XXXVII Carrera del Árbol

Es la Carrera del Árbol otra de las carreras pertenecientes a la Unión de Carreras de Barrio de Madrid; sin embargo, es una carrera especial ya que al no ser competitiva tiene una puntuación distinta a las demás y es que cada participante recibe 1 punto independientemente de cuando haya llegado a meta y no hay puntuación por equipos.

Sonó el despertador a las 7:30, me levanté, desayuné y cuando me estaba preparando para salir recibí una llamada de Emilio diciendo que estaba en un atasco por culpa de la media maratón de Carabanchel y que no le iba a dar tiempo a estar a las nueve y media en el punto de encuentro y lo más gracioso es que fue él el que se encargó de coger las camisetas para todos los demás porque en esta carrera no hay dorsal, sólo una camiseta identificativa. Le dije que se fuera directamente al polideportivo de Palomeras. Los demás sí estábamos a las nueve y media en el punto de encuentro por lo que optamos por el plan B que fue montar todos en mi coche y acercarnos al barrio de Vallecas, en concreto al polideportivo de Palomeras donde había quedado con Emilio si conseguía escapar de la encerrona de la media maratón carabanchelera.

Como un cuarto de hora más tarde llegó, acercó su coche a la salida, cogió las camisetas de la carrera para todo el equipo y fuimos hacia la salida. Allí nos encontramos todos, repartió Emilio las camisetas y luego me tocó volver con Emilio a su coche a dejar las cosas. Nos fuimos trotando hasta el vehículo, cuesta arriba y con los bártulos y bajamos trotando cuesta abajo y ya libres de cargas. Llegamos al arco de salida cuando faltarían cinco minutos, así que todo muy apurado pero al menos a tiempo. Incluso nos dio tiempo a hacernos una foto todos los compañeros.

Foto de equipo en la 37ª edición de la Carrera del Árbol

Salí con una compañera para ver si podía aguantar su ritmo y Ninfa salió también junto a nosotros, pero Ninfa se fue en el primer metro y ya la vimos en meta. A mi compañera le costó lo suyo subir la primera cuesta que es bastante larga y también la costó subir la última cuesta aunque sea corta, pero es muy empinada. El resto la vi un poco floja para ser sólo cinco kilómetros. Yo con mi poco entrenamiento, bastante hacía que no se me iba.

Corriendo por las calles de Vallecas

Llegando a meta, en la última curva, faltando unos cien metros para llegar al arco de meta sintió que una chica se aproximaba y aceleró de lo lindo, tanto que me costó ponerme a su altura y en paralelo para dificultar el adelantamiento de la otra, pero la otra no nos adelantó, mi compañera lo dio todo. Cuando llegamos a meta vi que llevábamos 25 minutos y pico y me pareció demasiado, ya que tampoco es que fuéramos de paseo. Luego me dijo la compañera que el GPS había medido 5,3 km y que había hecho una media de 4:47 que se aproxima a sus ritmos de carrera más o menos.

Nos dieron una bolsa del corredor impresionante: comida, bebida, un frisbee, un cargador inalámbrico para el móvil, un pen y algunos recibieron incluso una plancha de viaje, aunque yo no fui agraciado con tan interesante electrodoméstico.

Bolsa del corredor, ¿alguien da más?

II Milla nocturna de Usera

Dado que esta prueba se celebra la lado de mi casa me animé a participar siendo tan sólo 1609 metros. En las dos últimas carreras en las que participé me tuve que retirar y la verdad es que muy católico no me encontraba, pero pensé que muy mal se me tenía que dar para no terminar siendo tan corta la distancia.

Me enteré el día antes de la celebración de la milla así que traté de apuntarme y ya no había dorsales, aunque sí una lista de espera en la que me apunté junto a una amiga y un chaval conocido que corre como un galgo estas pruebas. El caso es que no tenía muchas esperanzas al habernos apuntado en la lista de espera, pero me llamaron el mismo día de la carrera diciendo que nos habían adjudicado un dorsal porque había algunos disponibles.

Por la tarde nos acercamos al Polideportivo de Orcasitas a recoger el dorsal y a confirmar los horarios de salida, ya que dependiendo de la categoría la salida era a una hora u otra.

El primero en participar fue el más joven de los tres, que comenzó su tanda de jóvenes y promesas a las 21 horas. El chaval no tuvo mucha competencia y se llevó su prueba con un tiempo de 5:41. Fue al acabar cuando vimos que algo no cuadraba porque el tiempo era muy malo teniendo en cuenta que dos meses antes en la milla de Carabanchel había hecho 4:53. Resultó que su GPS marcaba aproximadamente 1,8 km, es decir, una milla náutica. ¡Estaba mal medido!

