La última vez en la que participé en esta carrera fue en 2004, hace ya nada menos que diecinueve años. Aquella vez fui a dejar la ropa en el guardarropa y me dijeron que ya no cogían más y no es que fuera con retraso a dejarla, así que me tocó hacer la carrera con la mochila y entonces dije que esta carrera no la volvería a correr nunca más; sin embargo, este año por diversos motivos me he animado a participar y eso que no estaba para correr.
Resulta que había hecho el Camino de Santiago desde Saint-Jean-Pied-de-Port hasta Santiago, lo que supuso andar treinta etapas y aunque no lo parezca son treinta días sin entrenar porque no es lo mismo andar que correr. El caso es que unos días después del Camino salí a correr y sólo pude aguantar kilómetro y medio, la rodilla izquierda me dijo basta. La siguiente vez que salí pude hacer cuatro kilómetros hasta que de nuevo la rodilla se quejó. Cuatro días después iba con dolor, pero podía correr decentemente hasta que llegué a una cuesta muy empinada y como no podía ser de otra manera tuve que parar por la rodilla, pero ese tercer día pude hacer nueve kilómetros. Pensé que si había hecho nueve, podría hacer diez una semana después y eso me animó aunque no las tenía todas conmigo.
Quedamos en el punto de encuentro y fuimos en el coche de Emilio hasta el centro comercial de las Rosas, donde aparcamos. Algunos entramos al centro comercial a hacer nuestras necesidades. Cuando ya estuvimos todos, nos hicimos unas fotos, dejamos la ropa en el coche y otro compañero que no iba a correr se llevó el coche para aparcarlo cerca de la llegada, ya que esta carrera empieza en un sitio y acaba en otro.
A las once y media dieron la salida y me propuse seguir a una de las compañeras del Club Atletismo Zofío que dijo quería bajar de cincuenta minutos, aunque hizo el primer kilómetro en menos de 4:40 y no pude con ella. No me preocupó mucho que se fuera porque era cuesta abajo y sabía que en la cuesta arriba la cogería, como así fue cuando subimos la Avenida de Guadalajara donde las anteriores veces que había corrido daban la salida.
Se me fue otra vez bajando mientras yo hablaba con un amigo que me encontré en plena carrera. La volví a coger subiendo Arcentales, ya que se la hizo dura la última subida de algo más de un kilómetro y ya fuimos juntos. Eso sí, yo iba con algo de miedo a que la rodilla se quejara, pero aunque molestaba no fue un dolor que me impidiera correr. Fui animando a mi compañera para que no decayera y entramos los dos en meta haciendo un tiempo oficial neto de 49:37, lo cual dejó muy contenta a mi amiga porque había cumplido su objetivo. Yo también acabé muy contento simplemente por el hecho de acabar y que la rodilla no se hubiese quejado demasiado.
Parece que le voy cogiendo el gustillo a la distancia de los 1609 metros porque volví a apuntarme a una milla y ya son tres en las que he participado este año. Teniendo en cuenta que en 56 años sólo había participado en una, haber hecho tres en este año es algo excepcional se mire como se mire.
Me acerqué junto a una amiga a la calle Serrano donde se celebraba el evento. Salida cerca de la calle Goya y llegada cerca de la Puerta de Alcalá dando dos vueltas y media. Como había que recoger el dorsal allí hasta media hora antes de la prueba, llegamos a las 9:30, ya que mi amiga comenzaba su serie a las 10:12 (salida 7 ritmo entre 4:30 y 4:45) y yo a las 11:25 (salida 11 ritmo entre 4:00 y 4:15), por lo que nos esperaba una larga mañana. Además un conocido se había apuntado a la serie más rápida (sin contar la élite), la de la salida 15 con ritmos más rápidos que 3:15. Una burrada.
Al poco de llegar, una vez recogido el dorsal y tras el paso por el servicio, mi amiga se puso a calentar mientras yo buscaba un sitio donde diera algo el sol, ya que la jornada era fresca. Encontré un buen lugar en la esquina con la calle Jorge Juan donde también aparecía una jueza que según me contó no estaba muy a gusto a la sombra.
Mi amigo comenzó a las 10:12 y nada más dar el disparo de salida se quedó atrás, en el último puesto. Me quedé perplejo porque la gente salió a muerte, nada de ritmos entre 4:30 y 4:45, iban todos a un ritmo bastante superior. Bien es cierto que luego algunos pagaron cada su alegría, pero mi amiga llegó a meta con un tiempo de 6:56 a un ritmo de 4:18 y quedó casi de las últimas. Parecía como si la gente se apuntara a ritmos más lentos de los que son capaces de ir para así quedar en mejor posición en la tanda.
