Durante las vacaciones, una de las cosas que menos ha gustado entre la concurrencia ha sido la presencia casi constante del viento. Según parece, en la parte nororiental de la isla de Tenerife la presencia de los vientos alisios es muy normal. Y la verdad, no sé si habrán sido los alisios o no, pero sí es cierto que no ha faltado viento durante las dos semanas.
Pensábamos que habíamos dejado atrás los vientos pero resulta que hoy se nos ha ocurrido salir en bici y hacía un viento realmente fuerte y, por lo tanto, desagradable y peligroso para ir en bici. Muy mala suerte la nuestra.
El caso es que teníamos ganas de montar un poco en bici después de tantos días y aunque hemos salido tarde, no nos ha parecido mal del todo porque se trataba de montar un poco, sin más pretensiones; sin embargo, durante el trayecto hacia San Martín nos íbamos arrepintiendo de la idea. Menos mal que esta localidad no está lejos, a unos 26 km de casa, y la parada en el San Marcos a desayunar es obligatoria. Así se mitiga un poco la sensación desagradable de ir remando y remando contra el viento, que hacía que cualquier repecho pareciese el Tourmalet.
Después del café y la tostada de rigor, de vuelta a Madrid esperando que el viento fuese favorable. Craso error, ya lo dice uno de los corolarios de la conocida ley de Murphy: cuando rodemos con el viento en contra, pensaremos que a la vuelta irá a nuestro favor; sin embargo, el viento cambiará de dirección para azotarnos la cara hasta llegar a casa.
Lo peor es que aunque no fueron muchos kilómetros, debido al viento el esfuerzo fue intenso y acabé con molestias en la rodilla izquierda. Aquella que me casqué años atrás con los primeros pedales automáticos que tuve… allá a finales de los ochenta.
Realizamos 52 km en un tiempo de 2h24 a una media espantosamente lenta de 21,7 km/h. Demasiado para el viento que hacía.