He decidido parar porque veo que la lesión no se va y es tontería seguir corriendo. Pararé unas semanas para ver si me recupero del maldito tendón de Aquiles que tanta guerra me ha dado durante tantos años.
Después de estar una semana parado después de la maratón lo intenté el domingo 5 de mayo, salí a andar y trotar un poco, pero noté ligeras molestias en el tendón. Aún así, salí a correr el martes 7 de mayo y aunque sólo hice 5 kilómetros y a un ritmo muy tranquilo, las molestias seguían ahí. Lo mismo me ocurrió el jueves 9 de mayo, que hice otros 5 kilómetros y con sensaciones nada buenas por la misma historia. El sábado 11 de mayo salí con Ninfa y Miguel y bajamos al Parque Lineal y aunque yo no quería hacer mucho, mis compañeros me «obligaron» a hacer 9 kilómetros. Al meter más kilómetros el tendón me molestó más que los días anteriores. Acabé la semana yendo en bici hasta San Martín de la Vega y en bici la verdad es que no lo noté, el tendón iba genial, por lo que mejor bici que correr a pie.
Ya había tomado la decisión de parar porque veía que aquello no se arreglaba; sin embargo el 15 de mayo, festividad de San Isidro hicimos una encerrona a Joaquín para hacerle un regalo por su reciente boda. Le engañamos diciendo que íbamos a hacer un entrenamiento y cuando llegó se encontró con un grupo de pradolongueros muy numeroso. Le entregamos su regalo y él correspondió invitándonos a un café. Antes del café hicimos unos kilómetros siguiendo el trazado de la Carrera Popular Barrio del Zofío que se celebrará el 16 de junio en nuestro barrio. Hicimos la vuelta de 5 kilómetros y un poquito más para completar 9 kilómetros. Acabé bastante fastidiado del tendón. La parada es obligatoria hasta que me recupere, es tontería seguir machacando el tendón.
Como llevo haciendo estos últimos años, me presenté en la salida de la maratón de Madrid sin haber entrenado prácticamente nada para correr una maratón, aunque este año con el hándicap añadido de estar fastidiado del tendón de Aquiles de la pierna derecha. Por tanto, no tenía muy claro hasta donde podía llegar.
Tenía un sito en el cajón 2, lo que significaba que a las 8:50 nos teníamos que poner en marcha. Puse el despertador a las 6:15, estuve desayunando y como había quedado a las 7:20 en el Cercanías de Doce de octubre tenía pensado salir a las 7:00 de casa. A esa hora salí, pero cuando estaba en la calle me di cuenta que había olvidado mi móvil de pulsera, que había pensado llevar por si me retiraba, avisar a una amiga que me iba a esperar. Volví a casa, cogí el móvil y volví a bajar. De nuevo me di cuenta que había olvidado algo, esta vez el cronómetro, así que volví a subir. En estas estaba, subiendo y bajando, cuando recibí un mensaje de Ninfa de que si pasaban a recogerme y le dije que sí, porque ya no llegaba a la hora prevista ni de broma. Salí de casa, me recogieron a los pocos minutos y un poco más tarde estábamos aparcando el coche cerca de la boca del Cercanías de Doce de octubre. Cogimos el tren, hicimos trasbordo en Atocha y enseguida nos estábamos bajando en Recoletos. Yo había quedado a las 8:15 con mis antiguos compañeros de MaraT+D y aún quedaba bastante tiempo.
El ropero de la maratón era el más cercano a Cibeles, por lo que bajamos tranquilamente hasta allí, disfrutando del frescor matinal, que resultaba hasta agradable. Paré en un servicio a hacer mis necesidades y poco después dejamos la ropa en el ropero correspondiente y pusimos rumbo al Museo de cera, donde habíamos quedado. Por tomarnos las cosas con tanta calma, llegamos al punto de encuentro unos minutos más tarde, pero allí estaban los antiguos compañeros con los que estuvimos hablando tranquilamente y haciéndonos algunas fotos. Después nos deseamos todos buena suerte y partimos cada cual a nuestro cajón.
El cajón 2, el que teníamos asignado Ninfa y yo estaba bastante arriba, por lo que nos dimos un buen paseo, pasando por aseos en los que había bastante cola para utilizarlos. Mi compañera tenía ganas de entrar, pero al ver tanta gente no se decidía, hasta que llegamos a los servicios que estaban junto a la puerta del cajón 2 donde había menos gente y se decidió a entrar. Estuvimos unos minutos en la cola e íbamos viendo que el reloj se aproximaba a las 8:50 y no entrábamos, pero también veíamos que cada vez la gente acababa más pronto viendo la proximidad de su salida. Al final entramos los el uno y el otro y cuando nos metimos en el cajón faltaban escasos segundos para que dieran la salida. Dieron la señal y aún tuvimos que esperar un poco a que todo el mundo se pusiera en marcha y consiguiéramos pasar la línea de salida.
Salimos juntos pero enseguida noté que aunque no había corrido nada la última semana, el dolor en el talón derecho estaba ahí, me molestaba más de lo que yo pensaba, afortunadamente aunque el dolor me acompañó durante los 42 kilómetros, pude correr sin demasiados problemas. Ella había entrenado bastante más que yo y era tontería que yo fuese a su ritmo o que ella fuese al mío, así que traté de ajustarme a 5:30 que había fijado como ritmo de crucero y la vi alejarse metro a metro. Mucho mejor para los dos. En estos primeros kilómetros, que eran cuesta arriba, iba mirando el cronómetro para tratar de no ir más rápido de ese ritmo previsto y aún así alguno bajé de 5:30. Es lo que tiene la euforia inicial, que como te descuides vas más rápido de lo que debes.
Cuando llegué al punto más alto de la carrera, a la altura de las cuatro torres y para no obsesionarme con el ritmo pensé que lo mejor era ir pendiente de las pulsaciones, que no subieran nunca de 160, de modo que cambié la pantalla del GPS para ver únicamente las pulsaciones y olvidarme de los tiempos.
Bajé Bravo Murillo tratando de no acelerarme demasiado, llegué a Cuatro Caminos y giré a la izquierda por Raimundo Fernández Villaverde. Justo cuando cruzaba el puente sobre el Paseo de la Castellana vi que una de las zapatillas se había desabrochado, lo cual me extrañó porque estaba seguro que la había atado con doble nudo. Paré en el puente, até la zapatilla, apreté el doble nudo y apreté también el de la otra zapatilla. Fue un error porque el hecho de ir con las zapatillas tan apretadas hizo que con el paso de los kilómetros las dos uñas de los dedos gordos se pusieran moradas y me molestaran más que mi molestia original del tendón.