A las diez y media se celebró la milla para las corredoras élite donde yo pensé que iba a ser un paseo militar para Esther Guerrero, pero me confundí porque ganó Marta García con cierta facilidad. Luego descubrí que esta chica había ganado el año anterior, así que mala no debe ser. A las once comenzó la milla para los corredores élite donde el más conocido, al menos para mí, era Fernando Carro, participante en una distancia que no es la suya. Salió en cabeza y se mantuvo bastante tiempo comandando el grupo, pero al final fue adelantado por unos cuantos y la victoria fue para Mohamed Attaoui del Playas de Castellón seguido por su compañero Ronaldo Olivo. Fernando Carro se tuvo que conformar con la sexta plaza.
A las once y veinticinco me tocó a mí. Había estado calentando desde la celebración de la milla élite chicos y con tiempo me puse detrás de la línea de salida, donde homenajearon a Isaac Viciosa, cuatro veces ganador de la milla de Nueva York y a la china Don Liu, campeona del mundo de 1500 en 1993 en Stuttgar. Con esta corredora ya había coincidido alguna vez en la carrera de mi pueblo donde se ha impuesto unas cuantas veces. marino
Dieron la salida y traté de guardar un poco que aunque parezca mentira, 1609 metros se pueden hacer largos; sin embargo, cuando di el primer giro, poco antes de llegar al primer cuatrocientos, me di cuenta que iba de los últimos por lo que tuve que acelerar para no ser el farolillo rojo. Había calculado que yendo a un ritmo de 4:00 min/km tenía que hacer cada cuatrocientos en 1:36 y cuando hice el primero vi que el crono marcaba 1:34, así que tampoco iba a poder ir mucho más deprisa. Dejé todo para la última recta donde eché el resto y conseguí adelantar a varios corredores que me precedían, llegando a meta con un tiempo oficial de 6:08 (ritmo de 3:48) que es bastante mejor que los 6:26 que había hecho en Carabanchel, así que muy contento. Por supuesto, tanto Viciosa como Don Liu llegaron antes que yo, con un tiempo de 5:43, aunque bueno, no estuvieron lejos.
El último en salir era un chico conocido nuestro que también estuvo conmigo en la milla de Carabanchel y en la milla nocturna de Usera. Él participó en la tanda 15, en la de los más rápidos, aquellos que tenían intención de bajar de 3:15 el kilómetro. Ya me dijo antes de comenzar que veía nivel en su prueba y de hecho lo hubo porque él hizo 4:47 (a un ritmo de 2:58) y llegó el 15º de la prueba.
Antes de irnos nos hicieron una bonita foto a los tres.
Cuando ya nos habíamos ido vimos las clasificaciones y allí pude ver que quedé el undécimo de mi categoría, mi amiga quedó segunda de su categoría y el chaval que nos acompañó fue tercero, los dos en puestos de pódium, pero como sólo daba trofeo al primero de las distintas categorías, excepto élite, hicimos bien en no quedarnos. Al final nos fuimos todos contentos, unos por sus puestos y yo por mi tiempo, que había mejorado bastante desde la primera que hice este año en Carabanchel.
Me animé a participar por segunda vez en esta carrera por tres motivos: el primero es porque forma parte del circuito de la Unión de Carreras de Barrio, el segundo porque me gustó la anterior vez en la que participé y el tercer motivo y principal, por ir con los compañeros del Club Atletismo Zofío a una carrera.
Esta carrera, al contrario que otras, empieza con las pruebas de los más pequeños, siendo la carrera de seniors y veteranos la última de todas. Esto hace que la carrera «grande» dé comienzo a las once de la mañana, que siendo como es verano, suele hacer calor. Y no sólo calor, con estas últimas tormentas, había también mucha humedad, un mal cóctel para correr, al menos para mí.
Quedamos a las diez menos cuarto en el punto de encuentro por lo que me dio tiempo a levantarme sin prisas y desayunar antes de llegar al punto donde ya estaban mis compañeros. Nos montamos en el coche de Emilio y nos acercó al madrileño barrio de la Elipa, donde dejamos el coche no muy lejos de la salida/meta. Fuimos andando a recoger el dorsal, lo colocamos en la camiseta y nos hicimos una foto junto al icónico dragón del barrio.
Dejamos la bolsa en el guardarropa, bebimos un trago de agua en la fuente situada junto al dragón y nos pusimos a calentar subiendo la calle Ricardo Ortiz, la misma por la que pasa la carrera nada más empezar. No quisimos hacer la calle entera para no asustar a uno de los compañeros que no conocía la siguiente subida, así que nos dimos la vuelta trotando y ya fuimos buscando nuestra posición detrás del arco de salida, aunque esa zona estaba casi vacía porque estábamos todos los corredores al otro lado de la avenida en la sombra, que ya pegaba el sol de lo lindo.
Nos encontramos con Tino, el de la carrera del árbol, con el que estuvimos charlando hasta el comienzo de la carrera. Dieron la salida, puse el cronómetro en marcha y al poco de empezar, subiendo Ricardo Ortiz, confirmé que las piernas estaban cansadas de la caminata de ayer, pero eso ya lo sabía del calentamiento y es que meterse una caminata de veinte kilómetros el día antes de una carrera no es una buena idea. Me fijé como objetivo alcanzar a un señor que corre con una camiseta de Mapoma de hace unos años. Poco a poco le fui dando alcance y un poco antes de llegar a la última bajada le adelanté.
