Hoy he participado por sexta vez en esta media maratón, a la que no acudía desde 2008. Desde entonces, han cambiado el circuito y si ya era duro en aquel entonces, ahora lo es bastante más.
Fui con Joaquín a esta carrera con la idea de hacer una tirada larga de cara a Mapoma. Llegamos sobre las 8:20 a Coslada, por lo que pudimos aparcar sin problemas en la misma calle donde se daba la salida. La primera sorpresa fue comprobar que el lugar de salida/meta de ahora había cambiado con respecto a aquellos tiempos en los que la media de Coslada era una de las pocas que se podían hacer para preparar Mapoma. Si no recuerdo mal, Fuencarral, Universitaria y ésta eran las únicas media además de los 20 km Villa de Madrid, ya extintos, que servían para comprobar el estado de forma de cada cual respecto a Mapoma.
Ahora la meta y toda las logística está instalada en el polideportivo Valleaguado. Allí recogimos el dorsal con chip incorporado y la camiseta conmemorativa y como había mucho tiempo por delante estuvimos dando un paseo por la pista de tartán, donde iba a finalizar la carrera. Luego cruzamos la calle para entrar en un restaurante que estaba abierto y hartándose de servir cafés. Nos tomamos uno, aliviamos nuestros vientres y se me ocurrió mirar el perfil del recorrido porque estaba oyendo a los corredores que la carrera era bastante dura. Y lo que vi nos asustó un poco…
Perfil de la media de Coslada 2016 obtenido de la web de la organización
Un poco con el miedo en el cuerpo volvimos al polideportivo a hacer un poco de tiempo antes de quitarnos la ropa y dejarla en el guardarropa. Mientras estábamos por allí preguntándonos si iba a llover o si iba a hacer frío o si fue antes el huevo o la gallina nos encontramos con Ambrosio, un clásico veterano de las carreras madrileñas que también se había acercado hasta allí. Estuvimos un rato charlando y un corredor muy amable se prestó a hacernos una bonita foto.
Junto a dos campeones de los clásicos de Madrid
A falta de media hora dejamos nuestras pertenencias en el guardarropa y nos pusimos a calentar y estirar un poco mientras el reloj se iba acercando a las diez de la mañana, hora en la que comenzaba la carrera.
Dieron la salida con bastante puntualidad y aunque los primeros seiscientos metros son cuesta abajo luego empieza el festival de cuestas arriba. Hasta el kilómetros dos y medio es todo para arriba con algún falso llano y con alguna cuesta que asusta. Luego viene una bajada muy pronunciada y posteriormente todo es bajada o subida con poquísimo llano. Y lo peor es que hacía un aire de espanto.
Como hay que dar dos vueltas al mismo circuito, habíamos pensado hacer una primera vuelta de reconocimiento, algo más tranquilos y luego apretar, si se podía, en la segunda vuelta. El objetivo era hacer un tiempo por debajo de 1h35 lo que implicaba marchar a un ritmo por debajo de 4:30 min/km. Lo cual era harto complicado hacerlo en las cuestas arriba, así que la jugada era apretar lo que se pudiese cuando el terreno fuese favorable.
Y eso es lo que hacíamos, sufrir lo que podíamos cuesta arriba y acelerar todo lo posible cuesta abajo. Hacia arriba se nos iba el tiempo por encima de ese ritmo de crucero de 4:30 o muy cerca y en las bajadas conseguíamos bajar 10, 12 ó 15 segundos ese ritmo. La cosa iba más o menos controlada.
Casi al final de la primera vuelta se nos «pegó» un tipo de camiseta roja y me iba molestando lo suyo, porque el tío se ponía a nuestra chepa en los tramos de aire y encima iba acortando todas las esquinas que podía. La verdad es que su presencia me violentaba, pero el tipo iba más feliz que un ocho.
Fuimos bastante tiempo, en esa primera vuelta, detrás de una chica de la Agrupación Deportiva Marathon que conocía de otras carreras. Iba a un ritmo muy semejante al nuestro porque no la quitábamos ni un metro. Casi a punto de terminar la primera vuelta ella adelantó a la que iba tercera clasificada y un poco después, lo hicimos nosotros.
A la altura del polideportivo donde está la meta comienza la segunda vuelta y la subida de casi dos kilómetros. De repente, la chica de la A. D. Marathon casi se paró y ahí pudimos adelantarla. La animamos para que continuara y nosotros seguimos a nuestro ritmo, marcados muy de cerca por el individuo de camiseta roja.
Acabamos la gran cuesta, bajamos una bajada muy pronunciada y llegando al kilómetro trece empecé a notar una molestia en la zona de la derecha un poco por encima de la cintura. Era el temido flato, que empezaba a notarlo con desagrado. Pensé en aflojar el ritmo, pero no lo hice ya que no era demasiado doloroso, se podía aguantar.