En estos kilómetros iban tan despreocupado de los tiempos y los kilómetros que en un momento dado me preguntó un corredor que esperaba a otro que cual era el kilómetro por el que íbamos y le dije que el ocho y pico, a lo que contestó que imposible, que no podía ser. Miré el GPS y vi que marcaba algo más de diez. Me comí dos kilómetros sin querer… Que luego me devolvieron con creces.
Al poco pasé por la estación de metro de Diego de León, donde me retiré el año pasado. Sonreí al pensar que este año al menos iba a hacer un tramo más largo que el pasado. Fue en ese momento cuando comenzó una maratón desconocida para mí porque nunca había pasado por esas calles corriendo y me pareció un tramo bastante duro. La subida de Velázquez, aunque estaba en el kilómetro 16 también se hace dura. El trocito de Serrano aunque corto, es duro. La calle Eduardo Dato, también es para arriba y Santa Engracia, también es en subida. Son unos cuantos kilómetros bastante duros, muy rompepiernas. En la esquina de la calle Serrano con el Paso elevado de Enrique de la Mata, al poco de que los de la media nos dejaran, fue muy emocionante porque me encontré con Juan, también maratoniano y ciclista al que hacía tiempo que no veía, que estaba animando en ese punto. No pude evitar pararme y darle un abrazo porque me hizo mucha ilusión verle.
Había quedado con mi madre en la calle San Bernardo, algo más abajo de Quevedo, a las 10:35, pero mientras iba corriendo pensé que había quedado a las 10:30, por lo que subiendo por Santa Engracia miré el reloj y vi que iba a llegar un poco tarde, así que aceleré subiendo por esa calle y seguí a buen ritmo por José Abascal y Bravo Murillo. Cuando llegué al punto donde habíamos quedado allí estaba mi madre esperando como sólo una madre puede hacerlo. Me dio una gran alegría encontrarla por lo que fui a por ella y la abracé y la besé mientras derramaba alguna lágrima por la emoción. Le dije que la quería y ella me dijo algunas palabras que me guardo para mí y que no creo que olvide mientras viva. Fue un momento no emocionante, sino emocionantísimo. Me dio un plátano, me despedí de ella y mientras iba por la calle San Bernardo buscando Gran Vía no conseguía detener mis lágrimas pensando en mi madre y en todo lo que representa.
Llegué a Gran Vía y allí vi a Elena y a Silvia, que me dieron gritos de ánimo y poco después en Callao me di de bruces con la media maratón. Miré el reloj y vi que llevaba 1h53, tiempo que me pareció bien, más o menos como en estas últimas maratones. Hice un examen de mi estado físico y vi que iba bien, pero no me dijo gran cosa porque he entrenado para una media y sabía que eso no me iba a suponer mucho esfuerzo.
Bajé por Preciados, subí por la calle Mayor y pensé que había menos gente y menos animación que otros años, lo cual no me extrañó porque al ser un sábado la participación es menor y el público también más escaso ya que mucha gente trabaja. Bajé la parte de Mayor que es favorable, giré a la derecha por Bailén y llegué a la Plaza de Oriente. Ese trozo de recorrido es adoquinado y empecé a notar dolores en las uñas de los pies, pero no lo di excesiva importancia, ya que poca cosa podía hacer sino aguantarme.
Subí por Ferraz donde cogí un trozo de plátano y una botella de agua, luego Rosales y el Paseo de Camoens hasta el Puente de los franceses. No iba mal por allí ya que el gran parte es favorable. En la Avenida de Valladolid, sobre el kilómetro 27, adelanté al bueno de Simba. Le pregunté que qué tal iba y me respondió que mal, que había estado con lumbalgia y que habían tenido que pincharle, que iba a llegar hasta el treinta donde le esperaban y que allí lo dejaría. Demasiado duró con ese problema, ya que yo, con un problema similar, me tuve que retirar el año antes en el diez. En ese tramo ya iba notando que tenía las piernas duras como rocas.
En la Glorieta de San Vicente estaba esperándome una gran mujer, que no sólo me hizo una bonita foto, sino que me acompañó una milla vestida de calle, dándome ánimos… Y haciéndome subir las pulsaciones por encima de las 170 cuando me había mantenido sobre 150 durante todos los kilómetros anteriores.
A la entrada de la Casa de Campo estaba mi cuñado esperándome, que iba a hacer conmigo esos últimos catorce kilómetros. Desde entonces fue dándome ánimos y cogiendo algunas botellas de agua y un líquido azul que creo era Powerade. Fue un error beber esa pócima porque me produjo unas molestias en las lumbares o cerca al beberlo, como si se hinchase la tripa y me produjese ese dolor. Muy raro.
Iba subiendo por la Casa de Campo rumbo al Parque de Atracciones y me seguía extrañando que las pulsaciones no bajaran de 170. Pensaba que bajarían después de llegar al punto más alto de la Casa de Campo, pero no fue así, seguían altas. Seguía sin mirar el ritmo al que iba, pero notaba que ya no era el mismo que llevaba antes de llegar a este bonito parque de Madrid. Entré en la Casa de Campo medio bien y salí medio mal. Había dejado casi todas mis fuerzas en estos seis kilómetros. La subida del metro de Lago me costó lo suyo, pero bajando la Avenida de Portugal vi que aún podía dar zancadas medio decentes, pensé que mal del todo no iba, pero me confundí porque en el Paseo de la Ermita del Santo me dejé las pocas fuerzas que me quedaban. Recordaba la última que pasé por este sitio que iba a un ritmo endiablado y esta vez no podía ni con las zapatillas. Seguía con las pulsaciones altas y pensé que a lo mejor el reloj no ajustaba perfectamente a la muñeca y estaba dando medidas erróneas. Lo puse un poco más arriba de la muñeca y lo apreté un poco más por si acaso. De todos modos pensé que ya iba tan mal que no iba a mirar ni las pulsaciones ni ninguna otra cosa. Me quedaban en ese punto seis kilómetros y sabía que ya era todo cuestión de sufrir y sufrir si quería llegar a meta.
