Dado que me había lesionado en enero y que hasta finales de febrero no había empezado a entrenar, decidí correr en Laredo. La cosa parecía sencilla ya que se trata de una maratón prácticamente llana y mi objetivo, dado que el entrenamiento no había sido bueno, era realizar tres horas y cuarenta y cinco minutos. Era el 27 de mayo de 2001 y se celebraba la X edición de esta carrera.
La maratón transcurre en un circuito urbano de algo menos de 14 km por las calles de la ciudad al que hay que dar tres vueltas. Como todas las ciudades costeras modernas, la población está distribuida a lo largo de la costa, por lo que las calles son muy largas, esto hace que la carrera sea sosa, insípida y monótona en todo su recorrido.
Se trata ésta de una carrera bastante familiar en todos los detalles, incluso en la participación que no llegó a superar los 300 atletas, algunos de los cuales tenían intención de correr sólo la media maratón. El día amaneció ya bastante caluroso y este calor castigó a todos los participantes durante la carrera, ya que no había prácticamente una sola sombra en todo el recorrido. Aunque hay que decir que los puestos de agua y esponjas funcionaron a la perfección.
Tenía la idea de realizar un tiempo cercano a las 3h45, pero comencé a un ritmo superior al previsto, empeñado en formar un grupo con un pibe con el que anduve los primeros ocho kilómetros. A partir de entonces, bajé algo el ritmo y llegué a la media maratón en 1:45:40, ¡demasiado deprisa para mí! Cuando iba por el km 26 tuve el dudoso honor de ser doblado por el primer clasificado, el marroquí Mohamed Aoulhab, que ya había ganado el pasado año y que este año volvió a repetir.
Todavía me mantuve a un ritmo aceptable hasta el km 27 ó 28, pero a partir de entonces, empecé mi calvario particular. Tuve suerte de encontrar un compañero de viaje en el km 33, un fondista barcelonés de 62 años que este año ya se había metido la maratón de Barcelona y la de Madrid. Juntos nos peleamos por atravesar la jungla de coches que invadía el circuito en esta última vuelta y le agradezco sinceramente su ayuda ya que él tiró de mi e incluso me esperó en una zona donde naufragué estrepitosamente (km 36). Llegamos juntos hasta las puertas del estadio de atletismo donde estaba instalada la línea de meta y en esos 300 últimos metros, me sacó 200, tan lamentable era mi estado físico.
Al final, con más pena que gloria llegué a la meta con un tiempo, según mi reloj, de 3:58:24. Bueno, al menos conseguí bajar de las cuatro horas. Después de una ducha en los vestuarios del estadio de atletismo llegó el mejor detalle de la organización: fruta en abundancia para todos. Había plátanos, fresas, cerezas, melón, naranja y alguna cosa más que seguro olvido, todo en perfecto estado para ser consumido en ese mismo instante.
En resumen, me pareció una carrera fea e insulsa, además con el agravante (no sé si es normal en esos lares y esas fechas) de un calor atroz durante todo el recorrido. Los ánimos de la gente eran prácticamente inexistentes y solamente la gente de la organización en los puestos de agua y esponjas animaban a los corredores. El hecho de que hubiese bastantes calles abiertas al tráfico (aunque utilizando vallas para separar a unos de otros) también me pareció una cosa fea y, además, peligrosa. El tema de los coches se agravó al final ya que se saltaban alegremente los controles que ejercía la Policía Municipal e invadían el circuito en puntos donde se suponía no debería de haber vehículos. Para rematar, lo peor de todo es que con tanto sol, me achicharré la espalda y los hombros ya que no tuve la precaución de protegerlos con crema protectora y ésto no se lo puedo achacar a la organización.
En fin, una experiencia más que espero me sirva para poder hacerlo mejor las siguientes veces. Está claro que aunque la carrera sea llana, hay que estar bien entrenado para poder hacer una marca en condiciones y yo quizás me confié demasiado después de la disputa de la maratón de Madrid. Eso sí, la zona antigua de Laredo es un sitio precioso. Me gustó mucho. Como curiosidad histórica decir que el rey Carlos I de España y V de Alemania desembarcó en Laredo para realizar su último viaje hasta el monasterio de Yuste donde permaneció los últimos años de su vida.