Mañana se celebra la octava edición de la media maratón de Latina. Es una carrera relativamente joven y siempre he tenido ganas de conocerla, pero el hecho de que se celebre tan cerca de la media de Fuencarral, me ha echado para atrás. Este año he sacrificado Fuencarral, que es la media que más me gusta, para poder participar en Latina. Veremos si merece la pena el cambio. De dureza, dicen los que conocen ambas que es similar, con la diferencia que en Fuencarral son cuestas largas y en Latina son cuestas más cortas, pero más abundantes y mucho sube y baja.
Como mañana es la carrera, hoy he salido a hacer el entrenamiento habitual de los días anteriores a una prueba. Es cierto que no voy a correr fuerte, ya que de nuevo voy de acompañante, pero para no perder la costumbre.
He quedado con mi tocayo a las 9:30 con la idea de coincidir con otros dos pradolongueros que a esa hora deberían comenzar la segunda vuelta. Y así ha sido. Hemos comenzado el circuito al revés y pronto nos hemos encontrado. Cambio de sentido y grupeto de cuatro que a ritmo sosegado íbamos dándole a la húmeda. Hoy el viento venía fresquito, fresquito, menos mal que el cielo estaba despejado y el sol brillaba, que si no…
Pasado el kilómetro cuatro, hemos empezado con los progresivos: cortos y sin llegar al cien por cien, no vaya a ser que nos quememos en exceso o nos lesionemos por alguna tontada. Tengo un mal recuerdo de un día como éste, víspera de la media de Getafe, que me lesioné y todavía no se por qué. Así que procuro no pasarme con estos cambios de ritmo.
Hicimos un total de cinco (o seis) ya no recuerdo bien de progresivos, completando 5,6 km en un tiempo de 31:12 @ 5:30 min/km y dejando las patas preparadas para mañana.
Llegaba al punto de encuentro muy feliz. En mi pesada habitual de los sábados, la báscula marcaba 68,1 kg, un peso que se acerca al normal en esta época del año con este nivel de entrenamientos. A ver si la semana que viene logro bajar a los 67 y pico.