En la segunda vuelta adelanté a dos corredores y me adelantó uno, así que iba más o menos bien, aunque más cansado que en la primera. Cuando alargaba la zancada notaba los cuádriceps muy cargados, así que hice muchos kilómetros con zancada más corta, como en las subidas. Cuando acabé la primera vuelta vi que el GPS marcaba 4,8 kilómetros, así que me animó pensar que no teníamos que hacer diez, se me hizo más llevadero aunque largo de todos modos. Cuando llegué al noveno kilómetro ya sólo quedaban 600 metros y todos cuesta abajo por lo que pensé en relajarme un poco, pero iba sintiendo pasos detrás de mí y tuve que acelerar hasta meta, llegando con un tiempo de 43:45 a un ritmo de 4:34 que lo di por bueno siendo una carrera con tanta cuesta, con tanto calor y con tanta humedad. La organización me da un tiempo neto de 43:39 debido a que tardé un tiempo en pasar por la alfombra de salida, pero cinco o seis segundos más o menos, tampoco es mucho la diferencia.
Cogí la bolsa que contenía productos de AhorraMas: agua, bebida isotónica, zumo, manzana y barrita. Bebiendo agua subí unos trescientos metros hasta la sombra de un árbol donde estuve animando a los corredores que pasaban, entre ellos Juanqui que fue el primero y al poco los demás compañeros. Luego, mientras nos hidratábamos, estuvimos un rato hablando de que había mucha humedad y hacia mucho calor y poco después nos fuimos al barrio donde Emilio nos dejó de nuevo en el punto de encuentro. ¡Muchas gracias Emilio!
Decir que por la mañana me pesé después de levantarme y hacer mis necesidades y la báscula marcaba 68,3 kg que es un peso que está muy bien, sobre todo pensando que he estado a punto de sobrepasar los setenta este verano.
Decían que este fin de semana iba a ser la hecatombe climatológica porque iba a llover más que en tiempos de Noé y la verdad es que aunque cuando salimos, pasadas las siete de la tarde, de Madrid yendo hacia Gerindote empezó a llover y a la altura de Parla lo hacía de una manera bárbara, luego aflojó un poco, pero se veía en los campos de cultivo que había llovido lo suyo porque estaba la tierra encharcada. Acercándonos a Toledo, en el desvío cerca de Bargas volvió a arreciar la lluvia y empecé a pensar que nos íbamos a mojar, pero llegamos a Gerindote y no caía ni una gota, aunque hacía fresco, lo cual no era mala cosa.
Recogimos el dorsal que nos lo dieron junto a una camiseta rosa, un bolígrafo de Soliss, una botella de agua, una pulsera y unos caramelitos blandos. No estuvo mal para comenzar. Nos vestimos de corredores, nos hicimos una foto y salimos a reconocer el circuito.
Al recoger el dorsal vi que había una modificación al circuito que habíamos hecho unos años antes, así que fuimos a reconocer ese nuevo tramos y vimos que incluía una cuesta arriba y una cuesta abajo que antes no había, lógicamente. También vimos otra modificación del circuito, a la altura del pequeño parque del Caño Nuevo, que se rodeaba en vez de pasar por el camino más corto. Seguimos trotando por el circuito sacando del error a algunos paisanos que nos animaban como si fuésemos los primeros, tuvimos que decirlos que estábamos calentando aún.
Fuimos hacia la salida ya que no quedaba demasiado tiempo. Saludamos a unos y a otros y verificamos que mi amiga estaba inscrita como local. Otros años sólo podían apuntarse como local si estabas empadronado allí, pero este año lo habían abierto también a los nacidos en la localidad, cosa que me pareció más lógica. Nos dio tiempo aún a calentar un rato a un lado y otro del arco de salida y meta. En la línea de salida vi a un matrimonio del club atletismo Novés, que estaban dispuestos a comenzar la prueba. Durante la maratón de Madrid estuvimos con ellos durante unos kilómetros y recuerdo que me contó que querían hacer 1h45 en la media maratón. Dieron la salida y me puse como objetivo adelantar al chico de Novés, calvo como yo, debía ser presa fácil 🙂 Pero me pasé de listo porque él iba en un grupo que me sacaron diez metros nada más empezar y no me acercaba a ellos ni queriendo. Hice el primer kilómetro en 4:18 y me pareció rápido. Pensé que si hacía la prueba a 4:30 estaría bien porque no me encontraba muy allá.
Iba sin perder de vista la cabeza pelada del de Novés cuando en la cuesta del «añadido» me adelantó una chica de la Asociación Atlética Torrijos, una tal Angélica, a la que no quise dejar escapar y pensé que quizás manteniendo su ritmo podríamos llegar a alcanzar al grupo donde iba mi «presa», pero fue todo lo contrario, me acomodé a su ritmo y éste era algo inferior al del grupo delantero y se fueron yendo poco a poco.
