Después de los 30 km del domingo pasado no queda ya más que ir disminuyendo el kilometraje para llegar con las piernas lo más descansadas posibles. La idea era realizar este domingo sólo 25 km.
Como se celebraba la media maratón de Madrid se me ocurrió la idea de hacer la media y luego volver corriendo a casa hasta completar esos 25 km. Así se lo hice saber a los compañeros de entrenamiento y un par de ellos se animaron a venir. Ya de paso probaríamos a llevar el ritmo de maratón para ver las sensaciones.
Quedamos a las ocho en el punto de encuentro, cogimos el autobús y éste nos llevó hasta Atocha. Desde allí subimos andando hasta la Puerta de Alcalá donde habíamos planeado incorporarnos a la carrera, tratando de molestar lo menos posible.
Mi tocayo tenía previsto ensayar el ritmo de 4:40 y mi compañera y yo, menos ambiciosos, llevar un ritmo entre 4:45 y 4:50. No lo tenía yo muy claro porque el dolor que me hizo aflojar el jueves ahí seguía y aunque había hecho estiramientos y había tomado un Diclofenaco, no me veía bien.
Empezó la carrera de las sillas de rueda a las 9:00 y cinco minutos más tarde el resto. Estuvimos esperando a que pasara el globo de 1h30 y poco después nos incorporamos. Enseguida mi tocayo puso pies en polvorosa, mientras nosotros íbamos más tranquilos, yo un tanto perplejo porque miraba el GPS y salían unos ritmos muy lentos, cuando tenía la certeza de que no íbamos tan despacio.
Al poco nos pasó el globo de 1h40 que era el ritmo que habíamos pensado llevar, pero nos pareció que iba algo deprisa. Y vaya si lo iba porque nosotros aumentamos el ritmo por la inercia del globo e hicimos un montón de kilómetros a 4:40 e incluso más deprisa. No tenía ningún sentido que el globo fuera tan deprisa teniendo en cuenta además que la primera mitad de la carrera es cuesta arriba.
Como me dolía el glúteo izquierdo, no podía dar zancadas muy largas, por lo que me concentré en ir dando pasos cortos, pero al ser en subida, me tiraba más. Así, a zancaditas, llegamos a Plaza de Castilla y un poco más arriba, donde la carrera deja de alejarse de la salida y vuelve hacia la meta. En ese punto comenzaba la cuesta abajo y ahí vi que iba aún peor porque sin querer alargaba la zancada y el dolor empezaba a bajar por la parte de atrás del muslo hasta la rodilla.
Cuando el GPS marcaba el kilómetro 13 empezó a molestarme ya seriamente desde detrás de la rodilla hasta el glúteo, muslo incluido y estuve durante tres kilómetros sin saber muy bien qué hacer. Bajé un poco el ritmo, pero aquello no mejoraba, así que en el 16 pensé aquello de perdido al río y aumenté la longitud de la zancada y, por tanto, el ritmo. Tampoco mejoró aquello, pero pensé que al menos llegaría antes.
Fui a buen ritmo hasta llegar más o menos a la mitad de la Avenida de Menéndez Pelayo, que aumenta la pendiente descendiente y con ello el dolor que llevaba. Al llegar a la Plaza de Mariano de Cavia hice lo que debí haber hecho muchos kilómetros antes: parar. Me puse andar por el Paseo de la Reina Cristina y no podía mover bien la pierna izquierda, fui cojo hasta Atocha donde me estaban esperando mis compañeros.
Les comenté lo sucedido y les dije que no podía volver corriendo al barrio, así que se solidarizaron conmigo y los tres nos volvimos en autobús. Fui muy tonto, muy tonto, por haberme metido algo más de 19 km y encima bastante deprisa, ya que salió un ritmo de 4:40. Eso sí, el globo de 1h40 siempre por delante, no sé cuantos minutos bajarían de lo marcado, pero bastantes. ¡Menudos guías!
Lo malo de todo esto es que quedan sólo dos semanas para la maratón, estoy lesionado y no tengo claro que el día 22 esté recuperado del todo 🙁