Poco después en el Paso de la Virgen del Puerto me encontré con mi amigo Paco. Había coincidido con él en la Media de Madrid y pude comprobar que estaba muy bien de forma y me extrañó verle andando. Me puse a andar para preguntarle qué le pasaba porque le vi una carita… Me dijo que estaba un poco mareado y que estaba pensando en retirarse. Le animé porque estábamos cerca del 38 y si lo hacía se iba a acabar arrepintiendo, que andase un poco más hasta que se le pasase un poco y ver si luego podía ponerse a correr. Le dejé y me puse a trotar para afrontar la subida de la calle Segovia con «carrerilla». Hice casi toda la cuesta arriba corriendo, pero según iba subiendo iba notando que el tendón, que había sido una ligera molestia durante casi todo el recorrido, me iba doliendo más y más, por lo que decidí hacer los últimos metros caminando a buen ritmo y eso me alivió.
Subí la cuesta y me puse a trotar dispuesto a no volver a parar. Subí el Paseo Imperial al trote cochinero y al acabar la cuesta me dio mi acompañante un poco de Powerade que me sentó fatal, me empezó de nuevo a doler las lumbares y me tuve que parar a estirarlas un poco. Fueron unos segundos hasta que se me pasó. Comenzó la última bajada hasta el Paseo de las Acacias y desde ahí sabía que era todo cuesta arriba. No tiene mucha pendiente pero en esos dos últimos kilómetros cualquier subidita es como el Tourmalet. Seguí por ese tramo al trote cochinero, más lento aún del que había llevado en los últimos kilómetros y poco después de la Glorieta de Embajadores me adelantó Paco a buen ritmo. Me dio gran alegría ver que se había recuperado del desfallecimiento que tuvo quizás provocado por una deshidratación.
Llegué al kilómetro 41 y pensé sólo queda el kilómetro de gloria después de 41 de sufrimiento. Pero cuando vas tan mal, ni kilómetro de gloria ni nada, sólo queda seguir sufriendo. Llegué a Atocha, luego al Paseo del Prado y ya pude vislumbrar a lo lejos la pancarta de meta. Quise acelerar el paso, pero no podía de ninguna manera, así que me resigné a pasar la meta como iba, de aquellas maneras.
Paré el cronómetro poco después de pasar la línea de meta y vi que marcaba 3:56:45 aunque la organización me da 3:56:40. Un mal tiempo, pero esto no tiene truco, la maratón siempre te pone en tu sitio. No regala nada. Con esta maratón son ya 28 y lo más curioso es que coincide con mi carrera popular número 300. No está mal.
Decía el 10 de marzo que estaba preparado para la media de Villarrobledo. Lo mismo dije el 31 de marzo para la media de Madrid, pero hoy no puedo decir lo mismo para la maratón de Madrid para la que necesitaría incluso más preparación y no estar medio lesionado.
El 7 de abril corrí la media de Madrid y acabé con el tendón de Aquiles de la pierna derecha bastante dolorido, por lo que decidí ir a la fisio lo más pronto posible. Y no es que empezara a dolerme ese día, ya llevaba unas semanas con las molestias. Al día siguiente pude ir a la fisio y me dijo que tenía una pequeña contractura. No le dije que iba a correr la maratón porque me hubiese tirado por la ventana, me callé astutamente por si acaso. Decidí parar esa semana para ver si con su manipulación y con un poco de descanso me recuperaba.
Después de esa semana de reposo salí el martes 16 de abril y lo hice con otras zapatillas por si fuese un problema con las zapatillas actuales que nunca han llegado a convencerme. Durante el entrenamiento me molestó un poco, pero no demasiado, lo cual me dejó bastante contento. Hicimos dos vueltas al parque pero a un ritmo muy tranquilo.
El jueves 18 de abril volví a salir. Al ser Jueves Santo quedamos un buen grupo de pradolongueros a las diez de la mañana sabiendo que nos íbamos a mojar, pero las previsiones daban lluvia todo el día, por lo que daba igual una hora que otra. Bajamos al Parque Lineal y cuando comenzamos no llovía mucho, sólo chispeaba, pero según iban pasando los kilómetros la lluvia arreció y acabamos bien mojados. Aproveché algunos kilómetros para aumentar el ritmo y comprobar el estado de mi tendón. Pude comprobar que no está como quisiera y si el martes acabé contento, esta vez no tanto. Hicimos únicamente 12 km que a estas alturas de preparación y estando como estoy no sé si son muchos o pocos. Quizás sea cuestión de las zapatillas, tendré que estrenar las Saucony que compré el día anterior.
El sábado 20 de abril salí a estrenar las Saucony Jazz 21 que había comprado unos días antes. Había quedado con un compañero en el punto de encuentro de Pradolongo pero cuando llegué ya se había ido, así que hice yo solo los 15 km que tenía previstos. En abril de 2015 compré unas Adidas Supernova Glide 7 que estrené un martes y el domingo corrí una maratón con cero problemas y confiaba que con las Saucony ocurriera lo mismo, pero nada más lejos de la realidad porque acabé los quince kilómetros con ampollas en la zona donde me suelen salir unas durezas, cerca del juanete, así que correré la maratón con las Adidas, por aquello de que más vale lo malo conocido. Y lo malo no fue sólo lo de las ampollas, sino que el tobillo me seguía molestando, así que correré la maratón medio lesionado y que Dios reparta suerte.
Hice los 15 km tratando de llevar un ritmo similar al que trataré de llevar en la maratón, entre 5:20 y 5:30 así que tardé 1:22:12 y el ritmo fue de 5:23. Acabé bien si obviamos los problemas de ampollas y talón.
Y la semana que viene lo mismo ni salgo porque estando como estoy, lo único que puede pasar es que vaya a peor. Lo dejaré todo para el día M.
Después del mal sabor de boca con el que salí de la media de Villarrobledo me apunté a esta media maratón para ver si realmente estaba tan mal o sólo fue un mal día. Por desgracia después de esa media he estado algo tocado del tendón de Aquiles y me presenté a esta carrera con poco entrenamiento, un tanto mosqueado con mi tendón… Y con dudas de si mi dieta de croquetas del día anterior había sido la más adecuada para enfrentarse a una carrera. Y es que el fin se semana se celebraba en el barrio de San Fermín la ruta de croqueta y estuvimos haciendo una ronda por unos cuantos bares probando las deliciosas croquetas que allí servían. Aprovecho para decir que para mí las mejores fueron las del bar Ánfer, que sirvieron una plato con un sugerente nombre: Flor de croquetillas con nueces y queso azul. Realmente deliciosas. Mi voto fue para este plato. Y eso que probé otras que también estaban bastante ricas.