En lo más alto del cajón en la II Milla nocturna de Usera

La siguiente en participar fue mi amiga, que salía a las 21:35 y que se quedó a las puertas del podium ya que fue cuarta en su tanda. Tuvo mala suerte de quedarse a las puertas, pero la tercera no le dio oportunidad.

En pleno esfuerzo luchando por el tercer puesto

Yo salí a las diez y salí muy tranquilo, de hecho no llevé ni reloj. Cuando me quise dar cuenta iba de los últimos y tuve que apretar, se acabó mi idea de ir de paseo, después de unos pocos metros me puse ya a tope (dentro de mis limitadas capacidades) y hasta meta tratando de adelantar a un chico que iba por delante de mí al que alcancé en la recta de meta esprintando a muerte. Lo mejor es que no me molestó ni la rodilla ni el gemelo.

En la II Milla nocturna de Usera

Miré el reloj de meta pero se me olvidó por lo que saludé al chico que adelanté y le pregunté el tiempo, a lo que me respondió que 7:10 (luego vi que el tiempo oficial fue de 7:08). Así que me doy con un canto en los dientes porque me salió un ritmo de aproximadamente 4:00 que es parecido al que llevaba en la milla de Carabanchel. Eso sí, esta vez acabé bastante peor porque tenía la garganta que me ardía y así estuve mucho rato.

Dos victorias seguidas

Dicen que una retirada a tiempo es una victoria, por lo que dos retiradas son dos victorias y yo llevo dos seguidas. La de la maratón la semana pasada y la de hoy.

Unos meses antes me había apuntado a la VII edición de la Volta a Illa de Ons que se celebraba una semana después de la maratón. En aquel entonces pensé que aunque hubiese hecho 42 kilómetros podía terminar esta carrera que me la iba a tomar en modo turista más que en modo corredor.

Según dice la Wikipedia, la isla de Ons es una isla perteneciente al municipio pontevedrés de Bueu, situada a la entrada de la ría de Pontevedra en Galicia, España. Es la isla principal del archipiélago de las Ons que forma junto con la isla de Onza u Onceta y otros pequeños islotes. No es tan famosa como las islas Cíes, pero es un sitio que merece mucho la pena visitar, esto ya lo digo yo, no la Wikipedia.

Existía la posibilidad de hacer la prueba corriendo o andando. Los que se habían apuntado a correr tenían que dar dos vueltas completando unos 19 kilómetros y los que lo iban a hacer andando tenían que dar una única vuelta de unos diez kilómetros más o menos. Yo me había apuntado a la prueba de correr y la amiga que me acompañó a tierras gallegas se había apuntado a la de andar.

Además de ir con mi amiga, habíamos quedado allí con otras dos amigas que al igual que nosotros una iba a correr y otra a andar. Una de ellas es natural de Bueu y tuvo a bien permitirnos dormir en su casa, así que no tuvimos que madrugar demasiado para coger un barco en Bueu que nos llevó hasta la isla, el viaje hasta allí ya entraba en el precio de la inscripción. Anduvimos un rato por allí calentando y algunas haciendo zumba. Dieron la salida y yo salí trotando con Ana, pero en la primera bajada tuve claro que no iba a completar las dos vueltas ni de broma.

Corriendo por la isla de Ons

Efectivamente, faltando un par de kilómetros para completar la primera vuelta dije a mi amiga Ana que siguiera sola, que yo lo dejaba, me parecía una tontería seguir corriendo con dolores en el gemelo que lo único que podía hacer era ponerme peor, así que el último tramo lo hice andando y al acabar la vuelta lo dejé. Igual que en la maratón, me retiré a tiempo, así que otra victoria. Mejor lo hizo mi amiga que llegó primera de los andarines, pero no la sirvió de mucho porque era una prueba no competitiva.

Aunque no conseguí terminar, el viaje hasta allí fue satisfactorio porque conocí un bonito paraje que si no hubiese sido por esta carrera no hubiese conocido. Así que habrá que darlo por bueno.

Intento fallido de maratón

Preparé la XLV edición de la Maratón de Madrid con la intención de hacer mi trigésima maratón y dedicarme a mis labores, así que traté de prepararla en condiciones metiendo un par de medias maratones como la de Fuencarral y la de Latina.

La media de Fuencarral se celebró el 12 de febrero y la de Latina el 26 del mismo mes. Pues bien, entre ambas corrí tres días seguidos: 8 km el viernes 17, 14 km el sábado 18 y 17 km el domingo 19. Fue mi perdición porque desde ese momento comenzó a dolerme la rodilla izquierda y en todos los entrenamientos que hice de cara a la maratón me estuvo molestando la rodilla; sin embargo, aunque iba con molestias, podía correr.