Un poco después de pasar por primera vez por el arco de meta fui dejando atrás a Angélica y fui poco a poco recortando terreno a otra chica del club TrainingRey. Esta chica iba haciendo unos ruidos muy fuertes en cada respiración, era un poco angustioso ir a su lado. Afortunadamente pronto se quedó atrás y volvió a acercárseme la tal Angélica, que debía ser muy conocida porque mucha gente la animaba por su nombre. En el parque del Caño Nuevo, hicimos el recorrido de la primera vuelta aunque la gente que iba andando (también había una marcha nocturna) decía que había que ir por el otro lado. La chica de TrainingRey aprovechó la circunstancia e hizo el «trasqui», yéndose por el camino más corto, poniéndose por delante de Angélica y de mí y ya no fuimos capaces de alcanzarla, haciéndose con la primera posición de veteranas y Angélica, segunda. Yo le dije a mi compañera de correrías que había hecho trampas, pero parece que no pareció importarla mucho.
Hice un tiempo oficial de 22:39 y lo mejor vino después porque nos comimos unas migas muy ricas recién hechas que habían preparado para corredores y paisanos mientras esperábamos la entrega de premios. Estuvimos hablando con los del club de atletismo de Novés y estuvieron tratando de convencernos de que nos apuntáramos a su club y le dijimos que lo pensaríamos. Llamaron al pódium a las tres veteranas y mi amiga no era ninguna de ellas, lo cual fue enormemente positivo porque de esa manera fue la primera de las locales y se llevó un gran jamón de Embutidos España.
Decir que era el segundo día que me calzaba unas Saucony Rider 16 y acabé muy contento con ellas, igual que el día anterior que fue cuando las probé. No me han ido mal las Brooks que acabo de desechar, pero éstas me han dado buen rollo. He cambiado de zapatillas para ver si con las nuevas se me quita ese dolor de rodilla que llevo con él desde febrero.
El lunes llegó un correo a una amiga con lo que vendían como un plan irrechazable: carrera nocturna, chapuzón y ágape, todo por 10 € y no muy lejos de Madrid, concretamente en Chinchón, uno de los pueblos más bonitos de la provincia. Así que rápidamente me convenció e hicimos las inscripciones para una carrera que se celebraría un día no muy habitual, un jueves. Nos apuntamos mi amiga y yo y tratamos de convencer a algunos compañeros del Club Atletismo Zofío, pero sólo Emilio se animó.
La carrera daba comienzo a las nueve de la noche, por lo que quedamos a las siete y media. Recogimos a Emilio y pusimos rumbo a Chinchón, célebre por el licor del mismo nombre y por su preciosa plaza con soportales… Y también conocido por la celebración de la Pasión de Jesús que escenifican en Semana Santa.
Llegamos con tiempo, recogimos el dorsal, nos vestimos de corredor y fuimos trotando a hacernos una foto en la plaza. Reconozco que no me gustó nada ver la plaza como estaba ya que debido a que iban a comenzar las fiestas la iban a utilizar como plaza de toros y estaba con vallas y gradas que estropeaban la vista de la plaza y los soportales. Nos hicimos la foto y volvimos hacia la piscina municipal porque era allí donde estaba situada la salida y la meta. Pensamos que si la carrera transitaba por el pueblo nos iba a tocar subir unas cuantas cuestas y duras, pero habíamos visto el perfil y sólo se veía una cuesta, así que estaba claro que el recorrido iba a ser por otro sitio.
Dieron la salida y después de unos pocos metros por asfalto cogimos un camino bastante polvoriento y no volvimos a pisar asfalto hasta la llegada, así que ese 80% por caminos y 20% por asfalto no fue muy exacto… Después de las lesiones que he tenido y que estoy entrenando poca cosa a pie y más con la bici, no sabía cómo iba a responder. En un principio pensaba esperar a mi amiga, pero en el primer kilómetro vi que no se acercaba y decidí ir al ritmo que me pidiera el cuerpo. Lo bueno de este recorrido por caminos es que es más o menos llano, hasta que nos encontramos con una cuesta bastante puñetera, pero tiene de malo que se levantó mucho polvo y se iba pegando a la garganta.
Como salí algo conservador, luego fui adelantando a unos pocos, tampoco muchos. Se me atragantó la cuesta, como imagino que a todo el mundo, y una vez coronada traté de seguir al ritmo que iba, aunque iba notando que me fallaba un poco la respiración aún teniendo las piernas más o menos bien, se nota que entreno poco y lo poco que entreno lo hago más relajado.
