Sonó el despertador a las 6:45 porque teníamos en la cabeza que íbamos a tardar en recoger todo. Nos levantamos, desayunamos, recogimos todo y a las 7:45 nos pusimos en marcha.
La salida de Estremera es todo para arriba, una subida no muy dura de unos cinco kilómetros. Luego viene una buena bajada hasta la Vía Verde del Tajuña a la altura de Carabaña. Allí dejamos nuestra ruta para acercarnos a ver la finca en la que estuvo trabajando mi tío unos cuantos años y donde pasé alguna temporada que otra. Hicimos un par de kilómetros y llegamos a la altura de la finca donde hicimos unas fotos y me entró mucha nostalgia.
Como a la ida, paramos en Morata a desayunar (sí, otra vez). Compró mi amiga cuatro palmeritas y nos sentamos a la mesa de un bar de la plaza donde yo tomé un café y mi amiga un Aquarius.
Al llegar a Rivas había la opción de ir como a la ida o un atajo. Optamos por la opción nueva y tuvimos que pasar por debajo de la A-3 andando porque había mucha vegetación.
Tuvimos que pasar el camino inundado por el propio camino porque las vallas que estaban tiradas el otro día las habían levantado. Al final ya estaba deseoso de llegar, así que aceleré el paso, pero mi amiga se quedaba enseguida, así que tenía que esperarla y no conseguía nada.
Llegamos al barrio y compré dos Powerade azules. El mío cayó enseguida y me apresuré a comprar otro, me notaba algo deshitradado, hacía bastante calor. Y de este modo acabamos nuestra breve aventura por el Camino de Uclés. No es tan atractivo, ni de lejos, del Camino de Santiago que hicimos el año anterior, pero nos sirvió para hacer algunos kilómetros y conocer nuevos sitios.
Sonó el despertador a las siete, nos levantamos, desayunamos, recogimos un poco las cosas metiéndolas en las alforjas y un poco antes de las ocho salimos habiendo dejado las alforjas en el albergue ya que íbamos a volver al mismo sitio por la tarde y no había más peregrinos.
Salimos de Estremera y lo primero que encontramos fue una primera subida por un camino de gravilla y tierra, muy desagradable. Luego empezamos a bajar buscando el río Tajo atravesando tres túneles ferroviarios, pero no son muy largos y se pueden atravesar sin luces. Al llegar a un cuarto, que está tapiado, cogimos un camino a la izquierda con mucha pendiente y mucha piedra suelta, algo peligroso.
Cruzamos el río Tajo y el río Salado por la carretera y nos metimos en una urbanización llamada El Ballestar con un rampón del carajo, menos mal que estaba asfaltada la calle y se puede subir mejor.
Bajamos lo subido por una carretera también asfaltada con una buena pendiente también. Al acabar la bajada cogimos un camino que nos llevó durante muchos kilómetros por campos de regadío donde vimos multitud de conejos que se cruzaban y que uno de ellos dio un buen susto a mi compañera.
Llegamos a Barajas de Melo y paramos en un bar a comernos un plátano y de paso a que nos sellaran las credenciales y tomarnos un Aquarius. Vinieron las bebidas con un pinchito de tortilla, cosa que se agradeció.
Se sale de Barajas de Melo por un camino muy bonito donde hay que pasar por unas baldosas para no mojarse y donde hay una bonita cascada y mucha sombra, un lugar de ensueño.
Muy bonito pero que pronto te muestra el otro lado ya que un poco después aparece una rampa criminal con porcentajes de hasta el 17% por un camino de tierra y piedras, que tuve que subir como pude, con el corazón a cien por hora. Allí nos encontramos con la cruz del peregrino, un palo muy alto con una cruz de Santiago arriba. Allí mucha gente echa una piedra pintada que trae de su casa. Había unas cuantas pintadas de amarillo y azul, entiendo que por Ucrania, con la palabra PAZ. Hay también un sitio de piedra con una puertecilla que guarda en su interior un sello y un tampón donde tú mismo te puedes sellar la credencial, cosa que hice.