No sé si por las croquetas, por las cervezas o por los nervios, el caso es que tardé en dormirme, aún así me levanté a las 6:45, tranquilamente estuve desayunando y preparando las cosas para salir de casa una hora más tarde. Sin prisa me acerqué hasta la parada del autobús seis y sobre las ocho y cuarto estaba bajándome del autobús en Atocha. Subí por el Paseo del Prado y lo primero que hice fue ir al servicio. Sospechaba que los químicos que pone la organización estarían a tope por lo que me metí en uno de esos públicos que hay por diversos lugares de Madrid y que por 10 céntimos puedes hacer uso de ellos. Después de soltar el dinero y entrar me di cuenta ¡que no tenía papel! Menos mal que llevaba un pañuelo de papel. No sabía que estos servicios estaban tan desatendidos.
Después de aliviarme me encontré con un ex-compañero del trabajo que había quedado con otro ex-compañero, así que esperamos a que apareciera este segundo y estuve con ellos aprovechando para hicernos una bonita foto donde se aprecia al fondo las tiendas de campaña militares que habían habilitado como guardarropa y que se convirtió en blanco de las críticas de casi todos los participantes por la mala gestión a la hora de devolver las bolsas, ya que hacía bastante fresco y más de uno se quedó congelado esperando.
Me puse de corto, dejé la bolsa y calenté un poco, no demasiado porque ya eran las nueve y en un cuarto de hora comenzaba la prueba. Me estiré después del breve calentamiento y me metí en el cajón correspondiente donde estuve esperando pacientemente que dieran la salida. Había pensado en las cuestas arriba ir sobre 4:30 y en las cuestas abajo ir lo más rápido que pudiera. Tampoco es que pudiera ir mucho más rápido porque los entrenamientos a umbral los he estado haciendo a 4:20 y me han costado dios y ayuda. Efectivamente hice el primer kilómetro en 4:32 dentro de lo previsto porque subir hasta la Puerta de Alcalá no es precisamente fácil. El segundo lo hice en 4:23 y de algún modo recuperé esos segundillos del kilómetro anterior.
La primera mitad de la media maratón es cuesta arriba con algún tramo favorable, mientras que la segunda parte es cuesta abajo con algún tramo hacia arriba. Siempre digo que lo que se pierde subiendo no se gana bajando, así que no es una carrera precisamente fácil. El kilómetro seis, subiendo por Santa Engracia, donde estaba ubicado el primer puesto de avituallamiento fue el más lento, donde me fui a 4:43. Siempre se pierde un tiempo entre que coges la botella y echas un trago y si encima es cuesta arriba, te caen segundos sin querer.
Cuando se llega al punto más alto de la carrera, cerca de las Cuatro Torres, se gira 180º y se baja hacia Plaza Castilla. Esta es la mía, pensé, ahora se van a enterar todos aquellos que me han pasado subiendo Bravo Murillo, pero al hacer el giro me di cuenta que había un desagradable viento frontal que no sólo soplaba con fuerza, sino que venía frío, así que contuve mis impulsos, cogí una botella de agua y traté de no perder tiempo mientras bebía.
Por Mateo Inurria, que sí es una buena cuesta abajo me emocioné y estiré la zancada, marcando un parcial bastante rápido, pero se gira a la derecha y se coge la Avenida de Pío XII que es de nuevo cuesta arriba. Otro puñado de segundos que se pierden. Sí es verdad que un kilómetro después empieza el terreno más favorable porque aunque aún quedan repechitos, estos son muy cortos. Fueron, obviamente, los kilómetros más rápidos, como imagino que les ocurrió a todos.
Llegando al Parque del Retiro hay que hacer un giro de casi 180º y ahí vi a mi amigo Juan Carlos, del Club Atletismo Leganés. No sé si es que yo me había ido acercando o bien me había pasado y no le había visto, lo cual es lo más probable… O bien no era él, porque luego vi en la clasificación que bajó de hora y media. Se me pasó por la cabeza tratar de acercarme, pero lo deseché enseguida porque ya iba bastante justo. Luego bajando Menéndez Pelayo llegué a la altura de un calvorota y pensé que podría tratar de que no se me fuese. Era una manera de motivarme en esos últimos kilómetros porque ya se me iba haciendo larga la carrera.
Tampoco pude hacerme con el calvorota por lo que me centré en tratar de mantener el ritmo que llevaba y olvidarme del resto. Estos dos kilómetros bajando Menéndez Pelayo y por el Paseo de la Reina Cristina fueron bastante buenos, ya que los hice en 4:15 y 4:16, de los más rápidos de la carrera. Desde Atocha hasta meta es de nuevo terreno ascendente y ahí se me fueron también algunos segundos… Y eso que apreté los dientes para llegar a meta lo más pronto posible.
Atravesé el arco de meta justo cuando el crono pasaba de 1h33 a 1h34, marcando un tiempo oficial de 1:33:46 muy contento porque mejoré el tiempo de la media de Villarrobledo y acabé con muchas mejores sensaciones. Queda claro que lo de Villarrobledo fue un mal día.
Lo peor vino después porque fui a recoger la ropa que había dejado en el guardarropa y había una cola de impresión en la tienda del número 6. En un principio en la cola estaba al sol, pero según me iba acercando, la sombra me cubría y empecé a sentir frío. Bueno, no fue mucho lo que estuve porque luego la mochila estaba ahí mismo, pero cuando me iba con mi ropa, vi que la cola para recoger las mochilas era muuuucho más larga que cuando me tocó a mí esperar. Creo que es un punto negro que debe mejorar la organización.
En uno de los momentos más emotivos de Blade Runner el replicante Roy Batty, justo antes de morir decía algo así como: Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de ataque en llamas más allá del hombro de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.
Roy Batty lo decía como algo único, algo irrepetible, alucinante, increíble, inaudito, cosas que no todo el mundo ha tenido la oportunidad de ver. Pues bien, hoy he visto en el Parque de Pradolongo cosas tan inauditas como las que vio Roy Batty. ¡He visto perros con correa en el parque de Pradolongo! ¡Y dueños pendientes de sus perros!
