrera, esperamos pacientes el disparo que anuncia el comienzo. Tardamos algo más de un minuto en atravesar el arco de salida y el primer kilómetro nos lo tomamos con mucha calma, no había ninguna prisa. Poco a poco fuimos cogiendo el ritmo de crucero, el cual ignoraba ya que el cronómetro no existía para mí, aunque lo llevase en la muñeca.
Sobre el kilómetro 14 comenté a uno de mis compañeros que no sabía si íbamos bien o mal de ritmo y Joaquín, sabiamente, me comentó que era el cuerpo el que me lo debía indicar y la verdad es que me sentía francamente cómodo tal como íbamos, aunque poco después empezaron a entrarme las dudas porque veía los globos de 3h15 muy cerca, como a unos cien metros de nosotros. En el km 16 estaba mi madre, por lo que paré unos segundos a saludarla y cambié un par de besos por un plátano, que ya habían pasado cuatro horas desde que desayuné. Perdí contacto con mis compañeros pero pude alcanzarlos al poco. Justo en esos momentos que iba descolgado, pasamos donde estaban los compañeros pradolongueros que no participaban en la carrera y que nos animaban fervientemente. Además nos hicieron bonitas fotos. Gracias por todo.
Por la calle Fuencarral
La animación era espectacular por las calles de Madrid, en determinados sitios la gente se agolpaba al paso de los corredores, era realmente emocionante pasar por el estrecho pasillo que dejaban. Eso hacía que las piernas marchasen casi sin esfuerzo.
Los kilómetros pasaban a una velocidad vertiginosa, casi sin darnos cuenta ya estábamos en la calle Ferraz, pasando por la media maratón. Uno de mis compañeros indicó que llevábamos un tiempo de 1h37 pelaos, tiempo que me parecía idéntico al del año pasado, aunque luego comparando he visto que era justo un minuto menos. Los globos de 3h15 seguían ahí mismo. Yo iba un poco alucinado y pensaba que más que ir nosotros deprisa, iban ellos un poco despacio.
En la Avda. de Valladolid, sobre el kilómetro 24, mi compañero de estudios decidió que el ritmo que llevábamos era muy rápido para él y aflojó la marcha. Si en la maratón de 1999 fui yo el que me quedé por detrás, ahora era él el que se rezagaba. Nos quedamos en un trío, los inicialmente previstos. La cosa marchaba bien y el objetivo de llegar los tres pradolongueros juntos parecía factible.
Entramos en la Casa de Campo y el recorrido se hizo algo más tedioso. El terreno es duro y prácticamente no hay nadie animando. Me gustó las palabras que nos dijo una chica: disfrutar de la Casa de Campo que hasta el año que viene no pasáis por aquí y está preciosa y tenía razón, estaba realmente bonita después de las últimas lluvias que han caído en Madrid. Una verdadera gozada circular por el pulmón verde de esta ciudad. Desde la entrada a este parque, el terreno es ligeramente ascendente, hasta llegar al kilómetro 29 que se empieza a bajar lo subido. En el 30 nos obsequiaron con un gel que tenía un sabor muy dulzón, debía ser puro azúcar, pero que pienso nos vino bien. Por desgracia, en este punto se quedó Joaquín, por lo que ya sólo quedábamos dos. Bajando por el Pº de los Castaños, decidimos bajar un poco el ritmo para ver si entraba, pero al ver que no llegaba decidimos seguir tirando.
Se sale de la Casa de Campo por la zona del metro de Lago. Allí hay una cuesta que tiene miga, pero esa zona estaba llena de gente que animaba incesantemente a los corredores y se subía casi en volandas, aunque se notaba en las piernas la pendiente. Al poco llegamos al Puente de Segovia donde había unos cuantos familiares animando, eso me dio alas y poco después, un subidón más, porque pasamos cerca del estadio Vicente Calderón y escuchamos en himno del Atleti. No es que el fútbol me atraiga en exceso, pero la afición que tiene mi hijo parece que está haciendo efecto.