A partir de entonces hay un montón de subidas y bajadas no tan duras como la de la cruz, pero con un piso asqueroso. Cada vez que subíamos un cerro pensaba que detrás estaría Huelves, pero no, había más cuestas y más piedras en el camino.
Pasamos por debajo de una carretera donde está el paso internacional de peregrinos y donde había un montón de vieiras pintadas con banderas de distintos países.
Poco después llegamos a Huelves, un pueblo muy pequeñito. Allí cogimos un camino rural asfaltado donde indicaba que faltaban ocho kilómetros y medio. Íbamos tan felices por ese camino hasta que pasamos por debajo de las vías del tren y aunque el track indicaba que siguiéramos por el camino asfaltado, las flechas rojas nos indicaban que girásemos a la izquierda por un camino. Camino que resultó ser bastante mierdoso porque también tenía bastantes subidas y bajadas y con el piso aún peor que en tramos anteriores.
La única gracia de este camino es que se ve el monasterio y el pueblo desde lo alto de un cerro, pero fueron los ocho kilómetros y medio más largos de mi vida.
Por fin empezamos a bajar hacia Uclés, pero antes de bajar del todo nos hicimos un selfie con en monasterio al fondo. No podía faltar.
Desembocamos en una carretera y llegamos a Uclés aunque para llegar al monasterio nos tocó subir otra buena cuesta. En la puerta salió un tipo, que resultó ser el de la tienda, que nos estuvo contando sus hazañas de maratones corridos, triatlones y sus actuales correrías en bici. Nos contó que hasta los 70 años estuvo haciendo maratones por debajo de tres horas. Nos despedimos después de una media hora de charla y descanso y dimos una vuelta al monasterio admirando su arquitectura.
Necesitábamos llenar los bidones, preguntamos al chico de la taquilla del monasterio y bajamos por donde nos había comentado, llegando a la fuente de los cinco caños donde nos refrescamos un poco, llenamos nuestros bidones y nos pusimos en marcha con la idea de volver sobre nuestros pasos pero tratando de no pasar por puntos innecesarios de difícil acceso, como por ejemplo el último camino que nos trajo a Uclés desde Huelves que lo hicimos por el camino rural aunque no pudimos saltarnos la rampa que hay al salir de Uclés. Por el camino rural asfaltado llegamos a Huelves en un periquete y además vimos un corzo por allí dando saltos.
Otro tramo que nos ahorramos fue pasar por la cruz del peregrino, que habíamos visto en la ida que también era duro subir por el otro lado. Salimos directamente a la carretera que va de Huelves a Barajas de Melo y que estaba cortada porque la estaban asfaltando. Afortunadamente por la bajada que cogimos habían quitado el asfalto viejo, pero todavía no estaban asfaltando por esa zona.
Llegamos a Barajas de Melo y decidimos comer allí porque eran casi las dos y media y si seguíamos hasta Estremera íbamos a llegar con los restaurantes cerrados. Entramos en el bar la Peseta y allí comimos.
Sobre las tres y media nos volvimos a montar en nuestras bicis con la tripa llena y bastante calor por unos caminos sin ninguna sombra. Volvimos a pasar por el bosque de los peregrinos donde hay árboles pintados tipo bosque de Oma. Después de unos cuantos kilómetros rodando cerca de aspersores que además de regar embarraban el camino, llegamos a la urbanización el Ballestar donde de nuevo subimos lo bajado por la mañana con rampas que superaban el 12% afortunadamente por asfalto.
Ya no volvimos a pisar ningún camino porque la subida desde el Tajo a Estremera la hicimos por la carretera para ahorrarnos los túneles. Por desgracia, por la carretera también subimos buenas rampas. Llegamos a las cinco menos cuarto a Estremera después de 94 kilómetros casi todo por caminos y algunos en muy mal estado. Jornada dura además también por el calor, no es muy aconsejable andar por aquí un 25 de julio.
Sonó el despertador a las siete y en algo menos de una hora salíamos rumbo a Estremera, fin de etapa de nuestro primer tramo del Camino de Uclés. Se supone que el camino comienza en la iglesia de Santiago en Madrid, pero salimos desde nuestro barrio, que está cerca del Parque Lineal del Manzanares por donde pasa el camino y en donde hemos visto en infinidad de veces la cruz de Santiago por allí marcada.