El domingo anterior a la maratón salí a entrenar con mi compañero Miguel y a la vuelta, subiendo del río dije de pararme porque la rodilla seguía erre que erre, así que pensé que lo mejor era no hacer nada hasta el día M; sin embargo, la cosa no quedó ahí porque en esa última semana empezó a dolerme el gemelo o el soleo o algún músculo de esos que tenemos en la pantorrilla, también en la pierna izquierda, como la rodilla.

El día indicado nos juntamos tres compañeros del Club Atletismo Zofío con la idea, utópica en algunos casos, de terminar la maratón. El único que estaba en condiciones era Miguel porque Ninfa decía estar muy mal del estómago y yo estaba con mi pierna izquierda hecha papilla.

Dieron la salida y pronto se fue Miguel por delante, yo me quedé con Ninfa y fuimos a un ritmo tranquilo tratando de no forzar, pero notaba el gemelo/soleo que me tiraba bastante y alguna molestia en la rodilla. Pasé la media maratón fastidiado y un par de kilómetros después, bajando Marqués de Urquijo, ya me dolía toda la pierna e iba cojeando. Hubiese sido el momento de retirarme, pero había quedado con una amiga en el kilómetro 26 y fui renqueando hasta allí donde ya lo dejé. Lo malo es que Ninfa decidió retirarse también cuando ella podía haber seguido sin problemas. Y así acabó mi intento de terminar mi trigésima maratón, que se me está resistiendo.

Abandonando en el Puente del Rey

Como curiosidad decir que en 1995 también me retiré de la maratón de Madrid y no fue muy lejos de donde lo hice esta vez, ya que fue junto al Lago de la Casa de Campo.

I Milla de Carabanchel

Hoy por segunda vez he participado en una milla. Bueno, quizás la primera, porque cuando participé anteriormente en una milla no medía 1609 metros porque si lo hubiese medido, los cuatro primeros habrían batido el récord del mundo. Esto sería a mediados de los ochenta en una milla organizada por el club deportivo de la facultad de Matemáticas de Madrid.

Esta vez la prueba no se realizaba en la Ciudad Universitaria acabando en la pista de ceniza, sino que acababa y comenzaba en el madrileño barrio de Carabanchel junto al pinar de San José.

No tenía ni idea de lo que podía hacer, pero pensé que si lo hacía en 6:15 hubiese sido una buen marca; sin embargo al ver el circuito ya me pareció que esa marca iba a resultar muy complicada ya que el circuito no era llano en absoluto, tampoco es que hubiese que subir el Tourmalet, pero llano no era ni un solo metro, todo ligera subida y ligera bajada con cuatro giros de 180º donde también se pierden segundos, desde luego nada que ver con una milla en pista que aunque hay giros no son tan pronunciados.

Estando en plena preparación para la maratón de Madrid me acerqué por allí más que nada por acompañar a un chaval al que conozco que quería medirse en esa distancia. Había quedado con él y me acercó con su coche hasta una calle próxima a la salida/meta. Aparcó el coche a unos quinientos metros de la salida y fuimos paseando hasta allí en una agradable mañana, fresca pero ni mucho menos fría, ideal para correr.

Había varias categorías, entre ellas Master masculino que era donde yo participaba, mientras que el compañero participaba en Senior masculino. Estuvimos calentando por el pinar y a las diez nos aproximamos a la calle de la Torta para ver la primera de las pruebas, la Master femenina. Había abundancia de participantes del club Triatlón Carabanchel, que organizaban la prueba. También había muchos de un club llamado BreatheSport que creo también es de este barrio.

Un cuarto de hora más tarde que las chicas salieron los de mi categoría, yo algo desanimado por las ligeras cuestas y los giros, aun así salí a toda pastilla, para mi nivel, en esos primeros metros de subida, que pronto fueron favorables, yendo unos segundos por debajo de cuatro en ese terreno. Después de un giro de 180º ese terreno favorable se convierte en ligera cuesta y esos segundillos que había ganado en la bajada se perdieron en la subida. Luego se baja un poquito, otro giro de 180º y se sube hacia la meta para completar la primera vuelta, 800 metros. Como en la primera vuelta, se baja hasta el siguiente giro de 180º y antes de ese tercer giro se cumplió el kilómetro que hice en 3:59. Seguí más o menos al mismo ritmo, ya no daba más de sí, apretando los dientes para llegar a meta en el menor tiempo posible que fue 6:26 según mi cronómetro, algunas décimas menos según la clasificación oficial.

En pleno esfuerzo terminando la milla

A las 10:45 comenzó el compañero que salió un poco retrasado. En la primera vuelta iba el séptimo o el octavo, pero luego fue remontando y acabó tercero. Hizo una gran carrera con un tiempo de 4:53, algo más de minuto y medio más rápido que yo. Mientras esperábamos a que subiera al cajón estuvimos viendo las pruebas de los más pequeños y la verdad es que es reconfortante ver que hay niños y niñas que practican atletismo y que serán los futuros campeones del mañana.

