Como ya he comentado en entradas anteriores, me he planteado acompañar a una amiga en la próxima maratón de Madrid. Además, estoy tratando de poner un poco de orden en sus entrenamientos, pero no me hace ni caso. El viernes tenía que ir a ritmo de maratón, sobre 5:11 min/km y me los hace a poquito más de cinco. Hoy tocaba día largo y fácil y según Daniels el ritmo debía rondar los seis minutos kilómetros. Conociendo su poca afición a rodar tan despacio, fijé un ritmo de 5:30 para las tres cuartas partes primeras (12 km) y tratar de ir a ritmo de maratón en el último cuarto (4 km). Pero a esta chica ni con riendas (o lo que es lo mismo con el Garmin en la muñeca) soy capaz de sujetarla. En cuanto me descuido, acelera el ritmo y es que dice que cuanto más despacio va, más le duelen las piernas; sin embargo, estos días largos y lentos hay que sacrificarse un poco y marchar a ese ritmo lento aconsejado. Hay que enseñar al cuerpo a que utilice las grasas como combustible, que luego viene muy bien cuando se afronta la distancia de Filípides.
De todas formas, hoy he conseguido frenarla un poco y aunque bajábamos algunos segundos del ritmo objetivo, se compensaba con el primer kilómetro que ha sido lentísimo. Lo malo es que en el último cuarto, cuando tocaba aumentar el ritmo, ha empezado a soplar el viento en contra y bastante viento además. Eso, sumado a que el terreno es ascendente ha provocado que no llegásemos a alcanzar el ritmo de maratón. La suerte que hemos tenido es que el viento ha empezado a soplar casi al final del entrenamiento porque luego ha ido creciendo de intensidad más y más.
Hoy ha sido la primera tirada larga de cara a la maratón del rock and roll, aunque sólo hayan sido 16 km. A estas alturas parece que son muchos kilómetros, pero dentro de dos meses nos parecerá una distancia ridícula, casi como un calentamiento. Esos 16 km los hemos recorrido en 1:26:53 @ 5:26 min/km más o menos al ritmo previsto.