El sábado por la tarde, un primer grupo expedicionario pradolonguero formado por siete corredores se desplazó a Ciudad Real para participar en la primera edición de la media maratón de Castilla-La Mancha, que este año por primera vez se celebraba junto a la maratón. Un segundo grupo, el de los dos emilios, iba a llegar el mismo día de la carrera, poco antes de empezar.
Llegamos, fuimos al hotel a dejar los chismes y desde allí a recoger el dorsal a la Plaza Mayor. Para nuestra desgracia, este año no hubo el ágape tradicional con que la organización agasajaba a los corredores en el museo municipal López Villaseñor. Nos dijeron que su ausencia era cosa de la crisis y tuvimos que conformarnos con cenar alguna cosa en un local de comida rápida.
El domingo, con aquello del cambio de hora, a las seis ya estaba con los ojos como platos, así que aproveché para desayunar pronto y preparar con mimo los útiles de correr. Por eso, con mucho tiempo de antelación llegamos a la línea de salida donde incluso nos dio tiempo a tomar un café aparte de calentar, hacernos fotos y charlar con la gente del Gran Grupo Garabitas que había desplazado un buen número de efectivos a esta ciudad castellano-manchega.
Foto de grupo, antes de la salida de la media, con muchos GGGs
Ya conocía la carrera por la maratón que hice en 2008, por lo que sabía que la media consiste en dar sólo una vuelta de las dos que conforman la maratón entera. Tengo que reconocer que no es una carrera bonita, ya que parte de la prueba transcurre por polígonos industriales y otra buena parte consiste en ir y volver a Miguelturra por una carretera abierta al tráfico separando por conos el carril para los coches y el carril para los corredores. Resulta peligroso y muy desagradable ir corriendo al lado de coches que van y vienen casi rozando los conos.
La animación en Ciudad Real es ciertamente escasa, excepto en el tramo donde está la salida y meta; sin embargo, cuando se cruza por el centro de Miguelturra, la animación es excesiva. Hubo un momento que tanto tamborazo y tanto estruendo me dejó totalmente anonadado, tanto que casi no sabía donde estaba. El tramo de Miguelturra hasta Ciudad Real se hace durillo porque ya llevas bastantes kilómetros en el cuerpo y hay algunos repechitos que consiguen que te vayan abandonando las fuerzas poco a poco. Afortunadamente, desde la entrada a la ciudad de Ciudad Real hasta meta (unos dos kilómetros) el recorrido es favorable y se puede recortar un poco el tiempo perdido en esos repechos.
Tenía previsto salir con Jaquín con la idea de bajar de la hora y media. Con unos minutos de retraso sobre las nueve y media dieron la salida y enseguida nos pusimos a un ritmo de crucero de 4:15 que era lo previsto para realizar esa marca. Los primeros 10 km (42:23) salieron bajo el guión previsto, incluso ganando unos segundillos al crono. En esos primeros kilómetros se nos unió un corredor que nos acompañó casi toda la carrera, siempre a nuestras espaldas, pero que no se quedaba en ningún momento. Pasando esa primera decena de kilómetros, coincidiendo con el avituallamiento en la salida de Ciudad Real y que era cuesta arriba tuvimos una pequeña pérdida de segundos, pero al poco volvimos a marchar al ritmo deseado.
Entre el 13 y el 14 nos adelantó Paco, el hermano de Joaquín, que iba a realizar la maratón entera. Eso nos dejó un poco tocados porque además nos pasó como si tal cosa, a un ritmo endiablado. Luego pagó estas alegrías y se le hizo la segunda vuelta muy dura, pero aún así consiguió hacer 3h15 que no es mala marca; sin embargo nosotros perdimos otro puñado de segundos debido al shock producido por el adelantamiento.
Después del animado paso por el centro de Miguelturra, de nuevo empezamos a transitar por calles muy solitarias de esta localidad y ya saliendo, en el kilómetro 16, se puso a tirar nuestro acompañante. Iba más fuerte que nosotros dos porque cuando llegaron los repechos fue separándose muy poco a poco, sin que fuéramos capaces de seguirle. Pasé dos o tres kilómetros un poco delicados porque veía que no sólo se iba el acompañante, sino que veía que Joaquín también me dejaba tirado. Menos mal que llegamos al kilómetro 19 y el perfil era un poco más favorable; sin embargo, ya veía que la cosa iba a estar muy justa, sobre todo porque un kilómetro después el tiempo era de 1:25:25 (íbamos 25 segundos peor). Sólo quedaba echar toda la carne en el asador en ese kilómetro y pico para tratar de conseguir el objetivo.
Y así fue, sacamos fuerzas de flaqueza y ese último tramo fue el más rápido de todos, consiguiendo marcar un ritmo de 4:06 y bajando por los pelos de la hora y media. El tiempo oficial ha sido de 1:29:55, aunque hice algunos segundos menos de tiempo neto, llegando en el puesto 81 de la general y siendo octavo de mi categoría. Mi compañero de aventuras hizo un segundo más pero se aupó al tercer puesto del cajón de su categoría. Emilio, para no perder la costumbre, se hizo con el primer puesto de su categoría de mayores de 60 años y eso que dentro de dos semanas cumplirá 66 tacos. Este hombre no para de sorprenderme. Y para terminar, la única componente femenina del grupo pradolonguero también subió al cajón. La expedición fue todo un éxito.
Llegando a meta en la media de Castilla-La Mancha
Como curiosidad, decir que en esta carrera es en la única donde el dorsal ha hecho honor a su nombre. La manera que tuvo la organización de distinguir a los que iban a hacer la maratón de los que iban a hacer la media fue que los más vagos llevaran dos dorsales, uno en el pecho y otro, en el dorso. Nunca lo había visto hasta ahora.
Para terminar fuimos a comer al Hotel Guadiana donde Juan Julián del Gran Grupo Garabitas había reservado para una treintena de personas. La comida fue extraordinaria y muy bien de precio y la compañía, excepcional. Gracias Juju por tus desvelos.
Reponiendo fuerzas después de la carrera
Lo único malo es que acabé con la uña del dedo gordo derecho bastante mal. Ya estaba la cosa fea, pero me dolió bastante en los últimos kilómetros, como si se me fuese clavando. Me sangró durante ese último trecho y desde que paré después de meta no puedo andar con normalidad. La uña ha pasado de estar de color negra, a un color gris sucio, muy mosqueante.
Aprovecho para decir que aunque el sábado no corrí, sí me subí a la báscula. Marcaba 67,1 kg gracias a la gran cantidad de kilómetros que me metí la semana anterior, porque ésta ha sido de poco kilometraje.
Para terminar, dar las gracias a Emilio II (y a Cristina) por las dos primeras fotos y a Juan Julián por la segunda.