El compañero en el cajón

Estando por allí esperando al podium me crucé con un chico que me sonaba un montón su cara, pero que no le ubicaba, luego gracias a Strava vi que era Alberto, un antiguo compañero de MaraTI+D con el que corrí varias carreras, entre ellas la de su debut con el equipo en los 10 km pedestres de Usera de 1999 donde gracias a su ayuda hice en aquel entonces mi mejor marca en 10 kilómetros marcando 41:39 que me costó un montón de años superar. Después de recoger su trofeo me despedí de mi compañero que tuvo la gentileza de llevarse mi ropa de abrigo y yo me hice 10 millas más para completar un entrenamiento largo de cara a la maratón, ya a un mes vista.

XVII Media maratón de Latina

Sobre las siete me levanté y desayuné un vaso de leche con café y dos tostadas de pan de molde con crema de cacahuete y mermelada de arándano. Tenía pensado levantarme un poco más tarde y desayunar menos, pero al final desayuné lo que las últimas veces pensando que se iba a hacer larga la media.

Poco antes de las ocho y media salimos hacia el punto de encuentro con el coche. Cogimos a mi tocayo de camino y subimos al centro comercial de Aluche, aparcamos y fuimos andando tranquilamente hasta la pista de atletismo. Allí estuvimos haciendo tiempo con la ropa de abrigo puesta, ya que hacía fresquete, y cuando faltaban veinte minutos nos quitamos la ropa dejándola en el guardarropa. Luego fuimos trotando hasta la línea de salida, pero antes nos hicimos una bonita foto.

Representantes del Club Atletismo Zofío en la Media de Latina

Estando los cuatro en la línea de salida apareció Simba, el cuarto componente del Club Atletismo Zofío, que no había dado señales de vida hasta ese momento. Dieron la salida y Simba salió como un ciclón. Una de las compañeras, que iba a hacer la carrera de 5 km, nos fue marcando el ritmo el primer kilómetro, pero luego la dejamos atrás y empecé a sufrir para que Ninfa y mi tocayo no me dejaran descolgado. Fui casi toda la carrera detrás de ellos, porque aunque en las cuestas arriba me ponía a su altura, cuando la carrera era más favorable dos, tres metros siempre me metían y sufría para no perder más.

Íbamos picados con una chica que nos precedía unos cincuenta metros, pero aunque la recortábamos en las subidas, nos alejábamos en las bajadas. Yo dije que en la calle Valmojado la íbamos a coger y fue allí, subiendo Valmojado, cuando me sentí mejor. Cogí la cabeza del terceto y puse un buen ritmo, fue en ese momento cuando nos hicieron una bonita foto, casualmente el único rato donde estuve en cabeza del grupo.

Dándolo todo en la calle Valmojado a dos kilómetros de meta

No duró mucho mi euforia porque veía que si apretaba se quedaba la compañera, así que al final la chica a la que tratábamos de coger llegó antes que nosotros a meta. Cruzamos la línea de meta con 1h38 y unos pocos segundos, los tres hermanados como dos semanas antes en Fuencarral.

Nada más acabar nos pasamos por el stand de los fisios porque cada uno acabamos con alguna movida. A mí me dolía la rodilla izquierda, me tumbaron en la camilla, me movieron la rodilla para acá y para allá y llegó a la conclusión que era una sobrecarga.

Ninfa siendo séptima de la carrera quedó tercera de su categoría, siendo esta vez era Veterana C, en una extraña clasificación por edades que hicieron. Como tenía que subir al cajón estuvimos esperando. Yendo hacia el avituallamiento me llamaron y cual fue mi sorpresa que era Josetxu, antiguo compañero maratidiano con el que compartí muchas carreras en el pasado, sobre todo nos acordábamos de la maratón de San Sebastián del 98, de la chupa de agua que nos cayó durante todo el fin de semana y principalmente durante la carrera. Estuvimos un rato hablando, me contó que hacía la maratón de Valencia y la de Madrid todos los años. Nos despedimos, cogí la comida y la bebida y la ropa de abrigo y estuve estirando un poco haciendo tiempo.

Después de esperar a casi todos los premiados por fin subió la compañera al cajón y con su trofeo en la mano y nuestras medallas al cuello nos volvimos al barrio donde en una terraza celebramos convenientemente la carrera tostándonos al sol de invierno.

XXXVIII Media maratón de Fuencarral

Todo empezó a la hora de hacer la inscripción. Si querías camiseta, más tenías que pagar. En mi caso tengo camisetas para aburrir, así que dije que no, aún así no es que la cosa saliera regalada, que tuve que soltar 14,60 € por apuntarme. Ignoro si hubo otros tramos en los que era más barato apuntarse, pero ese precio «a pelo» no es un regalo precisamente. Mucho ha cambiado la cosa desde la primera vez que participé allá por 1997.