Ese primer tramo hasta la Poveda ya lo habíamos hecho alguna vez en bici por lo que íbamos tranquilos por esos caminos ya transitados. Nada más salir del Parque Lineal, entrando en el Parque del Sureste, pasamos por un sitio que no sé si son yacimientos de algo, porque se ve por allí mucha gente haciendo agujeros y limpiando lo que sacan, pero además siempre hay camiones por allí sacando un montón de tierra haciendo lo que parece un nuevo camino. No sé realmente lo que están haciendo porque tampoco encuentro información de internet. Allí quedaba 130 kilómetros hasta Uclés y hacia el otro lado 690 kilómetros hasta Santiago. El año pasado ya fuimos a Santiago y este año tocaba el camino más corto.
Después de tragar algo de polvo por el tránsito de camiones, pasar el puente de la Gavia y atravesar la M-50 por debajo, pasamos por un sitio que alguien ha llamado «El Paraíso de cigüeñas» porque hay un montón de nidos de estas aves. A esas horas deberían estar buscando alimento porque no se veían cigüeñas en los nidos.
El primer punto conflictivo está en el mismo Parque del Sureste, una vez pasada la Cañada Real, ya que no se sabe bien de dónde surge un reguero de agua que anega el camino y que o bien eres muy hábil con la bicicleta y lo pasas montado llenándote de agua y barro o bien lo pasas andando llenándote también de barro o la tercera alternativa es vadear el enorme charco que cubre todo lo ancho del camino. Otras veces habíamos pasado desmontados por un caminillo más arriba, pero esta vez vimos que estaba lleno de vegetación como si no se utilizase más. Entonces recordé que un poco antes de llegar a este sitio había visto tirada una valla y un pequeño camino y pensé que a lo mejor se podía vadear por ahí. Retrocedimos y pasamos por encima de la valla caída (o tirada) y por la vereda vadeamos el gran charco y acabamos en otra valla caída (o tirada) que pasamos por encima. Primer obstáculo salvado.
Llegamos a Rivas, pasamos un tramo urbano y poco después estábamos en la laguna del Campillo, una zona realmente bonita.
Se llega a La Poveda donde después de atravesar una carretera comienza un carril bici que es todo subida, de poca pendiente pero todo para arriba. Por allí había bastante gente paseando y corriendo. Llegamos a Arganda donde callejeamos un poco y ya cogimos la Vía Verde del Tajuña y sigue siendo todo para arriba, pero con pendientes más pronunciadas. Se notaba que llevaba las alforjas porque pesaba la bici. Antes de terminar la subida llegamos al hito kilómetro que indicaba 100 kilómetros para Uclés y allí nos hicimos unas fotos.
Seguimos subiendo hasta pasar por detrás de la cementera y desde allí ya comenzó el descenso hasta Morata de Tajuña donde al llegar al pueblo abandonamos el Camino para llegar al centro y comernos unas palmeritas, la especialidad del pueblo.
Había un montón de calles cortadas por lo que tuvimos que hacer algunas cirigoncias para llegar a una pastelería que ya conocíamos de otras ves, pero estaba cerrada, así que paramos un poco más arriba, en la plaza del Ayuntamiento. Preguntamos a un señor si había algún otro sitio y nos indicó uno cercano donde compramos cuatro palmeritas que comimos junto a un Aquarius para ella y un café frío para mí. Mi compañera se acercó al ayuntamiento a sellar las credenciales consiguiendo de esta forma el segundo sello después del de Rivas que nos pusieron al comprar dichas credenciales.
En Morata llevábamos 46 kilómetros, algo más de la mitad de los 90 previstos, que luego fueron menos. Para seguir el Camino había dos posibilidades, o bien subir hacia la Vía Verde atravesando el pueblo o tirar hacia Perales y coger el carril bici más adelante. Optamos por lo segundo ya que no había que subir aunque algún pequeño repecho nos encontramos antes de llegar a Perales.
