Por fin puedo respirar tranquilo. Ya he cumplido mi gran objetivo -atlético- del año, que no es otro que terminar la maratón de Madrid. Este año casi se corre en el mes de mayo, ya que el último domingo de abril fue el 30. Suelo fijarme como meta bajar de 3h30, pero este año debido a que el mes de enero me lo pasé en blanco por culpa de una lesión, ese tiempo que parecía muy ambicioso y decidí marcarme otro más acorde con mi estado físico: bajar de las cuatro horas.
Este año el recorrido era absolutamente novedoso. Tomando como centro el Paseo de la Castellana, normalmente el recorrido transcurre al oeste de esta vía; sin embargo en esta edición se tocaba la zona este de Madrid. La llegada de nuevo era en el parque de El Retiro como años atrás.
Varios compañeros habíamos pensado hacer la carrera sobre las cuatro horas, pero a la hora de la verdad, sólo formamos un pequeño pelotón de cuatro, aunque uno de ellos ni siquiera tenía pensado terminar. Eso sí, nos sirvió de gran ayuda cogiendo botellitas de agua en los avituallamientos y esponjas en los puestos habilitados para tal. La idea era tomarnos las cosas con mucha tranquilidad en los primeros kilómetros con la idea de apretar, si fuese posible, al final. En Plaza Castilla (km 6) nos esperaba otro compañero, éste sin dorsal.
Llegamos al kilómetro 10 con un tiempo cercano a una hora. En ese punto adelantamos al pelotón de las cuatro horas, guiados por atletas con un gran globo azul con el tiempo marcado. Mis compañeros decidieron apretar un poco el ritmo y los fui siguiendo hasta el kilómetro 14. En ese punto, que comenzaba una larga subida hasta la media maratón decidí marchar algo más tranquilo que ellos.
Desde ese km 14 hasta la media maratón, el recorrido es ascendente en su mayor parte y se hace durillo. Yo con mi trote cochinero iba devorando kilómetros casi sin enterarme, lo cual era buena señal. A la media llegué con un tiempo de 1:59:31, un minuto por encima de mis cálculos, pero dentro de lo previsible, aunque durante la carrera no supe el tiempo porque no había puesto en marcha el cronómetro para no obsesionarme con el tiempo.
Después de la media el terreno es favorable, pero poco antes de llegar al Recinto Ferial (km 24), con objeto de salvar la M-40, aparece un fuerte repecho que no es más que el preludio de los kilómetros que restan. Porque a partir de entonces, se suceden bastantes subidas y bajadas que van machacando las piernas sin piedad. Tremendo el repecho que hay al salir del citado Recinto Ferial (km 27).
Sobre el kilómetro 30 adelanté a un buen amigo, Juan Ignacio, que luchaba por superar su XXIX maratón de Madrid, pero no pudo seguir nuestro ritmo, comentando que iba un poco justo. Al final nos vimos en meta y en su cara se reflejaba la satisfacción de haber terminado todas las maratones de Madrid.
Yo trataba de seguir a una pareja que llevaba un ritmo similar al mío, pero en la subida de la Avda. de Niza (km 32) ya no pude seguirlos. Aunque cansando, veía que todavía tenía algo de fuelle, ¡¡todavía no había llegado el consabido muro!!
Otro punto puñetero llegó en la Avda. Hnos. García Noblejas, sobre el km 36-37. Esa subidita, que en la carrera de Canillejas es prácticamente imperceptible, en la maratón se hacía dura de verdad. Allí me encontré a otro par de compañeros, pero siguieron a su bola. La verdad es que en esos kilómetros, bastante tiene uno con poder mantenerse dignamente.
Ahora había kilómetro y medio de una buena bajada. Lo que va desde la Cruz hasta Ventas por la calle Alcalá. Es en las bajadas donde uno ve si va o no va. Yo pude comprobar que iba más bien poco, pero aprovechando que había bastante sombra intenté relajar lo que pude pensando en la subida a Manuel Becerra. Justo en el puente de Ventas me adelantaron los de las cuatro horas. Me alegró ver entre los portadores de los globos a un compañero de entrenamiento que iba como una máquina, pero me pasaron como una exhalación. No tuve tiempo de ni siquiera pensar si debía o no seguirles.
Me esforcé todo lo que pude por intentar subir ese último repecho corriendo y lo conseguí, pero no creo que lo hiciese más deprisa que si hubiese ido andando. Ya estaba en el km 40. Totalmente fundido, pero con la sonrisa de oreja a oreja pensando que lo peor había pasado. Con un trote bastante pobre, me planteé llegar hasta el kilómetro 41, pero o yo iba ya ciego o este kilómetro no estaba señalizado. El caso es que nos plantamos en la puerta del Retiro y la meta ya estaba muy cerca. No sé si mi memoria me juega una mala pasada, pero me pareció ver muchísima gente agolpada en las vallas animando. Este año mi hijo me acompañó ese último kilómetro. Fue una experiencia irrepetible la entrada en meta agarrado de su mano.
El tiempo oficial fue de 4:02:31 y el tiempo neto, lo que verdaderamente me importa, de 3:59:35, por lo que puedo decir que cumplí mi objetivo de bajar de las cuatro horas.