Luego siguió con el tema de recoger el dorsal. O bien lo hacías antes del día de la carrera o bien lo recogías el mismo día, pero soltando 3 €. Teniendo en cuenta que la calle Villaamail está bastante lejos de mi casa, si hubiese ido solo habría sido mejor soltar los 3 € porque según está el tema si vas en coche te lo gastas en gasolina. El caso es que el sábado fuimos en un coche a recoger tres dorsales y eso yo creo que sí es más barato que 9 €, que es lo que hubiese supuesto haber recogido el domingo los tres dorsales. Luego hablaremos de las fotos…

Debuté en esta prueba en 1997 y aunque en los primeros años intentaba hacerla todas las veces que podía, ya llevaba una temporada sin participar, once años en concreto.

119971:36:52
219981:38:05
319991:35:01
420001:39:05
520031:45:34
620051:39:30
720071:46:24
820091:42:19
920101:30:23
1020121:30:41

En los últimos días nos enteramos que la salida la habían retrasado a las diez, por lo que no hacía falta madrugar demasiado; sin embargo yo me levanté tres horas antes, a las siete, para desayunar en condiciones mi café con leche y dos tostadas.

Íbamos tres compañeros del Club Atletismo Zofío para participar en esta carrera y habíamos quedado a las ocho y media en el punto de encuentro para llegar con holgura de tiempo. Minuto arriba, minuto abajo, llegamos al sitio y salimos para el barrio de Fuencarral. Después de dar un poco de vuelta, aparcamos el coche junto al polideportivo de Santa Ana, donde acabó esta carrera unas cuantas ediciones, aunque ya llevan pocos años que han vuelto al sitio original en la calle Nuestra Señora de Valverde.

Como llegamos con tiempo y con el dorsal ya recogido se nos ocurrió tomar un café por aquello de tener una dosis extra de cafeína. En la misma calle donde está la salida y la llegada vimos un sitio abierto llamado Panadería Patio Baena donde vimos unos dulces que se me iban los ojos, pero me conformé con un café cortado. Los de la mesa de al lado pidieron una tostada de pan y puedo asegurar que es la tostada más grande que he visto nunca.

Hacía fresco, por lo que no apetecía mucho quitarse la ropa de abrigo y estuvimos mareando un poco, de tal modo que cuando fuimos a hacer uso del guardarropa, nos tocó esperar un poco y tuvimos poco tiempo para calentar, pero tuvimos tiempo de colocarnos en la línea de salida, aunque algo atrás ya que nuestras pretensiones no eran muy elevadas, nos conformábamos con no sufrir mucho y llegar los tres juntos a meta.

La última vez que participé fue en 2012, también un 12 de febrero, y en aquel entonces y durante casi toda la vida de esta carrera se hacía en el sentido horario, pero creo que fue el año pasado cuando lo hicieron en sentido antihorario, que a mí a priori me parecía más duro, ya que Herrera Oria es una señora cuesta, pero Jesús, el organizador, me aseguraba que la gente estaba haciendo mejores tiempos yendo en contra de las agujas del reloj. No me convenció mucho cuando me lo dijo, la verdad, y luego vi que de ninguna manera.

Bueno, a lo que íbamos, a las diez en punto dieron la salida y tardamos un rato en pasar la línea de salida, ya que estábamos muy atrás. Ese primer kilómetro, aunque favorable, no fue muy rápido por la gente a la que tuvimos que adelantar. Los siguientes siguen siendo favorables hasta un poco más allá del cuatro que viene una bonita cuesta arriba de unos dos kilómetros que termina en la Tapia del Pardo. Uno tramo más o menos llano y comienza una larga bajada hasta El Pardo adonde se llega aproximadamente en el kilómetro diez.

Por la carretera de El Pardo hacia Madrid hay unos cinco kilómetros más o menos llanos en los que íbamos rodando más o menos a 4:40 hasta que llegamos al quince y ahí se acabaron las tonterías. Hasta ese momento habíamos ido los tres juntos, aunque yo siempre medio descolgado, y pensaba que la subida a Herrera Oria iba a ser un «sálvese el que pueda», pero nos fuimos esperando los unos a los otros, total, tampoco nos jugábamos nada. Ese kilómetro 16, ya todo para arriba se nos fue un poco el tiempo, pero es que el siguiente kilómetro es tremendo y ahí se nos fue el kilómetro a 5:45, un minuto más lento que lo que llevábamos en el llano. El siguiente suaviza un poco porque hay un falso llano, pero el 18 también es de aúpa y también se nos disparó el tiempo. Afortunadamente ya habíamos pasado lo peor y aunque el resto seguía picando para arriba era más llevadero. Curiosamente fue en ese tramo final donde mejor me encontré y estuve tirando de mi compañeros tratando de alcanzar a una chica para que nuestra compañera tuviese alguna oportunidad de subir al cajón; sin embargo aunque la pasamos luego nos volvió a superar, aunque de todos modos llegar antes tampoco hubiera servido para hacer un puesto de honor.