Al llegar a Perales cruzamos una carretera y anduvimos algo dubitativos porque no estaba bien indicado, menos mal que íbamos siguiendo el track y pronto vimos las indicaciones. Se pasa por debajo de la A-3 y se va unos metros por una carretera con tráfico, aunque afortunadamente al poco sale el camino a la izquierda y se va paralelo al Tajuña por un terreno muy llano. Al llegar a Tielmes me quedaba poca agua así que estuve mirando por el puente medieval y vi una fuente que un paisano me indicó. Lo malo es que era agua no tratada. Me lo hubiese bebido sin más, pero vi que el bar Piscina estaba un poco más allá atravesando el puente medieval y para allá que fuimos para que nos sellara la credencial y comprar una botella de agua, que me la vendieron a precio de oro ya que me cobró 2 € por una botella de litro y medio.
Seguimos hacia Carabaña y a la altura de ese pueblo se gira hacia la derecha para coger la vía de los 40 días que empieza con un rampón formidable que luego suaviza, pero que sigue para arriba sin descanso. En el kilómetro 75 paramos para comernos una barrita. Vimos un árbol y nos metimos bajo él a protegernos con su sombra de un sol inclemente. Comimos la barrita y seguimos subiendo hasta un punto que atraviesa la carretera y allí comienza el término municipal de Estremera, nuestro destino. Paramos a hacernos unas fotos y allí vimos que pasaba también la Cañada Real Soriana.
Allí empieza un terreno favorable hasta el pueblo de Estremera. Pronto encontramos el albergue hablé con un tal Javi y al poco llegó abriendo el albergue y dejándonos un par de llaves. El albergue está genial ya que está recién estrenado y todo muy nuevo y limpio. Además tuvimos suerte de que no había más peregrinos, así que tuvimos un súper albergue para nosotros dos solos.
En esta primera etapa recorrimos 85 kilómetros, muchos de ellos por carril bici. Hay una bonita subida para ir desde Arganda hasta Morata y luego otra buena cuesta entre Carabaña y hasta casi llegar a Estremera. Afortunadamente estas subidas son por carril bici y se va bastante bien.
Llevo un montón de años entrenando a pie por el Parque Lineal. Hace un tiempo empecé a ver unas cruces rojas pintadas en algunos puntos del circuito por donde solía entrenar. Descubrí que esa cruz roja es la cruz de Santiago y que indicaban el camino desde la iglesia de Santiago en Madrid al Monasterio de Uclés. Me dije que algún día tendría que hacer ese Camino y este mes de julio de 2023 llegó el momento.
Me estuve informando sobre el Camino y unas de las cosas que descubrí es que saliendo desde la iglesia de Santiago y llegando al monasterio el trazado son aproximadamente 145 kilómetros y se pueden recoger las credenciales en Rivas-Vaciamadrid en un par de sitios. También, hablando con la Asociación de amigos del Camino, me convencieron de hacerlo en tres etapas ya que lo iba a hacer en bici. En un principio había pensado en hacerlo en cuatro etapas, pero me pareció bien la sugerencia porque al hacer tres etapas sólo había que dormir dos días y se podía aprovechar el albergue de Estremera tanto a la ida como a la ida. La cosa quedaría así:
Primera etapa: Madrid – Estremera
Segunda etapa: Estremera – Uclés – Estremera
Tercer etapa: Estremera – Madrid
Nos acercamos a Rivas-Vaciamadrid a recoger la credenciales ya que es necesario tener la credencial para poder pernoctar en el albergue de Estremera. Uno de los sitios donde se pueden recoger es en el bar Guanchinche y fue allí donde retiramos las credenciales. Pagamos 4 € por cada una de ellas, dinero que se supone destinado a la conservación del Camino.
Reservamos también sitio en el albergue de Estremera para dos noches, para ello tuvimos que pagar 5 € por noche y peregrino.
Un año más, para celebrar que llegan las vacaciones de verano, participé en la XLI edición del Trofeo San Lorenzo, una de las carreras más bonitas y castizas de Madrid y que además forma parte de la Unión de Carreras de Barrio. Es por ello que nos dimos cita un buen número de compañeros del Club Atletismo Zofío, para sumar puntos individuales y por equipos. Este año tocó adelantar la carrera ya que en un principio se iba a celebrar el 23 de julio, pero al convocar las elecciones ese día, tuvieron que adelantarlo una semana.