Llegué a meta dándolo todo y muy feliz porque no me dolió ni la rodilla ni el gemelo derecho que empezaba a notar alguna cosilla por ahí. Poco después llegó mi amiga y algo más tarde Emilio. Mientras ellos llegaban fui al coche a por las mochilas y rápidamente nos metimos en la piscina, que fue de lo más agradable. Después de correr y venir todo sudoroso, un baño en la piscina o en el mar o donde sea, es de lo mayores placeres.
Nadamos un poquillo y salimos no sea que los ávidos corredores fueran a terminar con la comida que ya estaba puesta sobre la mesa cuando llegamos. Allí estuvimos comiendo y bebiendo un generoso ágape esperando a la entrega de trofeos que estaba prevista a las diez y media y que empezó a la hora establecida. Nuestra compañera quedó segunda en su categoría, por lo que además del baño y las viandas nos volvimos con una copa, que no es nuestra, pero como si lo fuese 😉
Después de los trofeos nos fuimos a la plaza a tomar un café para así completar la cena del día y algo más tarde, vuelta para Madrid más contentos que unas castañuelas por esa bonita jornada. Habrá que repetir si se anima la organización a volver a hacerla el año que viene.
Corrí sin reloj por lo que no supe el tiempo que realicé porque aunque a la entrada vi que llevaba 25 minutos no vi los segundos. Luego en la clasificación vi que me dieron un tiempo neto de 25:46 que tratándose de un recorrido de 5,5 kilómetros supone un ritmo de 4:41 que no es nada del otro mundo, pero que llevaba bastante tiempo sin ir a esos ritmos entre unas cosas y otras.
Sonó el despertador a las 6:45 porque teníamos en la cabeza que íbamos a tardar en recoger todo. Nos levantamos, desayunamos, recogimos todo y a las 7:45 nos pusimos en marcha.
La salida de Estremera es todo para arriba, una subida no muy dura de unos cinco kilómetros. Luego viene una buena bajada hasta la Vía Verde del Tajuña a la altura de Carabaña. Allí dejamos nuestra ruta para acercarnos a ver la finca en la que estuvo trabajando mi tío unos cuantos años y donde pasé alguna temporada que otra. Hicimos un par de kilómetros y llegamos a la altura de la finca donde hicimos unas fotos y me entró mucha nostalgia.
Como a la ida, paramos en Morata a desayunar (sí, otra vez). Compró mi amiga cuatro palmeritas y nos sentamos a la mesa de un bar de la plaza donde yo tomé un café y mi amiga un Aquarius.
Al llegar a Rivas había la opción de ir como a la ida o un atajo. Optamos por la opción nueva y tuvimos que pasar por debajo de la A-3 andando porque había mucha vegetación.
Tuvimos que pasar el camino inundado por el propio camino porque las vallas que estaban tiradas el otro día las habían levantado. Al final ya estaba deseoso de llegar, así que aceleré el paso, pero mi amiga se quedaba enseguida, así que tenía que esperarla y no conseguía nada.
Llegamos al barrio y compré dos Powerade azules. El mío cayó enseguida y me apresuré a comprar otro, me notaba algo deshitradado, hacía bastante calor. Y de este modo acabamos nuestra breve aventura por el Camino de Uclés. No es tan atractivo, ni de lejos, del Camino de Santiago que hicimos el año anterior, pero nos sirvió para hacer algunos kilómetros y conocer nuevos sitios.
Sonó el despertador a las siete, nos levantamos, desayunamos, recogimos un poco las cosas metiéndolas en las alforjas y un poco antes de las ocho salimos habiendo dejado las alforjas en el albergue ya que íbamos a volver al mismo sitio por la tarde y no había más peregrinos.
Salimos de Estremera y lo primero que encontramos fue una primera subida por un camino de gravilla y tierra, muy desagradable. Luego empezamos a bajar buscando el río Tajo atravesando tres túneles ferroviarios, pero no son muy largos y se pueden atravesar sin luces. Al llegar a un cuarto, que está tapiado, cogimos un camino a la izquierda con mucha pendiente y mucha piedra suelta, algo peligroso.
Cruzamos el río Tajo y el río Salado por la carretera y nos metimos en una urbanización llamada El Ballestar con un rampón del carajo, menos mal que estaba asfaltada la calle y se puede subir mejor.
Bajamos lo subido por una carretera también asfaltada con una buena pendiente también. Al acabar la bajada cogimos un camino que nos llevó durante muchos kilómetros por campos de regadío donde vimos multitud de conejos que se cruzaban y que uno de ellos dio un buen susto a mi compañera.
Llegamos a Barajas de Melo y paramos en un bar a comernos un plátano y de paso a que nos sellaran las credenciales y tomarnos un Aquarius. Vinieron las bebidas con un pinchito de tortilla, cosa que se agradeció.
Se sale de Barajas de Melo por un camino muy bonito donde hay que pasar por unas baldosas para no mojarse y donde hay una bonita cascada y mucha sombra, un lugar de ensueño.