Ya he contado que el jueves pasado Emilio tuvo una experiencia muy amarga con unos cuantos perros, unos cinco canes, que le rodearon y le dieron un susto morrocotudo. Contaba Joaquín que cuando llegó Emilio al punto de encuentro después de ese desagradable incidente estaba desencajado, el hombre lo había pasado fatal.
Pues bien, cinco días después, el martes, mis compañeros Joaquín y Jesús tuvieron una experiencia similar, pero esta vez había más perros rodeándolos y encima los dueños de los perros achuzándolos, riéndose, insultándolos y grabando con sus móviles la redada. Alguno de los dueños les dijeron que se fueran a correr a la pista de atletismo. Hemos llegado a una situación en que para alguna gente, los perros tienen más derechos que las personas.
Después de pasar un muy mal rato decidieron ir a la comisaría de la Policía Municipal anexa al parque para denunciar la situación. Dijeron los municipales que mandarían una patrulla para ver qué pasaba. No sólo eso, al día siguiente fueron a la Junta Municipal a dejar por escrito su queja de lo que había sucedido.
Y algo debió hacer la Policía ese día o al siguiente porque hoy jueves cuando hemos pasado por la zona donde se juntan una docena de perros y perreros había algunos perros con correa y otros que no teniéndola, sus dueños los sujetaban cuando hemos pasado. Por supuesto, alguno estaba suelto y uno de esos salió ladrando a por nosotros, pero al menos no hubo una jauría de perros rodeándonos. Cada día que pasemos y nos ataque un perro volveremos a ir a la comisaría a quejarnos para ver si de una vez por todas podemos convivir en paz perros y corredores, que no parece tan difícil, sólo hace falta un poco de educación por parte de los dueños de los perros.
Con todo este asunto de los perros, el entrenamiento fue un poco mierdoso, ya que paramos, arrancamos, volvimos a parar. Un mal día para mi tendón de Aquiles que estas paradas y arrancadas no le sientan nada bien. Decía el domingo que me veía preparado para la media, pero voy a llegar tocado.
Comentaba hace unas semanas que me veía preparado para la media de Villarrobledo y hoy puedo decir lo mismo, que me encuentro preparado para la media… Pero esta vez la de Madrid.
Empecé la semana de entrenamientos como siempre un martes. Antes de salir me eché crema en el tendón de Aquiles de la pierna derecha y estuve masajeando la zona, luego estiré y a las siete estaba en el punto de encuentro. Allí estaba Joaquín y al poco llegó Jesús, así que los tres nos pusimos en marcha a un ritmo bastante llevadero, ya que yo tenía más miedo que vergüenza a que me doliera el tendón de Aquiles, pero afortunadamente pude correr sin problemas. Hice 10 km en 57:46 @ 5:46 min/km.
El jueves cuando llegué al punto de encuentro vi a Joaquín y a Emilio armados con palos. Les pregunté cual era el motivo y me contó Emilio que había llegado antes al parque, decidió dar una pequeña vuelta y cuando llegó donde están los perreros cinco perros le habían rodeado. Como siempre, con la frase mágica de si no hacen nada lo arreglaron todo los perreros. Al poco vino Jesús y nos pusimos en marcha los cuatro con Joaquín y Emilio bien provistos de palos por si volvía a ocurrir lo mismo. Al poco vimos a Mariano y un poco después a Luismi, al que llevábamos bastante tiempo sin ver, de esta forma completamos un pelotón de seis corredores que no es muy habitual. En la segunda vuelta se fuero Emilio y Jesús y al poco Luismi por lo que aprovechamos para apretar un poco, pero no conseguimos dejar a Mariano aunque dice estar lesionado. La segunda vuelta fue claramente en progresión ya que hicimos 4:56, 4:39, 4:21 y 4:09. En total fueron 9,5 km en 48:32 @ 5:05 min/km. Un buen entreno. En estas dos vueltas no tuvimos problemas con ningún perro pero cuando Joaquín se iba para casa se encontró con dos perrazos con muy malas intenciones… Y con las dueñas muy groseras que no pararon de insultarle, respondiendo aquello de el que tienes que estar atado eres tú cuando mi compañero les dijo que, por favor, ataron a los perros.
El sábado habíamos a las nueve y media y cuando llegué ya estaban en el punto de encuentro bastante gente: Andrés, Quique, Emilio II, Jesús y Miguel, aunque Andrés estaba de charla, no tenía intenciones de correr. Después de un rato de charla salimos los cinco hacia el río. Pasado el kilómetro cuatro decidió Quique poner tierra de por medio y yo aceleré, pero sólo un poco, por no ir al trote el guarro; sin embargo cuando llegué al cinco pensé que podía hacer los kilómetros que me quedaban por el parque a ritmo M, que fijé en 4:35 ya que 4:30 me parecía demasiado ambicioso. Cumplí con el plan e hice 8 km que salieron justo a ese ritmo. Cuando llegué al punto de encuentro estaba Miguel con el que me fui andando hasta su casa. Completé 16 km en 1:19:25 @ 4:58 min/km. Un ritmo bastante interesante.
Para no castigar más el tendón de Aquiles, pero con la intención de hacer fondo, se me ocurrió salir con la bici, por lo que el 31 de marzo fue la fecha señalada para la primera salida en bici de este año 2019. No fue un buen día porque al contrario que el día anterior, estaba nublado e incluso llovió, lo que hizo que me mojara. Además hacía frío. Fui por el carril bici hasta la glorieta de la Warner, muy cerca de San Martín de la Vega y allí me di la vuelta. Fue entonces cuando empecé a notar frío de verdad y se complicó la cosa con un dolor de culo típico de estas primeras salidas en bici. Hice poco más de 53 km en 2:16:27 @ 23,5 km/h.
Hoy he terminado con molestias en el tendón de Aquiles derecho. Podría ser por estar metiendo muchos kilómetros. Muchos kilómetros para los que yo acostumbro, claro, que para otra gente los kilómetros que hago son de risa. Como he dicho muchas veces, es mejor llegar corto de forma a una carrera que lesionado, así que tendré que bajar el número de kilómetros que hago a la semana. Pasaré de correr cuatro días a tres y tratar de salir con la bici ese cuarto día. Ya veremos si soy capaz.
