XLI San Silvestre vicalvareña

Un año más y ya van quince, he acabado el año atlético participando en la San Silvestre vicalvareña. Y no he estado solo, ya que hasta allí nos hemos desplazado unos cuantos compañeros y compañeras del Club Atletismo Zofío. E incluso un bandolero nos ha acompañado…

La carrera de los mayores comenzaba a las 11:45 aunque desde las diez se celebraban carreras para los más pequeños. Este es uno de los detalles que distingue una carrera popular de una carrera $$comercial$$.

Habíamos quedado a las diez en el punto de encuentro. Llegamos a la hora y al poco salimos. Aparcamos sin demasiadas dificultades no muy lejos del polideportivo Margot Moles, donde está ubicado todo el tinglado. Retiramos el dorsal rápidamente y nos dio tiempo a hacer nuestras necesidades antes de dejar la ropa en el ropero y hacernos la foto de rigor.

Club Atletismo Zofío con bandolero incorporado

Con la referencia de la Carrera del mazapán en la que participé una semana antes sabía que podría llevar un ritmo de carrera de 4:15, pero me conformaba con ir incluso más despacio. Siendo la última del año tampoco es cuestión de ir a muerte.

Dieron la salida y traté de tomármelo con calma, pero al ser favorable ese primer tramo se te van las piernas casi sin querer, son 750 metros que se hacen a toda pastilla. En ese primer giro de noventa grados a derechas vi a mi compañera Ninfa que ya me sacaba un buen tramo y que me iba a resultar muy difícil alcanzarla.

Poco después se vuelve a girar a derechas y se llega al primer kilómetro, que ni miré, ni ese ni el resto. Ahí comienza el tránsito por la calle Villablanca de poco más de un kilómetro y todo para arriba. Imaginé que ese kilómetro lo había hecho más lento que el anterior, cosa lógica por otra parte.

Se llega a la plaza de la Vicalvarada y se coge la calle Casalarreina en un tramo más o menos llano buscando el barrio de Valdebernardo. Dentro de ese barrio se baja por el bulevar de Indalecio Prieto y se sube por el otro lado del mismo bulevar. O sea, lo que se gana por un lado se pierde por otro. Se sale de Valdebernardo y muy poco después se llega al kilómetro cinco.

El sexto kilómetro casi en su totalidad por el Camino Viejo de Vicálvaro es ligeramente favorable hasta llegar a la estación de metro que toma nombre del barrio. A partir de ahí comienza otro tramo favorable por la calle San Cipriano hasta llegar a la calle Minerva. En estos últimos kilómetros iba algo detrás de un tipo que llevaba una camiseta del Einstein Marathon, que imaginé se celebrará en algún lugar de Alemania. Me hizo pensar que quizás los organizadores harían alguna broma diciendo aquello de se descalificará a cualquier corredor que vaya más rápido que la velocidad de la luz.

Son 200 metros los que se sube por la calle Minerva, pero es probablemente el tramo más empinado. La cuesta desemboca en el punto kilométrico uno, por lo que al hacer el camino a la inversa, tocaba un corto tramo favorable y subir esos 750 metros que al inicio bajamos tan alegremente. De nuevo acorté la zancada y traté de dar zancadas más rápidas, pero ya se notaba la fatiga.

Ya en la pista del polideportivo aceleré lo que pude para tratar de llegar a meta lo más dignamente posible. Miré el cronómetro de meta y vi que marcaba algo más de treinta y cinco minutos por lo que aquellos 4:15 que me «auguraba» la Carrera del mazapán se fueron al garete. Llegué a meta con un tiempo oficial neto de 35:25 que son nueve segundos más que la vez anterior en 2019 así que mucho no me puedo quejar.

De nuevo fueron las féminas del equipo las que consiguieron subirse al cajón, ambas como terceras de su categoría. Sin lugar a dudas son ellas las más fuertes. Ambas recibieron una medalla ya que en esta carrera no había trofeos. Fueron rápidos en la entrega de trofeos porque nos dio tiempo a ducharnos y poco más.

Las dos premiadas mostrando sus trofeos

Y de este modo acabo el año 2022 como me gusta, corriendo.

¡Feliz Año Nuevo 2023!

XIX Carrera del aceite

Dos días después de la Carrera del mazapán me acerqué a mi pueblo, Los Navalmorales, para participar en la Carrera del aceite. La carrera de los mayores comenzaba a las once por lo que no hubo que darse un madrugón. Convencí a una compañera del Club Atletismo Zofío y sobre las diez y cuarto aparcábamos el coche cerca de la iglesia para acercarnos a la fuente de los seis caños donde estaba ubicada la salida y la meta.