Muy bonito pero que pronto te muestra el otro lado ya que un poco después aparece una rampa criminal con porcentajes de hasta el 17% por un camino de tierra y piedras, que tuve que subir como pude, con el corazón a cien por hora. Allí nos encontramos con la cruz del peregrino, un palo muy alto con una cruz de Santiago arriba. Allí mucha gente echa una piedra pintada que trae de su casa. Había unas cuantas pintadas de amarillo y azul, entiendo que por Ucrania, con la palabra PAZ. Hay también un sitio de piedra con una puertecilla que guarda en su interior un sello y un tampón donde tú mismo te puedes sellar la credencial, cosa que hice.
A partir de entonces hay un montón de subidas y bajadas no tan duras como la de la cruz, pero con un piso asqueroso. Cada vez que subíamos un cerro pensaba que detrás estaría Huelves, pero no, había más cuestas y más piedras en el camino.
Pasamos por debajo de una carretera donde está el paso internacional de peregrinos y donde había un montón de vieiras pintadas con banderas de distintos países.
Poco después llegamos a Huelves, un pueblo muy pequeñito. Allí cogimos un camino rural asfaltado donde indicaba que faltaban ocho kilómetros y medio. Íbamos tan felices por ese camino hasta que pasamos por debajo de las vías del tren y aunque el track indicaba que siguiéramos por el camino asfaltado, las flechas rojas nos indicaban que girásemos a la izquierda por un camino. Camino que resultó ser bastante mierdoso porque también tenía bastantes subidas y bajadas y con el piso aún peor que en tramos anteriores.
La única gracia de este camino es que se ve el monasterio y el pueblo desde lo alto de un cerro, pero fueron los ocho kilómetros y medio más largos de mi vida.
Por fin empezamos a bajar hacia Uclés, pero antes de bajar del todo nos hicimos un selfie con en monasterio al fondo. No podía faltar.
Desembocamos en una carretera y llegamos a Uclés aunque para llegar al monasterio nos tocó subir otra buena cuesta. En la puerta salió un tipo, que resultó ser el de la tienda, que nos estuvo contando sus hazañas de maratones corridos, triatlones y sus actuales correrías en bici. Nos contó que hasta los 70 años estuvo haciendo maratones por debajo de tres horas. Nos despedimos después de una media hora de charla y descanso y dimos una vuelta al monasterio admirando su arquitectura.
Necesitábamos llenar los bidones, preguntamos al chico de la taquilla del monasterio y bajamos por donde nos había comentado, llegando a la fuente de los cinco caños donde nos refrescamos un poco, llenamos nuestros bidones y nos pusimos en marcha con la idea de volver sobre nuestros pasos pero tratando de no pasar por puntos innecesarios de difícil acceso, como por ejemplo el último camino que nos trajo a Uclés desde Huelves que lo hicimos por el camino rural aunque no pudimos saltarnos la rampa que hay al salir de Uclés. Por el camino rural asfaltado llegamos a Huelves en un periquete y además vimos un corzo por allí dando saltos.
Otro tramo que nos ahorramos fue pasar por la cruz del peregrino, que habíamos visto en la ida que también era duro subir por el otro lado. Salimos directamente a la carretera que va de Huelves a Barajas de Melo y que estaba cortada porque la estaban asfaltando. Afortunadamente por la bajada que cogimos habían quitado el asfalto viejo, pero todavía no estaban asfaltando por esa zona.
Llegamos a Barajas de Melo y decidimos comer allí porque eran casi las dos y media y si seguíamos hasta Estremera íbamos a llegar con los restaurantes cerrados. Entramos en el bar la Peseta y allí comimos.
Sobre las tres y media nos volvimos a montar en nuestras bicis con la tripa llena y bastante calor por unos caminos sin ninguna sombra. Volvimos a pasar por el bosque de los peregrinos donde hay árboles pintados tipo bosque de Oma. Después de unos cuantos kilómetros rodando cerca de aspersores que además de regar embarraban el camino, llegamos a la urbanización el Ballestar donde de nuevo subimos lo bajado por la mañana con rampas que superaban el 12% afortunadamente por asfalto.
Ya no volvimos a pisar ningún camino porque la subida desde el Tajo a Estremera la hicimos por la carretera para ahorrarnos los túneles. Por desgracia, por la carretera también subimos buenas rampas. Llegamos a las cinco menos cuarto a Estremera después de 94 kilómetros casi todo por caminos y algunos en muy mal estado. Jornada dura además también por el calor, no es muy aconsejable andar por aquí un 25 de julio.
Sonó el despertador a las siete y en algo menos de una hora salíamos rumbo a Estremera, fin de etapa de nuestro primer tramo del Camino de Uclés. Se supone que el camino comienza en la iglesia de Santiago en Madrid, pero salimos desde nuestro barrio, que está cerca del Parque Lineal del Manzanares por donde pasa el camino y en donde hemos visto en infinidad de veces la cruz de Santiago por allí marcada.
