Ayer nos invitó un compañero a comer porque el 31 de diciembre pasaba a «mejor vida», es decir, que dejaba de trabajar para dedicarse a la vida contemplativa. Pues bien, nos invitó a comer un arroz con rabo de toro que fue espectacular. En un principio no me pareció muy atractiva la combinación, pero estaba el plato para chuparse los dedos. Cuando trajo la cazuela, era enorme y pensaba que iba a sobrar gran parte, pero al final no dejamos casi nada. Pura gula. Si alguien tiene interés, el sitio es Casa Corrochano y está en el barrio de las Tablas, en Madrid.
El caso es que nos pusimos ciegos los unos y los otros y lo peor es que me fui con remordimiento de conciencia, así que cuando me he levantado he pensado que la única forma de compensar el exceso era hacerme un buen número de kilómetros.
Había quedado con mi tocayo a las nueve de la mañana, pero al final no he podido estar a esa hora y he salido una hora después y, por lo tanto, nos ha tocado a los dos correr en solitario.
He bajado al Parque Lineal y estaba precioso. Había helado por la noche, pero a las diez de la mañana hacía un sol espléndido y se estaba deshaciendo la escarcha de los árboles y arbustos. Una maravilla de paisaje, daba gusto correr por allí a pesar del fresquito. Mucha gente pensará que en Madrid son mejores sitios la Casa de Campo o el Retiro, pero el Parque Lineal merece mucho la pena y está mucho menos masificado. Lo único malo es que alguna vez te pasa alguna bicicleta a toda pastilla y eso que hay un carril para bicis y otro para personas, pero somos como somos.
Acabé realizando 18 km en un tiempo de 1:31:45 a un ritmo de 5:06 min/km y lo curioso es que sin mirar el reloj fui casi todo el camino un poco por debajo o un poco por encima de cinco. Muy, muy constante.
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