Sonó el despertador a las siete y me levanté. Desayuné como todos los días, pero menos cantidad para no tener la tripa llena en el momento de la carrera. Llegamos a las ocho en punto al punto de encuentro y nos extrañó no ver a nadie, pero pronto aparecieron los compañeros, se montaron en el coche y antes de llegar a la glorieta de Embajadores nos metimos por una calle a la derecha y enseguida encontramos sitio donde aparcar.
Fuimos andando hacia la meta y en la calle Argumosa, justo donde acaba la pequeña cuesta, nos encontramos con la otra compañera que había venido por otro lado. Dejamos las cosas en el ropero, nos hicimos una foto y estuve estirando mientras los demás calentaban.
Fui hacia la salida y enseguida nos pusimos en marcha. Pronto me quedé solo, ya que mis compañeros salieron más deprisa ya que yo había decidido ir tranquilo porque llevo con la rodilla fastidiado desde que me lesioné entrenando para la maratón, ya unos cuantos meses y no se me pasa.
Fui prácticamente al trote sufriendo la rodilla más en las bajadas que en las subidas. Gente que me adelantaba en la bajada o en el llano luego los adelantaba en la subida. Los escalones me los tomé con calma, pero tampoco me dormí. Pasando por el Palacio Real adelanté a José Luis, compañero de equipo, y ya fui con él hasta la meta. El hombre también anda algo tocado de la rodilla. Al pasar por la línea de meta vi que el minutero marcaba 51 minutos, pero hasta que no vi la web no supe que mi marca era de 51:46. Recogí la bolsa con avituallamiento consistente en agua, bebida energética, una manzana, un zumo y una barrita con la correspondiente bolsa de AhorraMas.
Es la Carrera del Árbol otra de las carreras pertenecientes a la Unión de Carreras de Barrio de Madrid; sin embargo, es una carrera especial ya que al no ser competitiva tiene una puntuación distinta a las demás y es que cada participante recibe 1 punto independientemente de cuando haya llegado a meta y no hay puntuación por equipos.
Sonó el despertador a las 7:30, me levanté, desayuné y cuando me estaba preparando para salir recibí una llamada de Emilio diciendo que estaba en un atasco por culpa de la media maratón de Carabanchel y que no le iba a dar tiempo a estar a las nueve y media en el punto de encuentro y lo más gracioso es que fue él el que se encargó de coger las camisetas para todos los demás porque en esta carrera no hay dorsal, sólo una camiseta identificativa. Le dije que se fuera directamente al polideportivo de Palomeras. Los demás sí estábamos a las nueve y media en el punto de encuentro por lo que optamos por el plan B que fue montar todos en mi coche y acercarnos al barrio de Vallecas, en concreto al polideportivo de Palomeras donde había quedado con Emilio si conseguía escapar de la encerrona de la media maratón carabanchelera.
Como un cuarto de hora más tarde llegó, acercó su coche a la salida, cogió las camisetas de la carrera para todo el equipo y fuimos hacia la salida. Allí nos encontramos todos, repartió Emilio las camisetas y luego me tocó volver con Emilio a su coche a dejar las cosas. Nos fuimos trotando hasta el vehículo, cuesta arriba y con los bártulos y bajamos trotando cuesta abajo y ya libres de cargas. Llegamos al arco de salida cuando faltarían cinco minutos, así que todo muy apurado pero al menos a tiempo. Incluso nos dio tiempo a hacernos una foto todos los compañeros.
Salí con una compañera para ver si podía aguantar su ritmo y Ninfa salió también junto a nosotros, pero Ninfa se fue en el primer metro y ya la vimos en meta. A mi compañera le costó lo suyo subir la primera cuesta que es bastante larga y también la costó subir la última cuesta aunque sea corta, pero es muy empinada. El resto la vi un poco floja para ser sólo cinco kilómetros. Yo con mi poco entrenamiento, bastante hacía que no se me iba.