Saludamos a Aarón, alma máter de Evedeport, y nos comentó que había un nivel altísimo en esta prueba, lo que no es de extrañar ya que el precio del aceite está por las nubes y el premio, por lo tanto, es muy goloso. A 4,90 € el litro estaba el litro de aceite, casi nada.

Recogimos el dorsal en un periquete y vimos que en la bolsa del corredor había una camiseta, unos bonitos guantes y un gorro de Papá Noel. Esperaba una camiseta de manga larga, pero es lo que hay. Aprovechamos el bar de al lado para tomar un café y soltar lastre. Volvimos al coche, nos prendimos el dorsal en el pecho, dejamos la ropa y nos dio tiempo a hacernos una foto para inmortalizar el momento.

Con la iglesia a nuestras espaldas

Fuimos trotando hacia la línea de salida siguiendo una línea blanca de cal en el suelo que supusimos era la que marcaba el trazado de la carrera. Este año habían modificado el circuito y en vez de dar tres vueltas como en años anteriores, esta vez era una única vuelta pero también en su mayor parte por caminos y ya nos advirtió Aarón que un trozo de unos 800 metros en muy mal estado, como luego pudimos comprobar. También habían cambiado el lugar de la salida y la meta, que en años pasados estaba junto a la gasolinera y éste junto a la plaza de los seis caños. La idea era hacer una única vuelta de cinco kilómetros, pero al acabar mi GPS no llegaba a esa distancia, así que la vuelta tampoco era de cinco, faltarían unos 150 metros o cosa así.

Estando esperando a que dieran la salida comentó el speaker que el nivel era altísimo tanto en chicos como en chicas y vaya si lo era. A las once en punto dieron la salida y como dos días antes me lo tomé con calma aunque ese primer kilómetro, en dirección hacia el cementerio era cuesta abajo. Poco antes del cementerio se coge la carretera que va a Villarejo pero pronto se gira a la derecha y comienza el tramo que estaba en peores condiciones, principalmente por las rodadas de los tractores y el barro. Aunque era un tramo ancho, íbamos todos en fila india porque había poco terreno donde poder pisar sin miedo.

Una vez acabado ese terreno se giraba hacia la derecha y comenzaba una cuesta arriba bastante larga, o al menos eso me pareció, ya que se me atragantó. Un poco antes había adelantado a una chica y en esta cuesta me adelantó ella y ya sólo la pude ver su espalda desde entonces, además esa cuesta me quitó las pocas ganas de sufrir que me quedaban. También allí me adelantó un chavalín muy jovencito, no creo que fuese ni cadete, que ya me había pasado por la piedra en Polán.

Una vez coronada la cuesta iba viendo mi pueblo a la derecha, destacando entre todos los edificios la torre de la iglesia, conocida como la buena moza. Iba más pendiente del paisaje que de la carrera, no estaba nada motivado.

En un momento dado el recorrido nuevo confluye con el antiguo, pero donde antes era subida esta vez era bajada. Este recorrido nuevo a la inversa se separa del antiguo al cruzar el arroyo donde se sigue paralelo a su cauce hasta llegar a la meta. Por allí, a la altura donde en mi infancia estaba el campo de fútbol y los lavaderos me adelantaron dos individuos que iban a una velocidad endiablada y una chica no tan rápida, pero a la que tampoco pude seguir.

Pocos metros más adelante cruzamos el arroyo por donde está la capillita del Cristo de las Maravillas y allí mismo estaba situada la meta, la cual crucé con un tiempo oficial de 21:45 siendo noveno de mi categoría. Mi compañera llegó al ratito parando el crono en 24:29 lo que la llevó a ser octava de su categoría. Este año no se llevó ni una gota de aceite, se tuvo que gastar los cuartos en la tienda de Inmaculada Murga.

Nos resultó súper útil la app de Evedeport porque enseguida vimos las clasificaciones y no hubo que esperar como antaño a que colgaran en un tablón los listados con los tiempos. Como llevábamos mucha prisa nos fuimos prácticamente sin decir adiós.

De camino de vuelta íbamos elucubrando si este nuevo circuito es más favorable que el anterior y no llegamos a una conclusión clara, a mí desde luego me han parecido duros los dos.