Entramos los tres hermanados aunque a mí me dan un tiempo neto algo mejor al pasar detrás de ellos por la salida. Mi tiempo fue 1:40:38 prácticamente diez minutos más que la vez anterior hace once años. Pero contento por haber llegado los tres juntos y haber sido capaz de aguantar el ritmo.

Está claro que lo de las carreras populares es un negocio porque algunas carreras lo mercantilizan todo. Por ejemplo, esta carrera saca dinero por el precio del dorsal, por la recogida del dorsal el domingo, por si alguno «pica» y compra una camiseta de ediciones antiguas de ésta y otras carreras, ya que en el local de la recogida de dorsales también había una especie de mercadillo. Y por último, también se hace negocio con las fotos, ya que es una empresa la que las hace y las vende por el módico precio de 4,90 €. Eso sí, reconozco que las fotos están muy bien hechas y de gran calidad.

Esta vez no llevé la indumentaria del Club Atletismo Zofío, ya que ese día en Madrid se celebraba una manifestación por la Sanidad Pública, así que aproveché para manifestarme mientras corría.

XLI San Silvestre vicalvareña

Un año más y ya van quince, he acabado el año atlético participando en la San Silvestre vicalvareña. Y no he estado solo, ya que hasta allí nos hemos desplazado unos cuantos compañeros y compañeras del Club Atletismo Zofío. E incluso un bandolero nos ha acompañado…

La carrera de los mayores comenzaba a las 11:45 aunque desde las diez se celebraban carreras para los más pequeños. Este es uno de los detalles que distingue una carrera popular de una carrera $$comercial$$.

Habíamos quedado a las diez en el punto de encuentro. Llegamos a la hora y al poco salimos. Aparcamos sin demasiadas dificultades no muy lejos del polideportivo Margot Moles, donde está ubicado todo el tinglado. Retiramos el dorsal rápidamente y nos dio tiempo a hacer nuestras necesidades antes de dejar la ropa en el ropero y hacernos la foto de rigor.

Club Atletismo Zofío con bandolero incorporado

Con la referencia de la Carrera del mazapán en la que participé una semana antes sabía que podría llevar un ritmo de carrera de 4:15, pero me conformaba con ir incluso más despacio. Siendo la última del año tampoco es cuestión de ir a muerte.

Dieron la salida y traté de tomármelo con calma, pero al ser favorable ese primer tramo se te van las piernas casi sin querer, son 750 metros que se hacen a toda pastilla. En ese primer giro de noventa grados a derechas vi a mi compañera Ninfa que ya me sacaba un buen tramo y que me iba a resultar muy difícil alcanzarla.

Poco después se vuelve a girar a derechas y se llega al primer kilómetro, que ni miré, ni ese ni el resto. Ahí comienza el tránsito por la calle Villablanca de poco más de un kilómetro y todo para arriba. Imaginé que ese kilómetro lo había hecho más lento que el anterior, cosa lógica por otra parte.

Se llega a la plaza de la Vicalvarada y se coge la calle Casalarreina en un tramo más o menos llano buscando el barrio de Valdebernardo. Dentro de ese barrio se baja por el bulevar de Indalecio Prieto y se sube por el otro lado del mismo bulevar. O sea, lo que se gana por un lado se pierde por otro. Se sale de Valdebernardo y muy poco después se llega al kilómetro cinco.

El sexto kilómetro casi en su totalidad por el Camino Viejo de Vicálvaro es ligeramente favorable hasta llegar a la estación de metro que toma nombre del barrio. A partir de ahí comienza otro tramo favorable por la calle San Cipriano hasta llegar a la calle Minerva. En estos últimos kilómetros iba algo detrás de un tipo que llevaba una camiseta del Einstein Marathon, que imaginé se celebrará en algún lugar de Alemania. Me hizo pensar que quizás los organizadores harían alguna broma diciendo aquello de se descalificará a cualquier corredor que vaya más rápido que la velocidad de la luz.

Son 200 metros los que se sube por la calle Minerva, pero es probablemente el tramo más empinado. La cuesta desemboca en el punto kilométrico uno, por lo que al hacer el camino a la inversa, tocaba un corto tramo favorable y subir esos 750 metros que al inicio bajamos tan alegremente. De nuevo acorté la zancada y traté de dar zancadas más rápidas, pero ya se notaba la fatiga.