Llegando a meta, en la última curva, faltando unos cien metros para llegar al arco de meta sintió que una chica se aproximaba y aceleró de lo lindo, tanto que me costó ponerme a su altura y en paralelo para dificultar el adelantamiento de la otra, pero la otra no nos adelantó, mi compañera lo dio todo. Cuando llegamos a meta vi que llevábamos 25 minutos y pico y me pareció demasiado, ya que tampoco es que fuéramos de paseo. Luego me dijo la compañera que el GPS había medido 5,3 km y que había hecho una media de 4:47 que se aproxima a sus ritmos de carrera más o menos.
Nos dieron una bolsa del corredor impresionante: comida, bebida, un frisbee, un cargador inalámbrico para el móvil, un pen y algunos recibieron incluso una plancha de viaje, aunque yo no fui agraciado con tan interesante electrodoméstico.
Dado que esta prueba se celebra la lado de mi casa me animé a participar siendo tan sólo 1609 metros. En las dos últimas carreras en las que participé me tuve que retirar y la verdad es que muy católico no me encontraba, pero pensé que muy mal se me tenía que dar para no terminar siendo tan corta la distancia.
Me enteré el día antes de la celebración de la milla así que traté de apuntarme y ya no había dorsales, aunque sí una lista de espera en la que me apunté junto a una amiga y un chaval conocido que corre como un galgo estas pruebas. El caso es que no tenía muchas esperanzas al habernos apuntado en la lista de espera, pero me llamaron el mismo día de la carrera diciendo que nos habían adjudicado un dorsal porque había algunos disponibles.
Por la tarde nos acercamos al Polideportivo de Orcasitas a recoger el dorsal y a confirmar los horarios de salida, ya que dependiendo de la categoría la salida era a una hora u otra.
El primero en participar fue el más joven de los tres, que comenzó su tanda de jóvenes y promesas a las 21 horas. El chaval no tuvo mucha competencia y se llevó su prueba con un tiempo de 5:41. Fue al acabar cuando vimos que algo no cuadraba porque el tiempo era muy malo teniendo en cuenta que dos meses antes en la milla de Carabanchel había hecho 4:53. Resultó que su GPS marcaba aproximadamente 1,8 km, es decir, una milla náutica. ¡Estaba mal medido!
La siguiente en participar fue mi amiga, que salía a las 21:35 y que se quedó a las puertas del podium ya que fue cuarta en su tanda. Tuvo mala suerte de quedarse a las puertas, pero la tercera no le dio oportunidad.
Yo salí a las diez y salí muy tranquilo, de hecho no llevé ni reloj. Cuando me quise dar cuenta iba de los últimos y tuve que apretar, se acabó mi idea de ir de paseo, después de unos pocos metros me puse ya a tope (dentro de mis limitadas capacidades) y hasta meta tratando de adelantar a un chico que iba por delante de mí al que alcancé en la recta de meta esprintando a muerte. Lo mejor es que no me molestó ni la rodilla ni el gemelo.
Miré el reloj de meta pero se me olvidó por lo que saludé al chico que adelanté y le pregunté el tiempo, a lo que me respondió que 7:10 (luego vi que el tiempo oficial fue de 7:08). Así que me doy con un canto en los dientes porque me salió un ritmo de aproximadamente 4:00 que es parecido al que llevaba en la milla de Carabanchel. Eso sí, esta vez acabé bastante peor porque tenía la garganta que me ardía y así estuve mucho rato.
Dicen que una retirada a tiempo es una victoria, por lo que dos retiradas son dos victorias y yo llevo dos seguidas. La de la maratón la semana pasada y la de hoy.
Unos meses antes me había apuntado a la VII edición de la Volta a Illa de Ons que se celebraba una semana después de la maratón. En aquel entonces pensé que aunque hubiese hecho 42 kilómetros podía terminar esta carrera que me la iba a tomar en modo turista más que en modo corredor.