XVIII Carrera del mazapán (Polán)

Cinco años después de mi primera participación en esta carrera he vuelto a repetir experiencia y salí tan contento como aquella primera vez. En el día de Nochebuena nos acercamos hasta Polán, pueblo cercano a Toledo, tres compañeros del Club Atletismo Zofío. Cuando llegamos a la localidad, como ya habían empezado las carreras de los niños, tuvimos que aparcar el coche algo lejos del «meollo» de la carrera. Aparcamos el coche y fuimos andando a recoger el dorsal a la plaza del ayuntamiento. La recogida fue rápida y viendo que no teníamos demasiado tiempo volvimos trotando al coche a dejar la ropa porque no había guardarropa en esta carrera, cosa que no me pareció ni medio bien.

Preparados para la carrera del mazapán

Volvimos de nuevo a la plaza y comenzamos a recorrer el circuito señalizado con flechas en el suelo. La salida era idéntica a la otra vez que vine, pero luego vi que el circuito giraba a la derecha en vez de seguir recto como recordaba, algo habían cambiado y no sabía si para bien o para mal porque un lustro atrás era una recta de ida, giro de ciento ochenta grados, otra de vuelta, otro giro de ciento ochenta grados y rodear la plaza. Sencillo y rápido

La idea era no salir demasiado rápido para no atufarme en el primer kilómetro y luego ir penando, como me pasó en la San Silvestre de Villaverde, por lo que cuando dieron la salida iba pendiente del cronómetro para no acelerarme. El compañero más joven del equipo sí salió como alma que lleva el diablo y cuando me crucé con él, pasado ya el primer kilómetro, ya me sacaba una ventaja interesante. La otra compañera iba detrás de mí muy concentrada. Aún así hice ese primer kilómetro en 4:03 pero he de decir que era un poco cuesta abajo.

El más joven del equipo en plena acción

A la vuelta de ese primer giro de ciento ochenta grados volvimos hacia la plaza, pero sin entrar y siguiendo por la CM-401a, se pasaba por una zona llena de gente que no estaban precisamente corriendo, aunque al menos animaban botellín en mano. Ese tramo era cuesta arriba hasta la glorieta de Adolfo Suárez donde se giraba hacia la derecha buscando el segundo giro de ciento ochenta grados, junto a una torre, no sé si el depósito de agua. Lo subido se torna favorable y se vuelve de nuevo por la CM-401a pasando otra vez por el jolgorio juvenil, que seguían animando de manera jocosa, aunque así también se agradece.

La compañera del Club Atletismo Zofío a tope

Marcó mi GPS el tercer kilómetro un poco antes de pasar por la línea de meta por lo que esta vez sí parecía que iban a ser seis kilómetros ya que la segunda vuelta era idéntica a la primera.

El cuarto kilómetro también fue rápido, pero en el quinto, que era cuesta arriba, no conseguí el objetivo de andar por 4:15 y se me fueron unos segundos, se hacían duros esos mil metros ligeramente cuesta arriba.

Pateando las calles de Polán

El último kilómetro fue rápido, ya que era favorable y se olía la meta. Aceleré lo que pude y conseguí adelantar a un corredor que me precedía. Llegué a meta con un tiempo oficial de 25:43 siendo undécimo de mi categoría. El compañero más joven llegó el decimotercero de la carrera con un gran tiempo de 21:43, justo cuatro minutos antes que yo. Por último, la compañera fue segunda de su categoría con un tiempo de 29:18. Ese segundo puesto le dio una buena cantidad de mazapán, que no va a haber días en el año para acabar con tanta figurita.

En el podium con la copa, los mazapanes y el gorrito de Papá Noel

Sin lugar a dudas, una buena manera de pasar la tarde de Nochebuena, ya que de esta manera tiene uno menos remordimientos a la hora de comerse los turrones.

Agradecer a Lucian Agaleanu las fotos que hizo de los corredores, que son de una calidad exquisita. ¡Gracias Lucian!

XI San Silvestre de Villaverde Alto

El miércoles, cuatro días antes de la carrera, nos pasamos por la sede de la Asociación Vecinal la Incolora a recoger los dorsales de todos los compañeros del Club Atletismo Zofío que iban a participar en la carrera. La sede de la asociación está en la calle Acebes y cuando llegamos vimos mucho jaleo, como si estuviesen grabando una película o una serie. Efectivamente, cuando entramos en la sede de la Asociación nos confirmaron que estaban grabando una serie y que utilizan su local para temas relacionados con la grabación. Nos llamó la atención ver a un tipo planchando unos pantalones vaqueros.

