Llevábamos ya unas cuantas semanas sin montar en bicicleta, así que hoy hemos optado por entrenar en bici en vez de hacerlo a pata. Cuando has montado muchos años, los automatismos de montar en bicicleta los tienes asimilados y lo haces sin querer: subir piñones cuando se pone la carretera para arriba, lo que implica dar a la maneta de una determinada manera, etc.
Si no has montado mucho, hay que tener en la cabeza todo ese tipo de cosas y pensar mucho antes de darle a la maneta. Que si la izquierda es para las coronas, que si la derecha para los piñones, que si la grande es para subir dientes, que si la pequeña para bajar, etc.
Hoy hemos montado las bicicletas en el coche y con el vehículo de cuatro ruedas nos hemos acercado hasta el lago de la Casa de Campo, donde hemos empezado a dar pedales, tratando de seguir, una vez más, el circuito de triatlón. Saliendo de Lago, enseguida hay una cuesta corta, pero de pendiente considerable. Ahí es donde entran en juego los automatismos aprendidos con la práctica y donde se nota si tienes la habilidad suficiente para manejar los piñones y coronas con soltura. Y ahí es donde he visto que mi compañera de entrenamientos todavía anda algo pez en estas lides. Después de un par de semanas sin coger la bici, ya no recordaba cómo se subían o bajaban piñones, que si la izquierda, que si la derecha, que si para arriba, que si para abajo, …
Por fortuna, es algo que se aprende fácil y que en no muchas salidas se asimila. Así que espero que cuando llegue el día del triatlón ya lo haya interiorizado.
Hicimos tres vueltas al circuito, buscando en cada ciclista con el que nos cruzábamos la cara de Javier, pero no conseguí encontrarle, así que fuimos a nuestra bola. Comprobé que mi compañera sube cada vez mejor Garabitas… o que yo estoy bastante peor.
Dando esas tres vueltas completamos 24 km en un tiempo de 1:14:48 a una velocidad media de 19,3 km/hora. Algo lentos, pero lo importante es volver a coger las sensaciones. Ya habrá tiempo de ir más deprisa.