Ese primer tramo hasta la Poveda ya lo habíamos hecho alguna vez en bici por lo que íbamos tranquilos por esos caminos ya transitados. Nada más salir del Parque Lineal, entrando en el Parque del Sureste, pasamos por un sitio que no sé si son yacimientos de algo, porque se ve por allí mucha gente haciendo agujeros y limpiando lo que sacan, pero además siempre hay camiones por allí sacando un montón de tierra haciendo lo que parece un nuevo camino. No sé realmente lo que están haciendo porque tampoco encuentro información de internet. Allí quedaba 130 kilómetros hasta Uclés y hacia el otro lado 690 kilómetros hasta Santiago. El año pasado ya fuimos a Santiago y este año tocaba el camino más corto.
Después de tragar algo de polvo por el tránsito de camiones, pasar el puente de la Gavia y atravesar la M-50 por debajo, pasamos por un sitio que alguien ha llamado «El Paraíso de cigüeñas» porque hay un montón de nidos de estas aves. A esas horas deberían estar buscando alimento porque no se veían cigüeñas en los nidos.
El primer punto conflictivo está en el mismo Parque del Sureste, una vez pasada la Cañada Real, ya que no se sabe bien de dónde surge un reguero de agua que anega el camino y que o bien eres muy hábil con la bicicleta y lo pasas montado llenándote de agua y barro o bien lo pasas andando llenándote también de barro o la tercera alternativa es vadear el enorme charco que cubre todo lo ancho del camino. Otras veces habíamos pasado desmontados por un caminillo más arriba, pero esta vez vimos que estaba lleno de vegetación como si no se utilizase más. Entonces recordé que un poco antes de llegar a este sitio había visto tirada una valla y un pequeño camino y pensé que a lo mejor se podía vadear por ahí. Retrocedimos y pasamos por encima de la valla caída (o tirada) y por la vereda vadeamos el gran charco y acabamos en otra valla caída (o tirada) que pasamos por encima. Primer obstáculo salvado.
Llegamos a Rivas, pasamos un tramo urbano y poco después estábamos en la laguna del Campillo, una zona realmente bonita.
Se llega a La Poveda donde después de atravesar una carretera comienza un carril bici que es todo subida, de poca pendiente pero todo para arriba. Por allí había bastante gente paseando y corriendo. Llegamos a Arganda donde callejeamos un poco y ya cogimos la Vía Verde del Tajuña y sigue siendo todo para arriba, pero con pendientes más pronunciadas. Se notaba que llevaba las alforjas porque pesaba la bici. Antes de terminar la subida llegamos al hito kilómetro que indicaba 100 kilómetros para Uclés y allí nos hicimos unas fotos.
Seguimos subiendo hasta pasar por detrás de la cementera y desde allí ya comenzó el descenso hasta Morata de Tajuña donde al llegar al pueblo abandonamos el Camino para llegar al centro y comernos unas palmeritas, la especialidad del pueblo.
Había un montón de calles cortadas por lo que tuvimos que hacer algunas cirigoncias para llegar a una pastelería que ya conocíamos de otras ves, pero estaba cerrada, así que paramos un poco más arriba, en la plaza del Ayuntamiento. Preguntamos a un señor si había algún otro sitio y nos indicó uno cercano donde compramos cuatro palmeritas que comimos junto a un Aquarius para ella y un café frío para mí. Mi compañera se acercó al ayuntamiento a sellar las credenciales consiguiendo de esta forma el segundo sello después del de Rivas que nos pusieron al comprar dichas credenciales.
En Morata llevábamos 46 kilómetros, algo más de la mitad de los 90 previstos, que luego fueron menos. Para seguir el Camino había dos posibilidades, o bien subir hacia la Vía Verde atravesando el pueblo o tirar hacia Perales y coger el carril bici más adelante. Optamos por lo segundo ya que no había que subir aunque algún pequeño repecho nos encontramos antes de llegar a Perales.
Al llegar a Perales cruzamos una carretera y anduvimos algo dubitativos porque no estaba bien indicado, menos mal que íbamos siguiendo el track y pronto vimos las indicaciones. Se pasa por debajo de la A-3 y se va unos metros por una carretera con tráfico, aunque afortunadamente al poco sale el camino a la izquierda y se va paralelo al Tajuña por un terreno muy llano. Al llegar a Tielmes me quedaba poca agua así que estuve mirando por el puente medieval y vi una fuente que un paisano me indicó. Lo malo es que era agua no tratada. Me lo hubiese bebido sin más, pero vi que el bar Piscina estaba un poco más allá atravesando el puente medieval y para allá que fuimos para que nos sellara la credencial y comprar una botella de agua, que me la vendieron a precio de oro ya que me cobró 2 € por una botella de litro y medio.
Seguimos hacia Carabaña y a la altura de ese pueblo se gira hacia la derecha para coger la vía de los 40 días que empieza con un rampón formidable que luego suaviza, pero que sigue para arriba sin descanso. En el kilómetro 75 paramos para comernos una barrita. Vimos un árbol y nos metimos bajo él a protegernos con su sombra de un sol inclemente. Comimos la barrita y seguimos subiendo hasta un punto que atraviesa la carretera y allí comienza el término municipal de Estremera, nuestro destino. Paramos a hacernos unas fotos y allí vimos que pasaba también la Cañada Real Soriana.
