Hoy parecía un día normal. Nos encontramos seis compañeros en el punto de encuentro y comenzamos el entrenamiento. Joaquín se encuentra fuerte y empezó a tirar ya en el primer kilómetro. Unos cuantos seguimos a un ritmo tranquilo. Ya a punto de acabar la primera vuelta se nos unió un individuo al que no conocíamos de nada y que nos preguntó si nos podía acompañar. Claro, ¡cómo no!
Acabamos la primera vuelta y nos quedamos solos él y yo. Entonces empezó a contarme su vida: que si llevaba cinco años sin ponerse un dorsal, que si su marca de 10 km es de 31 minutos, que si le gusta más el medio fondo, que si hace 3:57 en 1500, que si baja de los dos minutos en el ochocientos, etc. Haciendo caso a estos tiempazos, o bien es un monstruo del medio fondo o bien se estaba quedando conmigo. Sí es cierto que se le notaba cierta facilidad al correr, pero de ahí a hacer 31 minutos en 10 km hay un trecho.
En un principio tenía pensado hacer diez kilómetros en vez de simplemente las dos vueltas que son sólo 9,6 km. Para hacer esos diez kilómetros tengo que hacer un pequeño rodeo al final de la segunda vuelta, pero al final decidí dar las dos vueltas de rigor y fue una mala idea, ya que entrando en el «pasillo» paralelo al arroyo me tropecé con un bordillo y caí cuan largo soy al suelo, raspándome manos y la pierna derecha. Tampoco ha sido nada del otro mundo, sólo el susto, los raspones y un poco de molestia en la mano derecha que debió ser la que más apoyé.
Lo curioso es que he pasado por allí más de mil veces y nunca tuve un percance, pero ayer me tocó. Debió ser que iba pensando en las proezas del chico que acababa de conocer y no vi donde ponía el pie.
En total hice 9,5 km en un tiempo de 46:51 @ 4:54 min/km. Dando una segunda vuelta un tanto irregular en cuanto a ritmos.
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