Recogimos los dorsales y un par de calcetines por cada inscripción, volvimos al coche tratando de refugiarnos de la lluvia y pasamos de nuevo por la calle Acebes para desembocar en el Paseo Talleres y en esa esquina fue donde vi el bar la Muralla. En ese momento me di cuenta de qué iba el tema, ya que muchas escenas de la serie Entrevías se graban en ese bar donde se reúne Tirso Abantos (José Coronado) con su amigo Pepe y Sanchís. Curiosidades de la vida, la serie Entrevías se graba en Villaverde Alto. Y comencé a sospechar que los pantalones vaqueros que planchaban en el local de la Asociación eran los sempiternos pantalones que utiliza Coronado en la serie. No me extrañaría.

Decir que el precio de la inscripción fue de únicamente 5 € de los cuales 2 € iban destinados al proyecto Incofarmacia consistente en comprar medicamentos para los más vulnerables, aquellos que ni siquiera pueden permitírselo. Además en la zona de meta había varias huchas donde poder aportar más dinero para esta iniciativa.

Bueno, centrándonos en la carrera, indicar que la San Silvestre de Villaverde se celebraba el domingo 18 a las once, por lo que habíamos quedado a las diez en el punto de encuentro para irnos desde allí y poder entregar a los compañeros los dorsales. Me levanté a las ocho para desayunar y poder hacer la digestión, pero entre pitos y flautas llegué tarde al punto de encuentro. Menos mal que tenía los dorsales, sino me hubieran dejado tirado, que me lo merecía.

Al contrario que el año pasado, esta vez no llovió y fue raro porque llevamos unas semanas de mucha agua, pero mejor así. Además estaba nublado y no hacía mucho frío, así que era un día inmejorable para correr. Nos juntamos todos los compañeros del Club Atletismo Zofío y nos hicieron una bonita foto.

Fue un placer encontrarnos con Juan Carlos que el hombre anda últimamente con algunos problemas de salud. Eso no fue óbice para que el bueno de Juan Carlos participara en la carrera en su barrio. Bravo por él.

Los compañeros del Club Atletismo Zofío

Estuvimos calentando por la zona de tierra donde había varios charcos de tamaño considerable, pensando si era mejor ir por la izquierda o por la derecha para sortear el agua y el barro. Tanto nos entretuvimos con el tema que al final se nos fue el santo al cielo y tuvimos que espabilarnos para llegar a la línea de salida a tiempo.

A las once dieron la salida y me fijé como objetivo que Ninfa, una de las compañeras de equipo, no me sacara mucho tiempo, eso hizo que saliera muy acelerado pasando el primer kilómetro en 3:59 que es un ritmo muy exigente para mí en estos momentos. Creo que esa salida tan rápida me «atufó» y ya fui los siguientes kilómetros cada vez un poquito peor, alejándome más y más de mi compañera, aunque no se me iba demasiado. En la foto, más o menos por el cuarto kilómetro, se puede apreciar que iba ya cascado, cascado.

Sufriendo de lo lindo por el parque Plata y Castañar

El quinto kilómetro fue el peor de todos porque es ligeramente cuesta arriba y ahí noté las piernas muy cansadas, más de lo que deberían. Traté de esprintar en la campo de fútbol, ya llegando a meta, para que no me adelantara un corredor que llevaba a rebufo, pero no pudo ser, las piernas no iban. Llegué a meta con un tiempo oficial de 21:41 que coincide con lo marcado por mi cronómetro. Lo más curioso es que en 2019 hice 21:46, en 2021 21:50 y este año un poquito menos, así que me tengo que dar por satisfecho porque han pasado unos años y ahí sigo.

Como suele ser habitual, fueron las féminas del equipo las que hicieron un mejor papel. Ninfa fue tercera de la carrera y tercera de su categoría y la otra compañera fue tercera de la otra categoría. Ambas recogieron un original trofeo.

Las compañeras con sus trofeos

Después de la recogida de trofeos estuvimos esperando el sorteo, pero no nos tocó nada, así que nos fuimos a un bar del barrio a celebrar la llegada de la Navidad que ya está próxima.

Y con ésta son seis participaciones en el segundo circuito de la Unión de Carreras de Barrio. Si consigo terminar la San Silvestre vicalvareña tendré derecho a un trofeillo por haber alcanzado siete participaciones.