Se llama Diane Van Deren, es probable que no la conozcáis. Antigua jugadora profesional de tenis, cuando estaba embarazada de su tercer hijo empezó a sufrir crisis epilépticas. Crisis que ni siquiera los fármacos conseguían evitar. Cuando sentía una sensación de hormigueo o picazón en la cabeza y el cuerpo, se ataba los cordones de las zapatillas lo más rápido posible y, sin rumbo, salía a correr. Así se anticipaba a la crisis que se aproximaba. Así evitaba la crisis.
Llegó a soportar hasta cinco ataques por semana. «Probé todas las medicinas posibles y ninguna surtía el efecto justo o me causaban efectos secundarios como sentir un cansancio extremo, pérdida del apetito y problemas cognitivos».
Diane se enteró de una cirugía que podría darle otra oportunidad. Una intervención radical, pero definitiva. La sometieron a una larga operación para practicarle una lobectomía, durante la cual le extirparon una porción de tejido neuronal.
Sin embargo, el éxito de la intervención y la posibilidad de esquivar para siempre las traumáticas convulsiones, también le implicó ciertas pérdidas. Ya no puede organizar tareas simples y no tiene noción de tiempo ni de espacio. Tampoco puede orientarse; le cuesta memorizar hechos o situaciones, conversaciones y hasta rostros. Se pierde con facilidad y es incapaz de calcular cuánto tiempo ha transcurrido. Por eso, marca el camino por el que debe regresar a su casa, escribe en papelitos las cosas que debe hacer o a quién debe llamar.
A partir de allí, Diane se ha convertido en una difusora de cómo hacer frente a la epilepsia. «Algunos dicen que los inspiro. Creo que la ayuda es una riqueza. En mi caso, hablo desde mi corazón. No se trata sólo de mí o todo de mí, pero trato de poner el ejemplo de ser una atleta profesional, una madre y una esposa. Quiero darles a otros esperanzas. Por eso, nunca abandono ni me rindo», sostiene.
Desde entonces, y siguiendo con su antigua receta, continúa corriendo. Se ha convertido en una auténtica campeona de los ultramaratones. En 2009 fue la primera mujer en la historia en completar la carrera de extrema dureza Yukon Artic Ultra Race. Un verdadero reto de supervivencia en la más absoluta soledad con temperaturas de -40° y más de 700 km acarreando un trineo con las provisiones y sólo 13 días para finalizarla. Es una aguerrida atleta de 52 años que prefiere «vivir la vida como un tigre en lugar de como un cordero». «Por eso, cada día doy el máximo y no me guardo nada.»
Desde luego todo un ejemplo para todos.
Ayer estuve andando por la sierra, en San Rafael. No muchos kilómetros, unos siete, calculo. Lo peor es que tuvimos que darnos la vuelta porque acabé en el fondo de un riachuelo por intentar ayudar a cruzar a una amiga. Es que no se puede ser tan caballeroso 😉
Lo cierto es que me di un buen golpe en la rodilla derecha y hoy estaba un poco hinchada y me dolía, pero me ha permitido correr aunque con algo de precaución. Curiosamente, no ha venido nadie de los habituales; no obstante, me he encontrado con Enrique, ilustre veterano de la A. D. Marathon, que me ha ido contando sus historias y ha hecho más ameno el viaje.
Por aquello de la rodilla, he tratado de forzar lo menos posible. Además hacía bastante calor. De esta forma, he completado los 10 km en un tiempo de 54:08 a un ritmo fácil de 5:24.
Un deportista casi nunca se rinde, la admiro, sin duda a vencido, porque no ha parado de luchar. Un ejemplo.
Desde luego todo un ejemplo de superación. Realmente admirable.