Con la inercia provocada por la musiquita en cuestión, llegué al otro extremo del Puente de Segovia y subí la cuesta de la calle del mismo nombre a buen ritmo, aunque tuve un pequeño percance con un corredor que iba delante de mí, que de repente paró en seco y tuvimos un pequeño encontronazo, pero seguí a mi ritmo. Poco antes de iniciar la subida, un amigo de Miguel se nos unió para hacer los últimos kilómetros y después de coronar, se nos unió una amiga que me esperaba con otro plátano. Ya estábamos en el kilómetro 35 y las piernas se encontraban en muy buen estado y los globos de 3h15 seguían ahí cerca…
Subimos el Pº Imperial, donde ingerí un trozo de plátano. Bajamos hacia Embajadores, en uno de los pocos tramos favorables de estos últimos kilómetros y afrontamos el Pº de las Acacias, que se hace muuuuuuy largo y encima picando para arriba. Este tramo no me gustó nada, no sólo por el terreno poco favorable, sino porque la mitad de la calle estaba abierta al tráfico (juraría que otros años no) y era muy desagradable buscar oxígeno para tus pulmones y encontrar monóxido de carbono. Pasado Embajadores mi amiga me dijo que no podía seguirnos y se fue quedando atrás. No sé si fue eso o ver que el globo de 3h15 estaba cada vez más cerca lo que me hizo acelerar o que Miguel deceleró, pero fue perdiendo mi estela metro a metro y en el 39 me había quedado completamente solo.
En uno de los últimos avituallamientos, foto cortesía de Sebastián Navarrete
Los dos globos a los que perseguía se iban separando cada vez más, parece que uno pinchó (no el globo, sino el que lo llevaba) y en Atocha conseguir pasarle. Llegué a la temida cuesta de Alfonso XII y reconozco que me aunque me costó subirla, la energía que me transmitieron los compañeros pradolongueros me ayudó a pasar esa última dificultad y me planté en el kilómetro 40 casi sin querer.
Igual que Acacias, también se hace larga esta calle hasta la Puerta de Alcalá, pero ya está cerca el kilómetro 41 donde se acaba el sufrimiento y empieza el último kilómetro de gloria. El tramo desde la Puerta de Alcalá hasta la entrada del Retiro también tenía mucha animación, te llevaban en volandas. Y la entrada a este parque ya fue la repera, ya que estaba repleta de gente que animaba sin cesar. Además desde la entrada hasta meta es casi todo el tramo favorable. Apreté un poco el ritmo, pero sin pasarme para no acabar en la enfermería como hace dos años y cuando mi astigmatismo me dejó enfocar debidamente el reloj de meta, no me lo podía creer, marcaba 3h15 y bastantes segundos. Los suficientes para que al acercarme a la línea de meta los minutos pasaran de 35 a 36, llegando con un tiempo oficial de 3:16:12. Descontando el minuto y poco que tardamos en pasar por la primera alfombra, queda un tiempo neto de 3:15:08 que pasa a ser mi mejor marca en la distancia.
Llegando a meta y haciendo MMP
Un par de minutos después llegó Miguel, marcando un tiempo de 3h17. Joaquín lo hizo en 3h25 y mi antiguo compi, no sé lo que hizo, porque en las clasificaciones aparece con 3h06, pero que yo sepa, no me adelantó en ningún momento. Ha debido fallar el chip como a otros muchos corredores. Tengo la sensación de que este dispositivo de medida no es muy certero, ya hubo problemas en la media maratón de Madrid y en la entera, también. Emilio se adelantó un poco al tiempo que marcaba su globo y llegó con un tiempo de 3h42, neto de 3:40:13. No sé si los corredores que iban siguiendo el globo andarán buscándole para lincharle o estarán contentos por haberles hecho bajar su marca.
Aparte de la marca, lo mejor es que acabé bastante entero y con las piernas en muy buen estado. El domingo por la tarde parecía que no había corrido, aunque imagino que mañana lunes sí notaré algo cargadas las piernas.
Desde mi punto de vista, la organización ha empeorado con respecto a otros años:
- Lo de poner el guardarropa en la línea de llegada, en vez de en la de salida, es de juzgado de guardia. Un error gravísimo. Como anécdota contaré que faltando 20 minutos para el comienzo, cuando ya estaba yo colocado en mi corralito, llegaron un par de guiris preguntándome donde dejar la ropa. Cuando les dije que a un par de kilómetros, casi se les cae el alma al suelo. No sé qué hicieron, pero si tuvieron que ir hasta allí y volver, tuvieron que hacer una maratón de 46 km.
- Parece que el chip falló bastante y falseó el tiempo de muchos corredores.
- Me llamó la atención que no estuviese marcado el recorrido con una línea azul como siempre lo ha estado. No es mucho problema para mí, porque llevo riadas de gente por delante, pero imagino que alguno sí pudo desconcertarse durante el recorrido.
- ¡No se puede abrir al tráfico tramos que coincidan con la carrera! Que no estamos hablando de la una carrera de poca monta, que se supone que la organización se jacta de ser «silver road race».
Esperemos que la cosa mejore, ya que ¡¡¡tenemos una cita en la XXXVI edición!!!