Me animé a participar por segunda vez en esta curiosa carrera que se celebra en Mercamadrid. Desde luego no era el día más indicado. Sonó el despertador a las 6:50. Me dio un susto del carajo porque era el Garmin 220 que hace un ruido asqueroso y además vibra. Me levanté, desayuné, me vestí, hice mis necesidades y sobre las 7:30 estaba en el punto de encuentro donde ya me esperaba Miguel y compañía. Me monté y a las ocho menos cuarto estábamos en Mercamadrid. A alguien le puede extrañar qué hacía allí con más de dos horas de antelación, pero había quedado junto a los compañeros pradolongueros para echar una mano en la organización.
Estuvimos un rato esperando porque era algo pronto. Nos dio tiempo a saludar a Guti, que estaba incluso más nervioso de lo habitual, lo cual es lógico. Luego saludé a Aarón, que iba a realizar el cronometraje, y más tarde fueron llegando los pradolongueros y otro grupo de voluntarios con Antonio a la cabeza.
Nos dieron un chaleco verde como de papel de fumar y empezamos a colocar los mostradores y las botellas y las cajas con las bolsas que se iban a entregar a los corredores. Cuando acabamos de colocar todo me quité el chaleco dispuesto a calentar un poco.
Saludé a David alias DaPlaCer, fui al servicio, que parecía de cincuenta años atrás, con una taza turca y entre ejercicio y ejercicio de calentamiento, nos hicimos alguna que otra foto.
Ya antes de dar la salida notaba las piernas muy cansadas. Había vuelto de los Pirineos el día anterior de patear montañas y entre las piernas cansadas y que tenía la rodilla izquierda dolorida veía que aquello no iba a ir bien. A las diez dieron la salida. Salí con una compañera y vi que hicimos el primer kilómetro en 4:29 según el hito que habían colocado porque al entrar por las naves no podía uno fiarse del GPS.
Hicimos el segundo aún más deprisa, siempre fiándome de los hitos y el tercero y el cuarto también a ese ritmo poco más o menos. Ahí dije adiós a la compañera porque iba con las piernas muy cansadas, pero que muy cansadas.
Lo pasé mal el resto de los kilómetros y eso que aflojé porque las piernas no me iban. Se me hizo la carrera muy larga, larguísima y lo curioso es que llegué no muy lejos de la compañera para lo mal que fui. Marcaba el reloj de meta algo más de 46 minutos, pero mi cronómetro, que puse en marcha al pasar la linea de salida me dijo que el tiempo era de 45:12. De todos modos, no tengo claro que la distancia sean diez kilómetros aunque a mí se me hicieran mucho más largos.
Cogí una botella de agua, fui a buscar a la otra compañera y cuando atravesó la meta me fui detrás del mostrador, me cambié de camiseta, me puse del chaleco verde y me puse a echar una mano, al igual que las demás compañeras que participaron. Estuve sobre todo sacando Aquarius, que estaban en sus bolsas y había que sacarlos y ponerlos en el mostrador.
Cuando ya llegó todo el mundo y se habían celebrado las carreras de los niños ayudé a recoger los mostradores, nos despedimos del personal y nos fuimos. Había una cola de órdago para recoger las cosas que daban en los diferentes stands. Cualquiera se ponía a la cola; sin embargo donde daban la cerveza estaba vacío, así que cogimos un vaso de cerveza cada uno, nos montamos en el coche y volvimos a casa.