Ya conté que el martes hice un regenerativo obligado. Y digo obligado porque tenía las piernas tan castigadas que aunque hubiese querido no hubiera podido ir más deprisa. El jueves cuando llegué al punto de encuentro ya estaba allí Joaquín, que al igual que yo tenía las piernas aún cansadas, pero eso no fue óbice para ponernos a entrenar. Al poco de empezar, cuando no llevaba ni doscientos metros, me tropecé con una raíz y caí al suelo arañándome las manos, la pierna derecha, la cadera del mismo lado y la espalda también de ese lado, fue un mal comienzo, pero no me importó demasiado, me acerqué a una fuente, me lavé un poco y seguimos. Un poco después del primer kilómetro nos encontramos con Mariano al que llevábamos bastante tiempo sin ver, ya que ha estado lesionado y aún no está bien del todo. Mariano nos sacó de nuestra zona de confort, como se dice ahora, llevándonos a un ritmo más vivo de lo normal, como debe ser. A mitad de la segunda vuelta apreté un poco hasta que nos encontramos con Emilio el hombre radiactivo que no pudo venir antes. Al verlo aflojé para ir con él, ya que no era cuestión de dejarlo tirado después de que el hombre viniera hasta aquí. Mariano y Joaquín siguieron a toda pastilla. Acabé haciendo 9,5 km en un tiempo de 52:21 @ 5:29 min/km.
El viernes envié un mensaje al grupo de pradolongueros para ver si alguien quería salir a al día siguiente a entrenar por la mañana, pero no obtuve respuesta, así que el sábado fui solito a Parque Sur, sitio al que llevaba tiempo sin ir. Ya tenía las piernas más descansadas por lo que iba más ligero aunque el circuito tiene más desnivel que el de Pradolongo. En este parque llevan unos meses arreglando los caminos y este sábado pude ver que están arreglando una escalera que sube a la parte más alta del parque desde una zona cercana a la Carretera de Toledo. En ese sitio había una escalera cuyos escalones eran de madera. Me pareció ver que están sustituyendo estos escalones por otros de cemento, los típicos de una escalera normalucha, de las que encuentras por la calle. Desde mi punto de vista, quedaban bastante mejor y más integrados en un parque los escalones de madera, pero quizás los están sustituyendo porque debe ser más fácil el mantenimiento. Hice dos vueltas en sentido de las agujas del reloj y otras dos al contrario totalizando 12 km en 1:01:38 @ 5:08 min/km. No miré el cronómetro en ningún momento durante el entrenamiento y me sorprendió el ritmo que llevé en estas cuatro vueltas porque tampoco es que me matara entrenando.
El domingo fueron 16 km en un tiempo de 1:25:14 @ 5:19 min/km por el Parque Lineal. Salí con una amiga con la que hice seis kilómetros, luego ella se desvió por el segundo puente y yo seguí para completar el circuito hasta el final del Parque Lineal. Al contrario que otras veces que cruzo un puente para ir a la margen izquierda y luego cruzar por el puente de colores a la margen derecha, esta vez no hice estos cruces y seguí por la margen derecha por debajo de la cementera. Por ese camino te ahorras unos metros, pero hay más desnivel. Fue un auténtico entrenamiento en cansancio porque aún no me había recuperado de los esfuerzos de la semana. Y este tipo de entrenamiento viene genial para una maratón, aunque mi tendón de Aquiles se resintió y habrá que cambiar de planes.
Había olvidado contar que el domingo antes de salir me subí a la báscula y pesaba 69,9 kg que es ¡un kilo más! de lo que pesaba dos semanas antes. Bien es cierto que el sábado estuve de cumpleaños y quizás comiese más de la cuenta. Además que el miércoles me comí un cocidazo de los buenos.
Contar también que en Pradolongo están arreglando el alumbrado, ya que aunque hay farolas muchas están tapadas por los árboles y además dan una luz mortecina que alumbra muy poco. El arreglo consiste en alejar un poco las farolas de los árboles, pero si no podan un poco las ramas, tampoco se va a arreglar mucho. Otra cosa que han hecho es eliminar una farola enorme que tenía unos cuantos focos que en su momento alumbraban lo suyo. En vez de arreglar esa farola ha sido eliminada, no sé si eso es muy efectivo para que haya más luz en el parque.
Acabé muy mal la media del domingo, con las piernas cargadísimas y hoy cuando me he puesto en marcha notaba todavía las piernas cansadas. Dejó secuelas la media, hacía tiempo que no tenía las piernas como hoy; sin embargo, cuando se tienen las piernas así lo mejor es salir y correr algunos kilómetros como regenerativo. Sin lugar a dudas, es mucho mejor mover las piernas que estarse quieto.
Quedamos como siempre a las siete en el punto de encuentro. Cuando llegué sólo estaba Joaquín, pero en los minutos de cortesía llegó Jesús. Los tres estábamos con las piernas cansadas, dos de nosotros de correr y Jesús de haber estaba trabajando en el campo el fin de semana. Es por esto que nos tomamos el entrenamiento muy tranquilos, charlando los unos con los otros y viendo en el reloj que el ritmo era casi siempre superior a seis minutos por kilómetro, que en el día de hoy era un ritmo óptimo. Sólo corrí 7,8 km en un tiempo de 47:39 al escalofriante ritmo de 6:05 min/km. Un buen regenerativo.
Después de la experiencia de la media he estado pensado qué pudo pasar, porque no estaba súper entrenado, pero algo había hecho y el ritmo que traté de llevar tampoco fue excesivo… Siempre desde mi punto de vista, claro. Una de las cosas que claramente me perjudicó fue el calor que hizo, que me provocó una pequeña deshidratación y eso que bebí en todos los puestos, aunque quizás no tanto como debiera. Otra de las cosas que tampoco me vino bien fue el haber estado el día antes bastante ocupado. Por la mañana estuve montando una rueda del patinete Xiaomi M365 que había pinchado y cualquiera que lo haya hecho alguna vez sabrá que es una tarea ardua. A mí me dejó heridas en las manos, los dedos de las manos doloridos y los músculos de los brazos muy castigados. Por la tarde, aunque me eché la siesta, estuve limpiando la casa y eso tampoco ayudó precisamente. Uno se va haciendo mayor y tiene que tratar de llegar lo más descansado posible a la carrera y eso implica pasar el día de antes lo más tranquilo posible. En la próxima media habrá que ponerlo en práctica.