Ya en la pista del polideportivo aceleré lo que pude para tratar de llegar a meta lo más dignamente posible. Miré el cronómetro de meta y vi que marcaba algo más de treinta y cinco minutos por lo que aquellos 4:15 que me «auguraba» la Carrera del mazapán se fueron al garete. Llegué a meta con un tiempo oficial neto de 35:25 que son nueve segundos más que la vez anterior en 2019 así que mucho no me puedo quejar.

De nuevo fueron las féminas del equipo las que consiguieron subirse al cajón, ambas como terceras de su categoría. Sin lugar a dudas son ellas las más fuertes. Ambas recibieron una medalla ya que en esta carrera no había trofeos. Fueron rápidos en la entrega de trofeos porque nos dio tiempo a ducharnos y poco más.

Las dos premiadas mostrando sus trofeos

Y de este modo acabo el año 2022 como me gusta, corriendo.

¡Feliz Año Nuevo 2023!

XIX Carrera del aceite

Dos días después de la Carrera del mazapán me acerqué a mi pueblo, Los Navalmorales, para participar en la Carrera del aceite. La carrera de los mayores comenzaba a las once por lo que no hubo que darse un madrugón. Convencí a una compañera del Club Atletismo Zofío y sobre las diez y cuarto aparcábamos el coche cerca de la iglesia para acercarnos a la fuente de los seis caños donde estaba ubicada la salida y la meta.

Saludamos a Aarón, alma máter de Evedeport, y nos comentó que había un nivel altísimo en esta prueba, lo que no es de extrañar ya que el precio del aceite está por las nubes y el premio, por lo tanto, es muy goloso. A 4,90 € el litro estaba el litro de aceite, casi nada.

Recogimos el dorsal en un periquete y vimos que en la bolsa del corredor había una camiseta, unos bonitos guantes y un gorro de Papá Noel. Esperaba una camiseta de manga larga, pero es lo que hay. Aprovechamos el bar de al lado para tomar un café y soltar lastre. Volvimos al coche, nos prendimos el dorsal en el pecho, dejamos la ropa y nos dio tiempo a hacernos una foto para inmortalizar el momento.

Con la iglesia a nuestras espaldas

Fuimos trotando hacia la línea de salida siguiendo una línea blanca de cal en el suelo que supusimos era la que marcaba el trazado de la carrera. Este año habían modificado el circuito y en vez de dar tres vueltas como en años anteriores, esta vez era una única vuelta pero también en su mayor parte por caminos y ya nos advirtió Aarón que un trozo de unos 800 metros en muy mal estado, como luego pudimos comprobar. También habían cambiado el lugar de la salida y la meta, que en años pasados estaba junto a la gasolinera y éste junto a la plaza de los seis caños. La idea era hacer una única vuelta de cinco kilómetros, pero al acabar mi GPS no llegaba a esa distancia, así que la vuelta tampoco era de cinco, faltarían unos 150 metros o cosa así.

Estando esperando a que dieran la salida comentó el speaker que el nivel era altísimo tanto en chicos como en chicas y vaya si lo era. A las once en punto dieron la salida y como dos días antes me lo tomé con calma aunque ese primer kilómetro, en dirección hacia el cementerio era cuesta abajo. Poco antes del cementerio se coge la carretera que va a Villarejo pero pronto se gira a la derecha y comienza el tramo que estaba en peores condiciones, principalmente por las rodadas de los tractores y el barro. Aunque era un tramo ancho, íbamos todos en fila india porque había poco terreno donde poder pisar sin miedo.

Una vez acabado ese terreno se giraba hacia la derecha y comenzaba una cuesta arriba bastante larga, o al menos eso me pareció, ya que se me atragantó. Un poco antes había adelantado a una chica y en esta cuesta me adelantó ella y ya sólo la pude ver su espalda desde entonces, además esa cuesta me quitó las pocas ganas de sufrir que me quedaban. También allí me adelantó un chavalín muy jovencito, no creo que fuese ni cadete, que ya me había pasado por la piedra en Polán.

Una vez coronada la cuesta iba viendo mi pueblo a la derecha, destacando entre todos los edificios la torre de la iglesia, conocida como la buena moza. Iba más pendiente del paisaje que de la carrera, no estaba nada motivado.

En un momento dado el recorrido nuevo confluye con el antiguo, pero donde antes era subida esta vez era bajada. Este recorrido nuevo a la inversa se separa del antiguo al cruzar el arroyo donde se sigue paralelo a su cauce hasta llegar a la meta. Por allí, a la altura donde en mi infancia estaba el campo de fútbol y los lavaderos me adelantaron dos individuos que iban a una velocidad endiablada y una chica no tan rápida, pero a la que tampoco pude seguir.