Allí empieza un terreno favorable hasta el pueblo de Estremera. Pronto encontramos el albergue hablé con un tal Javi y al poco llegó abriendo el albergue y dejándonos un par de llaves. El albergue está genial ya que está recién estrenado y todo muy nuevo y limpio. Además tuvimos suerte de que no había más peregrinos, así que tuvimos un súper albergue para nosotros dos solos.
En esta primera etapa recorrimos 85 kilómetros, muchos de ellos por carril bici. Hay una bonita subida para ir desde Arganda hasta Morata y luego otra buena cuesta entre Carabaña y hasta casi llegar a Estremera. Afortunadamente estas subidas son por carril bici y se va bastante bien.
Llevo un montón de años entrenando a pie por el Parque Lineal. Hace un tiempo empecé a ver unas cruces rojas pintadas en algunos puntos del circuito por donde solía entrenar. Descubrí que esa cruz roja es la cruz de Santiago y que indicaban el camino desde la iglesia de Santiago en Madrid al Monasterio de Uclés. Me dije que algún día tendría que hacer ese Camino y este mes de julio de 2023 llegó el momento.
Me estuve informando sobre el Camino y unas de las cosas que descubrí es que saliendo desde la iglesia de Santiago y llegando al monasterio el trazado son aproximadamente 145 kilómetros y se pueden recoger las credenciales en Rivas-Vaciamadrid en un par de sitios. También, hablando con la Asociación de amigos del Camino, me convencieron de hacerlo en tres etapas ya que lo iba a hacer en bici. En un principio había pensado en hacerlo en cuatro etapas, pero me pareció bien la sugerencia porque al hacer tres etapas sólo había que dormir dos días y se podía aprovechar el albergue de Estremera tanto a la ida como a la ida. La cosa quedaría así:
Primera etapa: Madrid – Estremera
Segunda etapa: Estremera – Uclés – Estremera
Tercer etapa: Estremera – Madrid
Nos acercamos a Rivas-Vaciamadrid a recoger la credenciales ya que es necesario tener la credencial para poder pernoctar en el albergue de Estremera. Uno de los sitios donde se pueden recoger es en el bar Guanchinche y fue allí donde retiramos las credenciales. Pagamos 4 € por cada una de ellas, dinero que se supone destinado a la conservación del Camino.
Reservamos también sitio en el albergue de Estremera para dos noches, para ello tuvimos que pagar 5 € por noche y peregrino.
Un año más, para celebrar que llegan las vacaciones de verano, participé en la XLI edición del Trofeo San Lorenzo, una de las carreras más bonitas y castizas de Madrid y que además forma parte de la Unión de Carreras de Barrio. Es por ello que nos dimos cita un buen número de compañeros del Club Atletismo Zofío, para sumar puntos individuales y por equipos. Este año tocó adelantar la carrera ya que en un principio se iba a celebrar el 23 de julio, pero al convocar las elecciones ese día, tuvieron que adelantarlo una semana.
Sonó el despertador a las siete y me levanté. Desayuné como todos los días, pero menos cantidad para no tener la tripa llena en el momento de la carrera. Llegamos a las ocho en punto al punto de encuentro y nos extrañó no ver a nadie, pero pronto aparecieron los compañeros, se montaron en el coche y antes de llegar a la glorieta de Embajadores nos metimos por una calle a la derecha y enseguida encontramos sitio donde aparcar.
Fuimos andando hacia la meta y en la calle Argumosa, justo donde acaba la pequeña cuesta, nos encontramos con la otra compañera que había venido por otro lado. Dejamos las cosas en el ropero, nos hicimos una foto y estuve estirando mientras los demás calentaban.
Fui hacia la salida y enseguida nos pusimos en marcha. Pronto me quedé solo, ya que mis compañeros salieron más deprisa ya que yo había decidido ir tranquilo porque llevo con la rodilla fastidiado desde que me lesioné entrenando para la maratón, ya unos cuantos meses y no se me pasa.
Fui prácticamente al trote sufriendo la rodilla más en las bajadas que en las subidas. Gente que me adelantaba en la bajada o en el llano luego los adelantaba en la subida. Los escalones me los tomé con calma, pero tampoco me dormí. Pasando por el Palacio Real adelanté a José Luis, compañero de equipo, y ya fui con él hasta la meta. El hombre también anda algo tocado de la rodilla. Al pasar por la línea de meta vi que el minutero marcaba 51 minutos, pero hasta que no vi la web no supe que mi marca era de 51:46. Recogí la bolsa con avituallamiento consistente en agua, bebida energética, una manzana, un zumo y una barrita con la correspondiente bolsa de AhorraMas.