Poco después llegamos a una de las zonas más ventosas. Aceleré un poco el ritmo para acoplarnos a un grupo delantero de cinco corredores. Me puse a la espalda del grupo, pero Joaquín no pensó lo mismo que yo y los adelantó sin despeinarse, así que duró poco mi alegría del resguardo y aceleré otro poco para no perderle. Miraba de reojillo y veía al tipo de la camiseta roja a nuestro lado, un poco atrás. Imposible dejarle.
Sobre el kilómetro 17 comenzaba una bajada interesante y me veía fuerte. Empecé a apretar para tratar de dejar a nuestro acompañante, pero no había manera; sin embargo esto hizo que esos dos kilómetros fueran los más rápidos, ya que los hicimos en 4:07 y 4:09. Cuando vi los tiempos me dio un subidón.
Esos kilómetros transcurrían por una zona fea al lado de un enorme aparcamiento, luego se pasaba por lo alto de un puente y posteriormente se daba un garbeo por el polígono industrial. En la primera vuelta había unos tipos con unos altavoces que escupían música de AC/DC a todo volumen. En esa primera vuelta aceleré sin querer al escuchar esta música celestial y confiaba que en esta segunda vuelta me volviera a suceder. Nada más lejos de la realidad, ahora se escuchaba una música de lo más comercial que no animaba lo más mínimo. Menos mal que no me hizo falta esta inyección de adrenalina porque me veía muy bien. Pensaba en Villaverde y lo mal que lo había pasado en los últimos kilómetros y ahora volaba. Iba genial… Pero el tipo de la camiseta roja no se descolgaba de ninguna manera.
Donde lo pasé peor fue sobre el kilómetro 18, por el polígono industrial. El terreno era ascendente y el aire soplaba de lo lindo en contra. Ahí tuve un momento de bajón, menos mal que el tramo no era muy largo y luego venía un terreno más favorable. En ese terreno dimos caza a la segunda clasificada, que marchaba como un tiro, aunque quizás algo cansada.
Poco antes del kilómetro viente se llegaba a una glorieta que está muy cerca de meta, vamos, que tirando recto parece que se llegaría a meta en un abrir y cerrar de ojos; sin embargo, hay que tirar hacia la izquierda para buscar completar la distancia. Afortunadamente, ya quedaba poco más de un kilómetro y lo único que había que hacer era darlo todo. Apretamos los dientes y al poco llegamos al polideportivo donde había que hacer unos trescientos metros por la pista.
Poco antes de entrar al polideportivo oímos a un tipo que decía a la segunda clasificada, que iba justo detrás de nosotros, algo así como: Vamos Claudia, vas a hacer 1h32 y sin entrenar. Toma ya, nosotros sufriendo como animales y la chica esta sin entrenar iba a llegar con nosotros sin despeinarse.
Una vez en el polideportivo apretamos todo lo que pudimos y aconsejé a Joaquín que se pegara al borde de la pista. Yo me puse en paralelo para que no nos adelantaran por dentro y si alguien nos quería sobrepasar, que lo hiciera por la calle dos. Faltando cien metros vi que el de la camiseta roja esprintaba para adelantarnos. Apremié a Joaquín para que lo diese todo y afortunadamente conseguimos llegar entrar antes que él. Vi que el cronómetro de meta marcaba 1h33 y algunos segundos. Luego en las clasificaciones vimos que el tiempo oficial fue de 1:33:12 aunque tiempo neto de 1:32:58 debido a que nos pusimos quizás algo atrás en la salida.
Llegando a meta. Foto cortesía de la organización
Además de la camiseta conmemorativa que nos dieron antes de salir, nos obsequiaron con una mochila de cuerdas con dos botellas de agua, botella de bebida isotónica, un bote de bebida para deportistas, un zumo de naranja natural fresquito, un zumo de tetrabrik, una barra de cereales y una mandarina que, por cierto, estaba deliciosas. Todo por 12,6 € que incluía la inscripción y lo gastos de inscripción por hacerlo por internet.
Acabamos muy contentos porque cumplimos el objetivo y debido a la dureza de la carrera utilizar una técnica conservadora, saliendo algo más tranquilos, hizo que fuéramos adelantando gente durante toda la carrera. Lo cual nos supuso una motivación extra. Una muestra de esa carrera en progresión, de menos a más, se ven en los tiempos realizados en los distintos parciales. Hicimos el primer tercio de carrera (7 km) en 30:57, el segundo en 30:43 y el tercero en 29:34.
Compañero, el anterior circuito era mucho más duro que el actual. La media maratón de Coslada es la segunda más antigua de la Comunidad de Madrid después de la de Moratalaz, hasta el 2012 tenía un circuito durísimos, que iba por la zona de chalets de COSLADA. Desde el 2013 cambió el circuito, mucho más accesible con muchas zonas de descanso de cuesta abajo. La carrera ha vuelto a coger mucho renombre gracias a la organización de la Unión Atlética Coslada.
Hola David:
Debe ser que la memoria es frágil. Yo recuerdo aquella zona de chalets (¿las conejeras?) que dices, que se hacía al final, pero hasta ese punto el recorrido era llano, no tan rompepiernas como el nuevo. De todos modos, mis felicitaciones a la Unión Atlética Coslada por la organización, que fue espléndida.
Saludos.