He vuelto de Villarrobledo un poco triste. Triste por la carrera en sí porque el día ha sido fabuloso con los compañeros. Sabía que no iba bien entrenado, pero pensaba que no lo iba a pasar tan mal como lo he pasado en los últimos kilómetros de la carrera. Menos mal que Joaquín sí ha podido continuar a su ritmo y ha conseguido auparse al primer puesto del cajón en locales de su categoría y segundo contando con los forasteros. Y no le faltó mucho para quedar también primero porque sólo estuvo a 28 segundos. Me consuelo si al menos los catorce kilómetros y medio en los que estuvimos juntos le serví de ayuda.
Aunque la salida de la media era a las diez y media, el día empezó temprano para nosotros ya que habíamos quedado con Emilio a las siete y media para salir de Madrid a Villarrobledo, que está a unos doscientos kilómetros. Llegamos unos minutos tarde al punto de encuentro y ya estaba allí Emilio con un amigo suyo, Rafa, que también se venía con nosotros a tierras albaceteñas. Así que serían las siete y treinta y cinco cuando salimos y dos horas más tarde estábamos aparcando al lado del Polideportivo de los Pintores, lugar donde está situada la línea de salida y la de meta.
Dentro ya del polideportivo estuvimos esperando a que llegara Joaquín, que lo hizo al poco. Nos entregó los dorsales, los colocamos en el pecho y volvimos al coche a dejar parte de la ropa y otro poco lo dejamos en el guardarropa habilitado dentro del polideportivo. Nos habíamos llevado prendas de repuesto para después ducharnos y estar presentables para la comida posterior.
Entre unas cosas y otras cuando quisimos calentar un poco sólo faltaban diez minutos para el comienzo y poco pudimos calentar, pero al ser una carrera tan larga tampoco hace falta un calentamiento exhaustivo. Hicimos unos trotes suaves y nos colocamos en el pelotón esperando el pistoletazo de salida. Fue en ese momento cuando dijeron por megafonía que la salida se retrasaba unos minutos porque un autobús que venía desde Leganés había sufrido algún percance y llegaba con retraso, que esperábamos al equipo Maratonianos de Leganés que venían en el bus. También dijeron por megafonía que sólo darían premios a los tres primeros de la general y al primero de cada categoría. Así que el segundo y el tercero sólo les quedaría el puesto, nada de premio ni reconocimiento. A mí compañero Joaquín no le hizo mucha gracias e imagino que lo mismo ocurriría con otros tantos, que a pesar de su edad se esfuerzan cada día para tratar de subir al pódium. Me pareció muy mal esta decisión de la organización. De hecho creo que esta va a ser mi última participación en esta carrera.
Tampoco esperamos demasiado porque tres minutos más tarde dieron la salida. Mi idea era acompañar a Joaquín para que tratase de hacerlo lo mejor posible y pudiera subir al cajón al menos como local porque ya le habían dicho que el primero puesto de su categoría era imposible. Salimos al buen ritmo y el primero kilómetro lo pasamos en 4:14, lo que me pareció muy rápido, pero ese primer kilómetro cuenta con un tramo cuesta abajo donde sin querer se te van las piernas. Yo quería ir sólo unos segundos por debajo de 4:30 para poder llevar un ritmo majo, pero sin pasarnos, que el entrenamiento no había sido todo lo bueno que me hubiese gustado. Poco antes del tercer kilómetro hay un giro de ciento ochenta grados y ahí vimos a dos corredores con la camiseta del club local que Joaquín pensó que eran de su categoría y al verlos por delante le dio un poco de bajón porque pensaba que le iban a ganar.
Hicimos esa primera vuelta haciendo algunos kilómetros por encima de 4:30 y otros por debajo, por lo que me pareció que no íbamos mal; sin embargo, llegando a esa primera mitad noté que llevaba la boca seca, muy seca, lo cual me extrañó un poco porque hacía calor pero tampoco era una cosa exagerada, pero me notaba algo deshidratado por lo que cuando nos dieron agua sobre el kilómetro once, lo agradecí sobremanera, me dio la vida. Eso provocó que acelerara el ritmo casi sin querer, animado además por una chica que nos adelantó y que llevaba un ritmo similar. Unos de los que habíamos visto en el tercer kilómetro que Joaquín presumía iba a ser un rival, lo vimos andando, así que uno menos en la lucha por el cajón.
Si el agua del kilómetro once me dio la vida, la que nos dieron pasado el catorce me dejó seco. Antes de llegar a ese punto ya se me había pasado el efecto de la anterior botella y notaba de nuevo la boca muy seca, estaba deseando volver a beber y el caso es que antes del avituallamiento oficial nos dieron unas botellitas azules y fue echar un trago y perder el ritmo que llevaba y ver que el grupo con el que iba, donde iba bien instalado Joaquín, se marchaba unos pocos metros.
Pensé que podía volver a integrarme al grupo, porque el parón podía deberse a un gesto instintivo al beber agua, pero me di cuenta que no, que no iba bien, que las piernas me pesaban, que seguía con sed incluso después de beber, tanto que tuve que coger otra botella en el siguiente puesto de avituallamiento que no estaba muy lejos del puesto de botellitas azules. Mi único consuelo era ver que Joaquín no perdía ritmo y seguía en el grupo. Sospecho que el haber adelantado a un rival le dio ánimos para continuar a buen ritmo.
Poco a poco el grupo me iba sacando cada vez un poquito más. Me adelantó un grupo de cuatro, luego otro grupo de tres, lo que indicaba que iba realmente mal. Tuve un momento medio bueno cuando iba por la Avenida Presidente Adolfo Suárez porque el terreno era descendente, pero al acabar esa calle y embocar en la Avenida Francisco Tomás y Valiente me di cuenta que iba mal, muy mal. La piernas me pesaban, la boca estaba de nuevo seca y me quedaba casi un kilómetro contra el viento en ese bulevar que se hace largo, largo aunque vayas bien. Así que cuando vas mal…
Después de esa larga recta con viento en contra llega una parte que se hace dura si vas mal porque es ligeramente cuesta arriba y también daba el viento en contra. Me planteé como objetivo no subir de cinco minutos el kilómetro, pero no pude, no iba. Creo que llevaba las piernas peor que en los últimos kilómetros de algunos maratones. Algo tremendo.
