Me apunté a ciegas, sin conocer nada de la carrera, sólo con la idea de hacer turismo por La Rioja y cuando empecé a ver el recorrido y el perfil, me asusté un poco, ya que vi una cuesta bastante importante, pero pensé que el circuito sería más o menos llano hasta esa cuesta y luego después de subir, relativamente favorable. No podía estar más equivocado, lo que me encontré después fue mucho peor, ya que el circuito es un continuo subir y bajar con muy poco llano.
El día anterior fuimos a Nájera, lugar donde comienza la carrera y estuve buscando la salida, así pude ver que empezaba cuesta arriba, pero no quise recorrer mucho para no asustarme demasiado. Estaba un poco mosqueado porque el viernes había llovido bastante y el sábado también llovía y pensaba que estaría todo embarrado, aunque confiaba que no lo estuviera demasiado. Desde allí fuimos al lugar donde iba a estar situada la meta, en Santo Domingo de la Calzada, allí recogí el dorsal junto a una bonita camiseta de manga larga y unos bonitos calcetines. También me dieron un vale para que al día siguiente pudiera beber un par de vinos y tomarme un pan «preñao».
El domingo llegamos a Nájera cuarenta minutos antes de las once, la hora de salida. Me dio tiempo a tomar un café y soltar lastre. Llegué bien abrigado a la salida y hasta diez minutos antes no me quité el abrigo porque hacía un frío de mil demonios. Hice un par de trotes para acá y para allá para no quedarme helado y al poco me coloqué en una posición intermedia en el pelotón, no quise salir en posiciones demasiado delanteras porque la semana anterior, en la media de Latina, me puse en cuarta o quinta fila y me estuvieron adelantando toda la carrera. Esta vez la estrategia era la contraria, salir atrás, tranquilo y tratar de adelantar lo que pudiera.
A las once en punto dieron la salida y el comienzo es toda una declaración de intenciones, ya que los primeros 900 metros son todos cuesta arriba. Me puse en marcha con zancada corta, agaché la cabeza y a sufrir. Ya se me hizo largo ese primer tramo. Metros después, cuando llegué al primer kilómetro no quise ni mirar el cronómetro, no merecía la pena pensar en el tiempo.
Nada más coronar ese primer repecho comienza una bajada y en ese subir y bajar se van pasando los kilómetros. Siempre he pensado que el tiempo que pierdes subiendo no lo recuperas bajando y no nadie que me pueda convencer de lo contrario, sobre todo porque bajo fatal. Como salí muy atrás, fui constantemente adelantando gente y eso me iba animando. Además, como había salido despacio, podía aprovechar las zonas llanas para aumentar el ritmo porque ni subiendo ni bajando iba cómodo.
Sobre el kilómetro cinco y medio, aproximadamente, se llega a Azofra, donde estaba situado el primer avituallamiento. Cogí una botella, bebí un poco y me acordé que en la salida habían dicho por megafonía que a la salida de este pueblo había un barrizal, así que iba alerta ya que el asfalto se iba a acabar y pensaba que ahí estaría el barro, pero entré en el camino y estaba bien; sin embargo un par de kilómetros más tarde, cuando el camino se acerca a la autopista, en una curva, llegó el barrizal, unos doscientos metros de patinaje sobre barro que hacía difícil mantener el equilibrio.
Después de sortear ese obstáculo viene un tramo ligeramente ascendente, pero bastante llevadero. Por allí iba a buen ritmo, adelantando a gente como si no hubiese un mañana y bien de fuerzas. Iba viendo a lo lejos un tramo muy empinado y rezaba porque la carrera no fuese por allí. Como no veo bien de lejos, no veía a nadie en dicha cuesta, pero según me iba acercando vi que sí, que esa debía ser la cuesta que había visto en el perfil días antes. Pensé que si las otras cuestas del circuito, que casi no se apreciaban en el perfil, me habían parecido duras, esta iba a ser la bomba. Y vaya si lo era, me costó y creo que a todos, un mundo subir, iba cada vez más despacio y cada vez más despacio y la puñetera cuesta no se acababa. Fue el momento más delicado sin lugar a dudas. Luego mirando los tiempos vi que uno de los kilómetros de subida se me fue a 6:17, casi dos minutos más lento de lo que podría ir en llano. Cuando acabó la subida había un tipo muy majete que me hizo esta bonita foto.
Si antes de comenzar la carrera pensaba que después de esta cuesta la cosa iba a ser coser y cantar, ya me imaginaba según había visto los kilómetros anteriores, que no iba a ser así y efectivamente no me equivoqué porque después de esta cuesta larga, pero dura (parafraseando al gran Perico Delgado), vinieron otras cuantas subidas y bajadas, aunque el paso por Ciriñuela fue por una zona asfaltada y más o menos llana. Allí estaba instalada un arco que pensé sería donde dio comienzo la prueba de 10 kilómetros, aunque no lo sé seguro. También había allí un avituallamiento por lo que cogí la botella, vertí gran parte del contenido en el suelo y eché un par de tragos. Tampoco hacía falta beber mucho porque el día era frío y gris.
Pasando este pueblo se vuelve a coger el camino de tierra y de nuevo vuelven los repechos y aunque ya llevábamos algo más de dos tercios y unas cuantas subidas, me veía bien. Vi que iban delante de mí dos chicas a las que iba comiendo terreno poco a poco y en una de las subidas las adelanté. En la posterior bajada me superaron porque sobre todo una de ellas, bajaba a una velocidad extraordinaria. En la siguiente subida las volví a pasar y en el pequeño llano antes de la próxima bajada aceleré todo lo que pude para tener un pequeño «colchón» de segundos antes de la bajada. Efectivamente, en la bajada se me acercó una de ellas, la que mejor bajaba, pero no me adelantó. La otra le dijo que no se preocupara, que tirara para adelante, que se veían en meta.
Iba viendo delante un grupo de corredores vestidos de azul y otro vestido de gris que se iba descolgando. Intenté acercarme a ese grupo echando toda la carne en el asador. En ese momento pasé por el kilómetro 18 y como me veía bien pensé «qué bien así tengo más tiempo para adelantarlos».
Entre que venía de una bajada y que el final es llano, fueron esos últimos kilómetros los más rápidos, luego vi que hice 4:14, 4:13, 4:29 y 4:13 y sin embargo, no fui capaz de alcanzar a ese grupo de «azules», a los que iba recortando pero no alcancé ya que llegué a la meta antes de cogerlos. Luego vi que en ese grupo iba la que fue ganadora de la carrera.
Entrando en San Domingo de la Calzada, a punto ya de comenzar el último tramo asfaltado, como a dos kilómetros de meta, me hicieron esta bonita foto donde no tengo mala cara y es que no acabé demasiado mal.
Llegué a meta, según la organización me da un tiempo neto de 1:40:45 un segundo menos de lo que marcaba mi cronómetro y quizás con algún metro menos de una media reglamentaria, por más que dijeran que estaba bien medida, pero si mi GPS marcaba menos de 21 kilómetros, es que la distancia no es media maratón ni de broma.
Para terminar os pongo el perfil de la media, para que no se piense nadie que estoy exagerando. Como comentaba a los compañeros, la media de Latina, que me pareció dura una semana antes, parece llana comparada con ésta.