El lunes llegó un correo a una amiga con lo que vendían como un plan irrechazable: carrera nocturna, chapuzón y ágape, todo por 10 € y no muy lejos de Madrid, concretamente en Chinchón, uno de los pueblos más bonitos de la provincia. Así que rápidamente me convenció e hicimos las inscripciones para una carrera que se celebraría un día no muy habitual, un jueves. Nos apuntamos mi amiga y yo y tratamos de convencer a algunos compañeros del Club Atletismo Zofío, pero sólo Emilio se animó.
La carrera daba comienzo a las nueve de la noche, por lo que quedamos a las siete y media. Recogimos a Emilio y pusimos rumbo a Chinchón, célebre por el licor del mismo nombre y por su preciosa plaza con soportales… Y también conocido por la celebración de la Pasión de Jesús que escenifican en Semana Santa.
Llegamos con tiempo, recogimos el dorsal, nos vestimos de corredor y fuimos trotando a hacernos una foto en la plaza. Reconozco que no me gustó nada ver la plaza como estaba ya que debido a que iban a comenzar las fiestas la iban a utilizar como plaza de toros y estaba con vallas y gradas que estropeaban la vista de la plaza y los soportales. Nos hicimos la foto y volvimos hacia la piscina municipal porque era allí donde estaba situada la salida y la meta. Pensamos que si la carrera transitaba por el pueblo nos iba a tocar subir unas cuantas cuestas y duras, pero habíamos visto el perfil y sólo se veía una cuesta, así que estaba claro que el recorrido iba a ser por otro sitio.
Dieron la salida y después de unos pocos metros por asfalto cogimos un camino bastante polvoriento y no volvimos a pisar asfalto hasta la llegada, así que ese 80% por caminos y 20% por asfalto no fue muy exacto… Después de las lesiones que he tenido y que estoy entrenando poca cosa a pie y más con la bici, no sabía cómo iba a responder. En un principio pensaba esperar a mi amiga, pero en el primer kilómetro vi que no se acercaba y decidí ir al ritmo que me pidiera el cuerpo. Lo bueno de este recorrido por caminos es que es más o menos llano, hasta que nos encontramos con una cuesta bastante puñetera, pero tiene de malo que se levantó mucho polvo y se iba pegando a la garganta.
Como salí algo conservador, luego fui adelantando a unos pocos, tampoco muchos. Se me atragantó la cuesta, como imagino que a todo el mundo, y una vez coronada traté de seguir al ritmo que iba, aunque iba notando que me fallaba un poco la respiración aún teniendo las piernas más o menos bien, se nota que entreno poco y lo poco que entreno lo hago más relajado.
Llegué a meta dándolo todo y muy feliz porque no me dolió ni la rodilla ni el gemelo derecho que empezaba a notar alguna cosilla por ahí. Poco después llegó mi amiga y algo más tarde Emilio. Mientras ellos llegaban fui al coche a por las mochilas y rápidamente nos metimos en la piscina, que fue de lo más agradable. Después de correr y venir todo sudoroso, un baño en la piscina o en el mar o donde sea, es de lo mayores placeres.
Nadamos un poquillo y salimos no sea que los ávidos corredores fueran a terminar con la comida que ya estaba puesta sobre la mesa cuando llegamos. Allí estuvimos comiendo y bebiendo un generoso ágape esperando a la entrega de trofeos que estaba prevista a las diez y media y que empezó a la hora establecida. Nuestra compañera quedó segunda en su categoría, por lo que además del baño y las viandas nos volvimos con una copa, que no es nuestra, pero como si lo fuese 😉
Después de los trofeos nos fuimos a la plaza a tomar un café para así completar la cena del día y algo más tarde, vuelta para Madrid más contentos que unas castañuelas por esa bonita jornada. Habrá que repetir si se anima la organización a volver a hacerla el año que viene.
Corrí sin reloj por lo que no supe el tiempo que realicé porque aunque a la entrada vi que llevaba 25 minutos no vi los segundos. Luego en la clasificación vi que me dieron un tiempo neto de 25:46 que tratándose de un recorrido de 5,5 kilómetros supone un ritmo de 4:41 que no es nada del otro mundo, pero que llevaba bastante tiempo sin ir a esos ritmos entre unas cosas y otras.