Pocos metros más adelante cruzamos el arroyo por donde está la capillita del Cristo de las Maravillas y allí mismo estaba situada la meta, la cual crucé con un tiempo oficial de 21:45 siendo noveno de mi categoría. Mi compañera llegó al ratito parando el crono en 24:29 lo que la llevó a ser octava de su categoría. Este año no se llevó ni una gota de aceite, se tuvo que gastar los cuartos en la tienda de Inmaculada Murga.

Nos resultó súper útil la app de Evedeport porque enseguida vimos las clasificaciones y no hubo que esperar como antaño a que colgaran en un tablón los listados con los tiempos. Como llevábamos mucha prisa nos fuimos prácticamente sin decir adiós.

De camino de vuelta íbamos elucubrando si este nuevo circuito es más favorable que el anterior y no llegamos a una conclusión clara, a mí desde luego me han parecido duros los dos.

XVIII Carrera del mazapán

Cinco años después de mi primera participación en esta carrera he vuelto a repetir experiencia y salí tan contento como aquella primera vez. En el día de Nochebuena nos acercamos hasta Polán, pueblo cercano a Toledo, tres compañeros del Club Atletismo Zofío. Cuando llegamos a la localidad, como ya habían empezado las carreras de los niños, tuvimos que aparcar el coche algo lejos del «meollo» de la carrera. Aparcamos el coche y fuimos andando a recoger el dorsal a la plaza del ayuntamiento. La recogida fue rápida y viendo que no teníamos demasiado tiempo volvimos trotando al coche a dejar la ropa porque no había guardarropa en esta carrera, cosa que no me pareció ni medio bien.

Preparados para la carrera del mazapán

Volvimos de nuevo a la plaza y comenzamos a recorrer el circuito señalizado con flechas en el suelo. La salida era idéntica a la otra vez que vine, pero luego vi que el circuito giraba a la derecha en vez de seguir recto como recordaba, algo habían cambiado y no sabía si para bien o para mal porque un lustro atrás era una recta de ida, giro de ciento ochenta grados, otra de vuelta, otro giro de ciento ochenta grados y rodear la plaza. Sencillo y rápido

La idea era no salir demasiado rápido para no atufarme en el primer kilómetro y luego ir penando, como me pasó en la San Silvestre de Villaverde, por lo que cuando dieron la salida iba pendiente del cronómetro para no acelerarme. El compañero más joven del equipo sí salió como alma que lleva el diablo y cuando me crucé con él, pasado ya el primer kilómetro, ya me sacaba una ventaja interesante. La otra compañera iba detrás de mí muy concentrada. Aún así hice ese primer kilómetro en 4:03 pero he de decir que era un poco cuesta abajo.

El más joven del equipo en plena acción

A la vuelta de ese primer giro de ciento ochenta grados volvimos hacia la plaza, pero sin entrar y siguiendo por la CM-401a, se pasaba por una zona llena de gente que no estaban precisamente corriendo, aunque al menos animaban botellín en mano. Ese tramo era cuesta arriba hasta la glorieta de Adolfo Suárez donde se giraba hacia la derecha buscando el segundo giro de ciento ochenta grados, junto a una torre, no sé si el depósito de agua. Lo subido se torna favorable y se vuelve de nuevo por la CM-401a pasando otra vez por el jolgorio juvenil, que seguían animando de manera jocosa, aunque así también se agradece.

La compañera del Club Atletismo Zofío a tope

Marcó mi GPS el tercer kilómetro un poco antes de pasar por la línea de meta por lo que esta vez sí parecía que iban a ser seis kilómetros ya que la segunda vuelta era idéntica a la primera.

El cuarto kilómetro también fue rápido, pero en el quinto, que era cuesta arriba, no conseguí el objetivo de andar por 4:15 y se me fueron unos segundos, se hacían duros esos mil metros ligeramente cuesta arriba.

Pateando las calles de Polán

El último kilómetro fue rápido, ya que era favorable y se olía la meta. Aceleré lo que pude y conseguí adelantar a un corredor que me precedía. Llegué a meta con un tiempo oficial de 25:43 siendo undécimo de mi categoría. El compañero más joven llegó el decimotercero de la carrera con un gran tiempo de 21:43, justo cuatro minutos antes que yo. Por último, la compañera fue segunda de su categoría con un tiempo de 29:18. Ese segundo puesto le dio una buena cantidad de mazapán, que no va a haber días en el año para acabar con tanta figurita.

En el podium con la copa, los mazapanes y el gorrito de Papá Noel

Sin lugar a dudas, una buena manera de pasar la tarde de Nochebuena, ya que de esta manera tiene uno menos remordimientos a la hora de comerse los turrones.

Agradecer a Lucian Agaleanu las fotos que hizo de los corredores, que son de una calidad exquisita. ¡Gracias Lucian!