Según dice la Wikipedia, la isla de Ons es una isla perteneciente al municipio pontevedrés de Bueu, situada a la entrada de la ría de Pontevedra en Galicia, España. Es la isla principal del archipiélago de las Ons que forma junto con la isla de Onza u Onceta y otros pequeños islotes. No es tan famosa como las islas Cíes, pero es un sitio que merece mucho la pena visitar, esto ya lo digo yo, no la Wikipedia.
Existía la posibilidad de hacer la prueba corriendo o andando. Los que se habían apuntado a correr tenían que dar dos vueltas completando unos 19 kilómetros y los que lo iban a hacer andando tenían que dar una única vuelta de unos diez kilómetros más o menos. Yo me había apuntado a la prueba de correr y la amiga que me acompañó a tierras gallegas se había apuntado a la de andar.
Además de ir con mi amiga, habíamos quedado allí con otras dos amigas que al igual que nosotros una iba a correr y otra a andar. Una de ellas es natural de Bueu y tuvo a bien permitirnos dormir en su casa, así que no tuvimos que madrugar demasiado para coger un barco en Bueu que nos llevó hasta la isla, el viaje hasta allí ya entraba en el precio de la inscripción. Anduvimos un rato por allí calentando y algunas haciendo zumba. Dieron la salida y yo salí trotando con Ana, pero en la primera bajada tuve claro que no iba a completar las dos vueltas ni de broma.
Efectivamente, faltando un par de kilómetros para completar la primera vuelta dije a mi amiga Ana que siguiera sola, que yo lo dejaba, me parecía una tontería seguir corriendo con dolores en el gemelo que lo único que podía hacer era ponerme peor, así que el último tramo lo hice andando y al acabar la vuelta lo dejé. Igual que en la maratón, me retiré a tiempo, así que otra victoria. Mejor lo hizo mi amiga que llegó primera de los andarines, pero no la sirvió de mucho porque era una prueba no competitiva.
Aunque no conseguí terminar, el viaje hasta allí fue satisfactorio porque conocí un bonito paraje que si no hubiese sido por esta carrera no hubiese conocido. Así que habrá que darlo por bueno.
Preparé la XLV edición de la Maratón de Madrid con la intención de hacer mi trigésima maratón y dedicarme a mis labores, así que traté de prepararla en condiciones metiendo un par de medias maratones como la de Fuencarral y la de Latina.
La media de Fuencarral se celebró el 12 de febrero y la de Latina el 26 del mismo mes. Pues bien, entre ambas corrí tres días seguidos: 8 km el viernes 17, 14 km el sábado 18 y 17 km el domingo 19. Fue mi perdición porque desde ese momento comenzó a dolerme la rodilla izquierda y en todos los entrenamientos que hice de cara a la maratón me estuvo molestando la rodilla; sin embargo, aunque iba con molestias, podía correr.
El domingo anterior a la maratón salí a entrenar con mi compañero Miguel y a la vuelta, subiendo del río dije de pararme porque la rodilla seguía erre que erre, así que pensé que lo mejor era no hacer nada hasta el día M; sin embargo, la cosa no quedó ahí porque en esa última semana empezó a dolerme el gemelo o el soleo o algún músculo de esos que tenemos en la pantorrilla, también en la pierna izquierda, como la rodilla.
El día indicado nos juntamos tres compañeros del Club Atletismo Zofío con la idea, utópica en algunos casos, de terminar la maratón. El único que estaba en condiciones era Miguel porque Ninfa decía estar muy mal del estómago y yo estaba con mi pierna izquierda hecha papilla.
Dieron la salida y pronto se fue Miguel por delante, yo me quedé con Ninfa y fuimos a un ritmo tranquilo tratando de no forzar, pero notaba el gemelo/soleo que me tiraba bastante y alguna molestia en la rodilla. Pasé la media maratón fastidiado y un par de kilómetros después, bajando Marqués de Urquijo, ya me dolía toda la pierna e iba cojeando. Hubiese sido el momento de retirarme, pero había quedado con una amiga en el kilómetro 26 y fui renqueando hasta allí donde ya lo dejé. Lo malo es que Ninfa decidió retirarse también cuando ella podía haber seguido sin problemas. Y así acabó mi intento de terminar mi trigésima maratón, que se me está resistiendo.
