Hoy habíamos quedado a las 9:30 cuatro pradolongueros en el punto de encuentro. A saber: Quique, Mariano, Miguel y un servidor. A las 9:40 hemos comenzado el entrenamiento que consistía en bajar al Parque Lineal y allí dar zapatilla.
Quique y Mariano están a otro nivel y en cuanto empezaron las hostilidades se pusieron a apretar y no había manera de seguirlos. Y tampoco era cuestión de ponerse a rebufo porque al final te revientan y es peor, por lo que Miguel y yo íbamos viendo a la distancia el duelo entre estos dos colosos. De todos modos, mi objetivo era ir a ritmo de maratón, que actualmente es 4:35 así que todo lo que fuese ir más deprisa estaba de más. Aún con eso en mente algunos kilómetros salieron más rápidos.
Después de que ellos se castigaran de lo lindo se volvieron a esperarnos y acabamos llegando todos juntos al punto de encuentro, pero ni los típicos tres kilómetros de enfriamiento respetaron, que fuimos a buen ritmo subiendo al Doce y de allí hasta el final.
Hice un total de 15,3 km en un tiempo de 1:13:16 @ 4:47 min/km. Una ritmo que no está nada mal para habernos metido quince kilómetros entre pecho y espalda.
El problema de este entrenamiento exigente es que por la tarde me dolía la rodilla izquierda, esa rodilla en la que me detectaron condromalacia rotuliana y eso me ha acojonado bastante. Me parece que el plan que tenía de atacar la maratón de Madrid para acercarme a mi mejor marca tendré que aparcarlo en un cajón. Una de las «patas» del plan era entrenar cuatro días a la semana metiendo bastante carga de kilómetros el fin de semana. Eso lo tendré que olvidar. De momento pasaré a tres días y veremos cómo evoluciona la cosa.
Antes de salir me subí a la báscula y marcaba 69,4 kg lo cual es 700 gramos menos que hace una semana. Perder peso era otra de las «patas» del plan de entrenamiento, pero esto tengo que hacerlo porque también es bueno para la rodilla. Cuanto menos peso, mejor.