Se acaba esa ligera cuestecilla en el kilómetro veinte y quedando sólo un kilómetro traté de acelerar todo lo que pudiera, pero ya estaba para pocos trotes. Llegué a meta con un tiempo oficial de 1:36:15 haciendo el peor tiempo de mis cinco participaciones, cinco minutos más que el año pasado cuando tuvimos que pelear contra un vendaval y ¡diez minutos más tarde de cuando conseguí aquí mi MMP en media maratón! Una carrera para olvidar. Debí llegar en mal estado porque Joaquín lo primero que me dijo fue que me limpiara la boca. Luego cogí dos plátanos, una manzana y dos botellas de agua y me senté en una de las sillas tratando de recuperarme del esfuerzo, totalmente agotado.
Fue una buena jornada para el Club Atletismo Zofío porque Joaquín fue segundo en su categoría y primero también en su categoría pero local. Emilio fue también segundo en su categoría y la fémina del grupo fue tercera. Lástima que no pudieran subir al cajón. Un detalle muy feo de la organización por no premiar el esfuerzo de estos atletas veteranos que entrenan con todas sus fuerzas por subir al pódium. Curiosamente Emilio subió al pódium por ser el atleta más veterano y Joaquín por ser el primero local.
Como otras veces, en el polideportivo pusieron unas mesas con comida y bebida para los corredores y acompañantes, pero esta vez sólo vi panchitos y cortezas. La primera vez que vine a Villarrobledo, en el año 2011, en las mesas podías encontrar además de frutos secos, queso, lomo, jamón, vino y no sé cuantas cosas más. La cosa ha ido empeorando año a año visto lo visto. Pero lo peor, lo de las categorías, un detalle muy feo de la organización.
Luego ducha y comida con los compañeros, disfrutando de una muy agradable velada. Lo mejor del día sin lugar a dudas después del fiasco de los 21 kilómetros.
Si la semana pasada estuvo bien cargadita de kilómetros -siempre desde mi punto de vista-, ésta tampoco se ha quedado atrás. La media maratón está cerca y yo iba escaso de kilómetros, así que me ha ocurrido como a los malos alumnos que se dejan todo para el final y tienen que hacerlo todo deprisa y corriendo.
El primer día de la semana que salí a correr fue el martes 5 de marzo y notaba las piernas cansadas del fin de semana, así que cuando Joaquín y Miguel aceleraron el paso, yo simplemente aumenté un poco el ritmo, pero tratando de mantenerme con Emilio II a un ritmo cercano a los cinco minutos por kilómetro. Fue un día bastante tranquilo en el que completé 9,6 km en 51:36 @ 5:21 min/km.
El jueves 7 de marzo propuse quedar a las 18:45 en el punto de encuentro para tratar de hacer tres vueltas o al menos dos vueltas y pico. Emilio II dijo que tenía problemas en las lumbares y que no bajaba. No completé las tres vueltas, pero casi, porque hice 14 km de los cuales hice 4 a umbral, pero no quisieron seguirme ni Joaquín ni Miguel ya que ellos habían apretado el martes. Totalicé 14 km en 1:13:48 @ 5:16 min/km
El sábado 9 de marzo lo primero que hice fue subirme a la báscula y me llevé una gran alegría porque marcaba 68,9 kg y eso significaba que por fin había bajado de esa bonita cifra de 69. Había quedado con Miguel a las diez, pero no sabía si en la calle peatonal o en el punto de encuentro. Llegué un par de minutos después de la hora fijada a la calle peatonal y no estaba por lo que sospeché que se había ido al parque. Fui trotando para allá y efectivamente allí estaba. Nos acercamos a saludar a los jubilados y nos pusimos en marcha, bajando Jesús con nosotros hasta el Parque Lineal. Cuando llevábamos cinco kilómetros Jesús se dio la vuelta y nosotros apretamos el paso para llegar al segundo puente y luego tratar de alcanzar a Jesús. Notaba las piernas cansadas del jueves, así que tampoco fui muy deprisa, pero tampoco muy despacio, sobre 4:40, pero acabó el parque y no veíamos a Jesús. Fue yendo por la iglesia de San Fermín, la que hicieron nueva hace pocos años, cuando lo vimos a lo lejos. Miguel apretó el paso y subimos hacia el Doce bastante deprisa y seguimos a buena marcha hasta que lo alcanzamos poco antes de llegar a la calle Doctor Tolosa Latour, de este modo llegamos los tres juntos al punto de salida, que era ahora la meta. Ellos se quedaron en ese punto y yo hice un poquito más para completar 12 km que hice en 1:02:07 @ 5:10 min/km
El domingo habíamos quedado a las nuevo donde siempre. Yendo hacia el punto de encuentro llegué a la altura de Miguel, que iba andando. Me paré con él y me dijo que se había levantado jodido de la espalda y que no podía correr, que le habían tenido que ayudar a ponerse los calcetines y las zapatillas.
En el punto de encuentro estaban Jesús, Ángel y Joaquín. Nos saludamos, deseamos una rápida recuperación a Miguel y nos pusimos en marcha. Propuse bajar al río y todos estaban de acuerdo, pero ellos dijeron que sólo iban a correr una hora por unos motivos u otros. La idea era hacer media hora por el Parque Lineal y luego darse la vuelta para volver por el mismo camino. Fuimos los cuatro juntos y cuando llevábamos un rato por el río aumenté el ritmo ligeramente pensando que los otros tres harían lo mismo, pero iba oyendo sus voces y cada vez las oía más lejanas. Cuando llegó el reloj a los treinta minutos me di la vuelta pensando que estarían cerca, pero no los vi. Aumenté un poco el ritmo, tampoco exagerado, pero seguía sin verlos, por lo que al final desistí y me centré en los 18 km que tenía pensado recorrer. Al llegar a la altura de la Caja Mágica crucé el río y luego di una vuelta a la cabeza calculando para llegar al punto de encuentro en Pradolongo con unos 13 km. Y la cosa me salió redonda porque en el punto de encuentro llevaba un poco más de esos trece previstos. Hice una vuelta al circuito típico de Pradolongo, pero en sentido contrario, un poco más deprisa de lo que había ido hasta entonces, tratando de bajar de cinco.
Acabé los 18 km un poco antes del final de la vuelta haciendo un tiempo de 1:34:45 @ 5:16 min/km. Luego me puse a trotar y más tarde a andar para completar el enfriamiento.
Acabé la semana con casi 54 km que para mí son una barbaridad. Después de estos entrenamiento debo decir que me encuentro preparado para hacer una media decente. Luego veremos qué nos encontramos.