Como curiosidad decir que en 1995 también me retiré de la maratón de Madrid y no fue muy lejos de donde lo hice esta vez, ya que fue junto al Lago de la Casa de Campo.
Hoy por segunda vez he participado en una milla. Bueno, quizás la primera, porque cuando participé anteriormente en una milla no medía 1609 metros porque si lo hubiese medido, los cuatro primeros habrían batido el récord del mundo. Esto sería a mediados de los ochenta en una milla organizada por el club deportivo de la facultad de Matemáticas de Madrid.
Esta vez la prueba no se realizaba en la Ciudad Universitaria acabando en la pista de ceniza, sino que acababa y comenzaba en el madrileño barrio de Carabanchel junto al pinar de San José.
No tenía ni idea de lo que podía hacer, pero pensé que si lo hacía en 6:15 hubiese sido una buen marca; sin embargo al ver el circuito ya me pareció que esa marca iba a resultar muy complicada ya que el circuito no era llano en absoluto, tampoco es que hubiese que subir el Tourmalet, pero llano no era ni un solo metro, todo ligera subida y ligera bajada con cuatro giros de 180º donde también se pierden segundos, desde luego nada que ver con una milla en pista que aunque hay giros no son tan pronunciados.
Estando en plena preparación para la maratón de Madrid me acerqué por allí más que nada por acompañar a un chaval al que conozco que quería medirse en esa distancia. Había quedado con él y me acercó con su coche hasta una calle próxima a la salida/meta. Aparcó el coche a unos quinientos metros de la salida y fuimos paseando hasta allí en una agradable mañana, fresca pero ni mucho menos fría, ideal para correr.
Había varias categorías, entre ellas Master masculino que era donde yo participaba, mientras que el compañero participaba en Senior masculino. Estuvimos calentando por el pinar y a las diez nos aproximamos a la calle de la Torta para ver la primera de las pruebas, la Master femenina. Había abundancia de participantes del club Triatlón Carabanchel, que organizaban la prueba. También había muchos de un club llamado BreatheSport que creo también es de este barrio.
Un cuarto de hora más tarde que las chicas salieron los de mi categoría, yo algo desanimado por las ligeras cuestas y los giros, aun así salí a toda pastilla, para mi nivel, en esos primeros metros de subida, que pronto fueron favorables, yendo unos segundos por debajo de cuatro en ese terreno. Después de un giro de 180º ese terreno favorable se convierte en ligera cuesta y esos segundillos que había ganado en la bajada se perdieron en la subida. Luego se baja un poquito, otro giro de 180º y se sube hacia la meta para completar la primera vuelta, 800 metros. Como en la primera vuelta, se baja hasta el siguiente giro de 180º y antes de ese tercer giro se cumplió el kilómetro que hice en 3:59. Seguí más o menos al mismo ritmo, ya no daba más de sí, apretando los dientes para llegar a meta en el menor tiempo posible que fue 6:26 según mi cronómetro, algunas décimas menos según la clasificación oficial.
A las 10:45 comenzó el compañero que salió un poco retrasado. En la primera vuelta iba el séptimo o el octavo, pero luego fue remontando y acabó tercero. Hizo una gran carrera con un tiempo de 4:53, algo más de minuto y medio más rápido que yo. Mientras esperábamos a que subiera al cajón estuvimos viendo las pruebas de los más pequeños y la verdad es que es reconfortante ver que hay niños y niñas que practican atletismo y que serán los futuros campeones del mañana.
Estando por allí esperando al podium me crucé con un chico que me sonaba un montón su cara, pero que no le ubicaba, luego gracias a Strava vi que era Alberto, un antiguo compañero de MaraTI+D con el que corrí varias carreras, entre ellas la de su debut con el equipo en los 10 km pedestres de Usera de 1999 donde gracias a su ayuda hice en aquel entonces mi mejor marca en 10 kilómetros marcando 41:39 que me costó un montón de años superar. Después de recoger su trofeo me despedí de mi compañero que tuvo la gentileza de llevarse mi ropa de abrigo y yo me hice 10 millas más para completar un entrenamiento largo de cara a la maratón, ya a un mes vista.