Ayer se produjo una auténtica tragedia. Un loco o un grupo de ellos se les ocurrió la retorcida idea de hacer explotar una serie de artefactos en plena maratón de Boston. Por más vueltas que doy a la cabeza no llegó a comprender cómo se puede ser tan malnacido para realizar un acto tan miserable y cobarde como lo ocurrido en Boston. ¿Qué culpa puede tener un niño de ocho años que se ha acercado a ver cómo su padre termina una maratón?
Descansen en paz las víctimas mortales y mis deseos de una rápida recuperación a los heridos. Y que todo el peso de la Justicia caiga sobre esos miserables cobardes.
Fue esta noticia la que nos hizo deambular de un lado a otro de Pradolongo sin encontrar en ningún momento la motivación para seguir dándole a la zapatilla. Si a eso le sumamos lo de mi maltrecha rodilla es fácil de adivinar que no fue ayer mi mejor día. Menos mal que pasé las dos vueltas junto a mi tocayo, el feliz padre, y se me hizo el entrenamiento más ameno. En caso contrario, yo creo que doy una vuelta y me voy a casa.
Al terminar el entrenamiento, estaban esperando los otros dos compañeros que habían participado en el entreno y aprovechando que hacía buena temperatura (por encima de los veinte grados) estuvimos charlando tan alegremente. Incluso se nos unió mi compañera de entrenamientos dominicales. Quizás fue ese rato de tertulia lo mejor de la tarde.
Hemos completado dos vueltas a Pradolongo, es decir, poco más de 9,6 km en un tiempo de 52:44 @ 5:27 min/km.
Mañana voy a llevar la resonancia al traumatólogo y veremos que pronóstico me da. Espero que pueda seguir corriendo aunque sea más despacio y menos kilómetros.
Se hace difícil correr así la verdad, es mezquino que alguien atente contra la vida de otro, nuestra vida nos pertenece a cada uno, me hierve la sangre con estos temas.
Buena tirada os marcasteis 😀